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Hoy no estabas nada animada. Eso me preocupó mucho. Habías entrenado bastante durante todo el día y pensaba que dormirías plácidamente por lo cansada que te encontrarías después. Pero me equivoqué.

Estaba leyendo el libro que suelo leer por las noches, y de repente escuché sonidos extraños que provenían de alguna planta debajo de la mía. Me invadió la curiosidad, y bajé a ver de qué se trataba.

Mientras más me acercaba, más familiar se me hacían los sonidos y más extraños a la vez.

¿Quién entrena a las tantas de la madrugada?

Llegué al origen del sonido, y te encontré a tí. Sola, indefensa, desolada. Y se me rompió el corazón.

Te vi perdida, golpeándole al saco con las manos y las piernas, sin ningún tipo de piedad.

A paso lento, me acerqué a tí. Te toqué el hombro. Estaba frío.

Te volteaste, antes no habías notado mi presencia. Te vi a los ojos y comprobé, por milésima vez, que estoy completamente enamorado de tí.

Tenías ojeras, pero no por haber llorado. Esas ojeras eran a causa del insomnio.

Bajaste la mirada, apenada de algo que aún no logro entender. En ese momento comprendí que eres la mujer más fuerte que jamás he conocido. Te abracé al instante, y me permitiste ver lo más privado de tí, tu llanto.

Sabía que estabas rota por dentro, y no lograba comprender cómo hacías para aguantar tanto tiempo luchando sola.

Por esa razón Natasha, quiero que sepas que no te dejaré ir.
No, no te dejaré ir.
Porque cuando estás sola y esté frío y no haya nadie en quien apoyarse;
Cuando te sientas perdida y no haya lugar a dónde ir;
Cuando te sientas triste no olvides que puedes alcanzar mi mano.
Cuando te sientas mal sólo recuerda:
No te dejaré ir.

Atte; Steve.

«I won't let you go» Romanogers.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora