CAPÍTULO 3: Tumbas

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"Entre las tumbas camino siempre, casi siempre bailo sobre ellas la misma alegre canción que ánima hasta a el más muerto"

Los tres recorrian las calles desiertas en el coche, se detuvieron en un pequeño hospital abandonado de aspecto decadente, sus paredes estaban rayadas con graffitis, en el suelo habia pedazos de botellas de alcohol rotas esparcidas por todos lados y en una esquina había basura amontonada, el clima era fresco y el aire circulaba.
El doctor y las mujeres bajaron un par de ataúdes del maletero dejándolas en la puerta del sitio

- más tarde los enterraremos - afirmó el doctor

- ellos no tienen familia? -, preguntó Laurel intrigada

- desafortunadamente no y yo tengo que encargarme de darles una sepultura digna -

- que caritativo y bondadoso es usted - dijo Ovetta a modo de halago

- siempre he dicho que si las personas fueran más caritativas y se ayudaran las unas a las otras el mundo sería un lugar mejor -

- y eso es cierto -

El doctor les dio un par de navajas y les pidió que las guardarán en sus bolsos, Ethelbert tocó la puerta del sitio y en seguida atendieron a su llamado, la abrieron en la puerta se posó Sadie una mujer de baja estatura, ojos bizcos, cabello muy negro y corto, bastante sucio y maltratado, la mujer vestía un gastado sueter negro, bajo de él se alcanzaba a ver que traía puesto un escotado y roto vestido negro bastante gastado y viejo, la polvorienta mujer esbozo una sonrisa de felicidad al verlos enseñando sus dientes podridos, ella arrastró las ataúdes hacia adentro dejandolas justo lado de la puerta, los tres entraron, el doctor y la mujer condujeron a Laurel y Ovetta a un lugar que por sus notorias aspecto habia sido una sala de espera en el hospital, ahora estaba sucia, tenía las sillas rotas y maltratabas, el sitio estaba iluminado por un foco, en medio del lugar habia  una vieja mesa de madera con sillas, en ella se hallaban sentados los dos ayudantes del doctor fumando cigarillos, eran un par de malvivientes con un aspecto decadente, al alto le llamaban Gene, era un hombre mayor de cabello castaño, ojos hundidos y mirada perdida, el bajito no tenía nombre ni apellido le apodaban "Muerto" por su aspecto cadaverico y piel pálida, él era un hombre de mediana edad, de cabello oscuro, ojos cafés y pequeños, dientes grandes y torcidos, los dos vestían ropa oscura y sucia, en un principio se encontraban indiferentes disfrutando de sus cigarros pero al ver a las dos mujeres que acompañaban al doctor en sus caras se dibujaron sonrisas perversas

- buenas noches amigos - saludó el doctor

- buenas noches - saludaron ambas mujeres amistosas

- señoritas quiero que desde ahora en adelante sigan nuestras ordenes ellos son mis sirvientes y quiero que sigan sus ordenes - dijo el doctor

- si doctor -  afirmó Laurel

- tiene nuestra palabra que no les desobedeceremos - afirmó Ovetta

- ellas son mis nuevas ayudantes se llaman Laurel y Ovetta espero se lleven bien con ellas -

- me encanta conocer gente nueva - dijo Laurel muy amistosa 

- dejame presentarles.. ella es Sadie mi ama de de llaves y ellos son Gene y Muerto mis ayudantes, ustedes también serán mis ayudantes - dijo el doctor Ethelbert señalando a cada uno

- Hola Sadie esperó seamos buenas amigas - dijo Laurel hablandole a Sadie de manera amistosa

Sadie les sonrió y con dificultad balbuceo unos sonidos casí imperceptibles, se encorvó y aferró al doctor

- olvide mencionar que Sadie es muda tiene un buen oído pero perdió la voz hace dos años -

- ella es muy linda - halagó Ovetta

Tumbas y CroquetasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora