CAPÍTULO DIECISÉIS: Cadena de cartas.

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03 de Junio, 1889.

La vida es impredecible y jamás sabes que pueda suceder, no hay seguridad de que tú no cambies, de que esa persona no cambie, peor aún, no sabes si abra algún suceso que cambie el rumbo de sus caminos y estos se separen abruptamente.

Undertaker sabe perfectamente eso.

Han pasado cuatro meses desde la última vez que la vio. Sin embargo, los sentimientos siguen intactos, pero un suceso inesperado cambio el rumbo de las cosas y ahora ya no la tenía a su lado. Pero eso está bien para ella, eso piensa el sepulturero. Al final de cuentas, en un inicio ese era el plan, simplemente disfrutar de su compañía hasta que ella decidiera marcharse, eso es lo mejor para ella puesto que su sueño es conocer el mundo. Por desgracia, para él, ese no era el mejor final, no después de haber esperado largas décadas para encontrar eso que le regresara el sentimiento de estar vivo, jamás pensó que sería una mujer, pero en cuanto la vio, supo que tenía que conocerla, y cuando lo hizo, confirmo que ella era eso que tanto anhelaba encontrar, sin saber que, una vez que la tuviera aunque fuera un mes, semana, día u hora, si ella se llegaba a marchar, ya nada sería como antes.

El cementerio, un lugar en el que ha trabajado tranquilamente por años, por primera vez le parece solitario y triste. Definitivamente ella le cambio la perspectiva de todo. Atender el cementerio ya no era divertido, no si ella ya no aparece de repente con una cámara tomando fotos sin permiso, no si ya no hay conversaciones en plena noche, por supuesto que ahora era muy aburrido estar ahí, ella fue la única extraña que disfrutaba de estar en un lugar tan desagradable como ese con alguien tan anormal como él.

Era aburrido no tener a quien lo interrumpa en pleno trabajo y lo retrase en ello porque no es capaz de negarse a dedicarle, aunque fueran un par de minutos, que al final, él mismo terminaba convirtiendo en horas porque le encantaba molestarla, verla sonrojar y reírse de ella. Aunque al final, le gustaba más verla reír.

Se culpaba, por el simple hecho de haber aceptado hacer ese trabajo. Aunque, sí que le hubiera gustado poder explicarle, decirle que no sabía nada de los planes del conde Phantomhive, que había aceptado incinerarlos el mismo porque sabía que si se negaba, se encargaría el mayordomo y sus métodos no eran para nada agradables. Ya había hecho cenizas a Joker y compañía en la mansión de Barón Kelvin, no quería que simplemente los quemará y desechara sus cenizas como polvo y suciedad. Quiso darles un final digno, por ella, pero su error fue no ir primero a decírselo, no cerrar con llave la trampilla al salir, o simplemente haber aceptado el trabajo. Es un shinigami, pero no ve el futuro, no sabía que la peor situación de todas seria la que se llevaría a cabo.

Se odiaba a si mismo por eso, pero no le quedaba nada más que confiar en que a ella le ira bien a dónde sea que llegue y que alguien pueda regresarle la felicidad que él no pudo.

Porque él deseaba eso, quería hacerla tener de nuevo esa mirada llena de emoción y alegría, esa que tenía la primera vez que la vio salir de una embarcación. Después de la muerte de sus amigas, la alegría y emoción casi desapareció por completo de ella. Aun le quedaba algo y Undetaker quería mantenerlo y traer de vuelta a la mujer que vio aquel día, pero no hizo más que apagarla por completo. La última vez que la vio, cuando la encontró en el sótano y vio sus ojos, supo que había cometido un grave error, justo el que menos quería cometer.



Un hombre aburrido y vacío se encuentra con el torso recostado sobre su escritorio, a su lado hay varias hojas que debería completar con la información sacada de la autopsia de sus "clientes", pero no, está ahí, divagando en recuerdos y pensamientos impropios de él.

Las notas de Eileen 『Undertaker』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora