El escenario le arrebataba el aliento.
Sobre una colina, el sol se esconde; tal vez de sus mentiras, o quizás de todas las cosas que nunca podrá tener.
Y él, desde un punto de vista periférico, lo observó.
Zapatos negros y boleados. Traje blanco, perfectamente planchado y pulcro, con un patrón de flores en las solapas. Manos delgadas y preciosas, uñas bien cortadas y limadas. Mejillas rosadas y labios de cereza. Cabello oscuro.
Pero en ningún momento lo vio a los ojos, no hasta hacia el final, cuando el muchacho que miraba tan atentamente la puesta de sol se volvió hacia él poco a poco, con un par de palabras en su boca:
Kim Doyoung.
Sala magna. Seúl, Corea del Sur. 11:27 PM.
Inhala. Exhala.
Inhala. Exhala.
Inhala, exhala. Uno. Dos. Tres. Cuatro. Uno. Dos. Tres. Cuatro.
Youngho suspira y abre los ojos. Está detrás de las cortinas de terciopelo que lo separan del caos elegante y de alta clase, repasando el plan una y otra vez. Oye a Chittaphon insistiéndole acerca de algo, pero no le presta atención porque está ocupado intentando ordenar sus pensamientos. Cree lograr distinguir un "Hazlo de una vez" y lo siente zarandear su hombro. Youngho ladea la cabeza y acaricia el borde de la cortina con las puntas de los dedos.
—¿Por qué lo piensas demasiado? Nunca te había pasado nada así, Seo.
Esta vez Youngho lo escucha claramente. Frunce la nariz y ni siquiera se gira para responderle, susurrando:
—Tampoco creas que me conoces tan bien, Chittaphon.
Inmediatamente y sin dejar que le responda, abre las cortinas de par en par con una sonrisa radiante y carismática cuando marcan las 11:30. Chittaphon se siente aturdido por la repentina actitud de Youngho pero se repone rápidamente, agarrando sus dudas una por una y dejándolas al final de su mente.
Es triste lo mucho que están acostumbrados a la hipocresía; pensó alguien en el público, vistiendo un traje rentado, joyería barata y una sonrisa de lado satírica.
Balcón de la Sala magna. Seúl, Corea del Sur. 12:49 AM.
Youngho le da vueltas a su copa, viendo hacia un invitado especial en específico. Aunque el sonido prominente viene de las charlas, risas, y cubiertos chocando contra platos, Youngho sólo se concentra en el ruido del champán y los hielos mezclándose.
De todos los hombres que lo rodeaban y platicaban, el único que se dio cuenta fue Taeil, su consejero, quien se tomó la molestia de preguntarle si le ocurría algo. Taeil se muestra confundido y alza una ceja; cuando lo hace, Youngho lo voltea a ver y se carcajea.
—No te preocupes —le dice Youngho a Taeil, pasando un brazo por sus hombros—. Sólo me siento algo agitado por Kim, ya sabes, lo de siempre.
Taeil sabe de quién habla en cuanto los labios de Youngho espetan "Kim".
Kim.
Kim Junmyeon.
Kim Junmyeon, líder de la mafia enemiga, a la que están intentando engañar invitándola a su fiesta de élite, dándoles la falsa esperanza de una reconciliación. Yangyang y Sicheng ya habían detectado la mayor falla del jefe de EXO: la rivalidad entre el Señor Kim, padre de Junmyeon, y el Señor Seo, padre de Youngho, tiene origen y se ha dado a cabo desde hace décadas - sin embargo, Junmyeon era de los sentimentales. No sabe que se llega al éxito siendo frío e insensible, calculador y eficiente. Su principal error es su romanticismo por hacer las cosas bien... Pero su definición de "bien" está muy alejada de la que un mafioso debe tener.
Youngho regresa su mirada a su enemigo y Taeil sigue sus ojos. El grupo comienza una conversación trivial y esta vez Youngho se integra. Chittaphon llega de repente con la sonrisa más grande del mundo, y se cuelga del brazo derecho de Youngho. El movimiento lo sacude y hace que se caigan unas gotas de champán en el suelo.
—¿Dónde estabas? —le iba a preguntar Youngho, pero de alguna manera Nakamoto Yuta le arrebata las palabras con un coreano trepidante.
—Sólo fui al tocador.
Chittaphon se encogió de hombros y barrió la duda hacia un lado, pero Youngho no se pudo sacar la sensación de sospecha por un buen rato...
...Hasta que sus ojos se encontraron.
No estaba seguro si era él. Su rostro se le hacía familiar pero no sabía de dónde, lo mismo con su cabello. El joven hesitó la mirada y la regresó en poco tiempo, sonriendo al darse cuenta de que Youngho lo seguía viendo con ese semblante rígido suyo.
Cuando sonrió, Youngho lo recordó al instante.
Recordó porqué se le hacía tan familiar, porqué sentía que lo conocía de antes.
Lo había visto en un sueño.
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Sueños de Medianoche
Hayran KurguDespués de la muerte de su padre, líder de una mafia poderosa de Corea, Youngho toma su puesto a la edad de 26 años. En busca de venganza por quienes asesinaron a su padre y de proteger a su querido hermano menor, Mark, recurre a la opción más intel...