- Sabes que no puedo hacer eso - le dijo mientras tomaba café - la última vez que hice esa gracia, casi demandan a la universidad.
- Si idiota, lo sé, pero lo que yo quiero, es un numero de una persona común, con una vida común, no quiero llamar a la sobrina del embajador de Taiwán - replico con cierto aire de ironía. - Además, me surgió, mmm, cierta preocupación, mis padres no me han llamado, se supone que lo harían ayer por la noche - suspiro mientras le miraba con el rostro acongojado - no he pasado muy bien últimamente y algo más podría hacer que mi vida se quiebre aún más.
El silencio les rodeo a ambos, Luis sabía a qué se refería Amalia. La última vez que la vio desmoronarse fue en la época que dos de las personas que más amaba, se iban de su lado, una con la oportunidad de no irse, de quedarse, de estar a su lado; y la otra, a quien la amaba sin condición, con quien compartía su sangre, un fuerte lazo de amor, y que quería quedarse, que no quería irse de su lado, por ares del destino, tenía que marcharse. Amalia no volvió a ser la misma, no reía igual, ya no era abierta a mostrar sus sentimientos, ella lo sabía, él lo sabía. En el funeral no emitió sonido, ni expresión alguna, su cara estaba perdida en la infinidad de sentimientos; fue al día siguiente que llego a la universidad, y mientras exponía una lagrima cayó, luego otra, y otra, hasta acongojarse; no dijo nada, simplemente corrió a su lado, y la abrazo, lloró con ella, pidió permiso al docente y la llevo a casa, al llegar Marianh los recibió, él le pidió su podía llevarse a Amalia una semana a la casa de sus padres al norte, para que pudiera relajarse y tratar de superar un poco, ambos sabían que eso no era de la noche a la mañana, sin embargo eso le ayudaría un poco. Y así fue. Desde esa ocasión Luis se dio cuenta que no sería más que el mejor amigo, ese que siempre estaría ahí, apoyándola, y no le molesto.
- ¿Qué piensas tanto Luis? - preguntó Amalia - ¿estás bien?
- Oh, no, nada preciosa, solamente, pensaba, recordaba mis andanzas - le contó con su sonrisa de caballero -
- ¿Quién pensaría que esa sonrisa ha sido la causante de tantas lágrimas en esta facultad? - añadió mientras arreglaba su cabello - no entiendo la verdad
- ¿Qué cosa pequeña? - dijo mientras tiraba en el cesto de la basura el vaso del café.
- El cómo caen ante ti - bromeo - es decir, tus "andanzas" - menciono mientras hacia el gesto con ambos dedos - son bastantes conocidas por estos lares.
- No lo sé, creo que Dios me bendijo con el arte de parlar y del buen tacto.
- Eres un imbécil - le señalo mientras sonreía.
- Pero bien que este imbécil, al que tratas tan mal, al que le juzgas su pasado, y le humillas porque su corazón es tan grande que caben muchas mujeres - mencionaba lloriqueando mientras se colocaba una mano en el pecho - será quien te haga el grandísimo favor de descifrar el numero privado del que tienes tanta curiosidad.
Caminaron hasta la facultad de telecomunicaciones tomados de la mano, como auténticos novios, a decir verdad, cualquiera que viera el trato de ellos lo afirmaría, pero la mayoría de las chicas de la facultad de él y de ella, sabían perfectamente cuan amigos eran. Mientras entraban a los laboratorios una idea loca se le vino a la cabeza Amalia ¿Y si benjamín fue el que la llamo?
- No, no es posible - musito, pero al ver la mirada de Luis se maldijo por su pensamiento que salió de su boca sin autorización-
- ¿Qué no es posible peque? - miro con curiosidad Luis -
- Nada, nada - sonrió con nerviosismo, agradeció que su fiel amigo era bastante distraído - ¿y que harás con cuando puedas descifrar el número? - pregunto.
- Lo obvio - le dijo mientras volteaba los ojos.
- ¿Qué cosa? - pregunto de manera simple
- Invitarle a salir idiota, ¿Sabes qué? Ve a comprarme algo de comer, mientras capto esta cosa. - saco un billete de 20 dolares y se lo tendió - ya sabes mis gustos, no hay que decirlos ¿o sí?
- Nada muy dulce, pero tampoco tan salado, no importa si es grasoso, siempre y cuando sustente tu ser y te llene de rebosante sabor.
- Muy bien, ten tu croqueta - reía mientras saco el resto de su galleta de su chaqueta -
- Eres un imbécil - grito la pelinegro mientras le sacaba el dedo y salía del laboratorio.
- Bien bebé, ahora que estamos solo, es hora de hacer magia - a Luis solo le basto un par de movimientos para rastrear la llamada - ¡¿Qué?! - vocifero al darse cuenta a quien pertenecía el número que había llamado a Amalia. No dudo en marcar, aprovechando que ella no estaba.
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Tomándose el día libre, benjamín decidió ir a tramitar su visa de retorno, añoraba volver, le era necesario, su mente y corazón se lo reclamaban. Al salir del consulado, su teléfono sonó, al ver la pantalla, le extraño que el número fuera restringido, aun así, no dudo en contestar.
- ¿Diga?
- ¡PEDAZO DE IMBÉCIL! ¿PARA QUE LA LLAMAS?, ¿QUÉ GANAS ATORMENTÁNDOLA? - le recrimino, Luis estaba ofuscado, si por medio de una llamada fuera posible matar a la gente, benjamín no solo estuviera muerto, si no enterrado y en estado de descomposición.
- ¿Luis? - fue lo único que pudo decir benjamín - ¿Por qué me dices esas cosas?
-¿Ahora lo niegas? ¡DIME QUE NO LA LLAMASTE! ¡DILO!- le cuestiono con severidad
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Siempre te amare.
Romance¿Qué hacer cuando de un día para otro tu mundo se desploma?, ¿Como reaccionar ante la desesperanza y la despedida del amor de tu vida? Amalia Orellana, joven de 20 años, cruzando sus últimos años en la Universidad, se ve ante la desesperanza y el ab...