Toma su mano y sonríe dulcemente, como si fuese la persona más valiosa para él –a fingido durante tanto tiempo que ahora resulta natural hacerlo–. Le escucha hablar de su día y de las cosas sobresalientes de éste. La ve sonreír feliz y ve cómo sus ojos tienen esa aura de felicidad cada vez que lo ve, incluso puede notar cómo sus mejillas se sonrojan cuando le hace un cumplido o cuando la observa fijamente. Al final se rinde y decide que lo hará otro día, ella luce tan feliz que se sentiría el peor hombre del mundo si arruinara ese momento.
Una conmoción cerca suyo lo hace distraerse. Una mujer le está gritando al hombre que está frente a ella para finalmente terminar sollozando y diciendo cosas incoherentes para cualquiera que no la conozca, pero él logra entender una parte de los murmullos de la mujer. Ella le reclama al hombre por terminar, al parecer desperdició los mejores años de su vida con ese hombre y ahora ya no es tan joven como para volver a comenzar. Deja de prestar atención a la expareja cuando escucha un carraspeo cerca suyo.
—¿Pasa algo?
—No, ¿decías algo?
Y con esa simple pregunta ella comenzaba a hablar acerca de cosas que para él eran tan aburridas que en algún momento de la conversación dejó de prestarle atención y su mente empezó a divagar. Si tomará el valor para decirle, ¿ella reaccionaría igual?
—Creo que es momento de irnos.
Esa oración lo trajo de nuevo a la tierra, ella nunca decía eso, quizá cometió un error y ella se dio cuenta de que no le estaba prestando atención. Así que hizo lo que cualquier otro hombre haría en esa situación. Mintió.
—Disculpa, tengo algunos problemas en el trabajo y mi mente está un poco dispersa.
—Lo entiendo, anda, pide la cuenta para irnos y que puedas descansar un poco.
—¿Estás segura?
—Por supuesto, ¿qué clase de novia sería si te obligara a pasar tiempo conmigo cuando está claro que estás cansado?
Él sonrió y agradeció el gesto. Era una buena chica, de esa clase de chicas que llevas a casa y presentas a tus padres. De la clase de chicas que se lleva bien con tu madre y de la cual tus amigos están celosos. Ella era la novia perfecta, no podría conseguir una mejor, de eso estaba seguro. Era una verdadera lástima que su relación lo había aburrido hasta el cansancio y que ahora la pobre chica estaba atascada en una relación que probablemente no tendría futuro, todo porque era un maldito cobarde que no podía afrontar la situación. Siempre lo fue. Su cobardía siempre fue un impedimento para ser feliz, realmente feliz.
Después de que la dejó en su casa -como el caballero que su madre se empeñó en educar- se encaminó a su casa. No quedaba tan lejos del edificio de apartamentos en el que ella vivía. Dos cuadras más y estaría en su hogar; cuando estuviera en su casa se quitaría la corbata -aquella estuvo asfixiándolo durante toda la cita- e iría directo a su habitación, se quitaría el incómodo traje -aquel estaba obligado a utilizar cuando salía con ella- y se acostaría en su cama para, finalmente, caer rendido en el sueño.
Sin embargo, sus pies tenían otra idea en mente. Lo descubrió cuando levantó la vista. A su alrededor se extendían dos hileras de edificios, separadas por una calle que a esas horas ya estaba semidesierta, solo vio a unas cuantas personas que transitaban el lugar. Todas y cada una de ellas se percataron de su presencia. Claro, él se quedó parado ahí, observando alrededor suyo. Para ellos quizá podría parecer un acosador o un ladrón, razón por la cual apresuraron la marcha y con ellos se fue el último rastro de humanidad que quedaba en esa calle.
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Si no te tengo a ti
RomantizmUn hombre en busca del amor de su vida. Portada de @yazime.