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Antes de que Kaylee oyera el ruido del autobús de Mia, había invertido su tiempo en vigilar el aparcamiento del bar y en admirar su nueva manicura. El Curl Up and Dye estaba situado en mitad de la nada, pero su dueña sabía lo que era una manicura. Las uñas de Kaylee no tenían tan buen aspecto desde hacía siglos.

Había sido una hora de inesperada alegría. Maydeen, propietaria de la peluquería, era una esteticista de las que le gustaban a Kaylee. Hablaron de moda, luego de hombres, y Kaylee pensó que había encontrado a un alma gemela cuando se enteró de que las dos seguían el mismo culebrón. La relación quedó definitivamente cimentada cuando Maydeen estuvo de acuerdo con ella en que la historia principal de hacía un par de años, sobre el embarazo de unos hermanos que no eran del todo gemelos, puesto que fueron concebidos por distintos padres, seguía teniendo hasta el momento todas las papeletas para recibir el premio a la peor trama de toda la historia. Cuando llegó la siguiente clienta de Maydeen, a su cita de la una cuarenta y cinco, Kaylee se acercó a la ventana por si veía a Bobby, aunque no por ello dejó de meter baza en la conversación.

Luego el autobús salió del aparcamiento, en dirección a la autopista, y Kaylee se concentró en el trabajo.

Miró a través de las láminas de las cortinas, esperando ver a Bobby y a Mia.

Y esperó.

Y esperó.

«Maldita sea, Bobby». Pegó la nariz a la ventana. «Más vale que esto no sea una venganza por una bromita de nada.»

-¿Has dicho algo, cariño? -Maydeen alzó la vista.

-Sí. Malditos sean los hombres.

-Oh, oh. ¿Se está retrasando tu chico?

-Sí, maldita sea. -Kaylee apartó un momento la vista de la ventana para volverse hacia el interior de la peluquería-. No sé qué les vemos, Maydeen. Podríamos vivir perfectamente sin esos animales.

-Y la ley no nos permite castrarlos -convino la esteticista. Luego lanzó un suspiro de conmiseración-. Estoy de acuerdo contigo.

-En realidad, eso podría ser parte del problema -admitió Kaylee, hablando sobre el hombro, pero sin perder de vista la ventana-. Justo antes de que me dejara aquí, pronuncié el nombre maldito de Lorena Bobbit.

-¡Huy! Parece que los hombres pierden todo el sentido del humor cuando se habla de esa mujer, ¿eh? Y eso que es una artista del cuchillo.

Pero Kaylee había dejado de escuchar. Le había llamado la atención un hombre que salía de la parte trasera del bar para volver a entrar por la puerta principal. Se le quedaron las manos frías, y supo que no tenía nada que ver con el aire acondicionado de la peluquería.

Conocía esos andares. Y estaba segura de que aquellos destellos bajo el sol del mediodía provenían del brillo del oro.

Jimmy Cadenas.

¡Mierda! Kaylee se apartó de la ventana con una involuntaria inquietud, aunque el Cadenas ya había desaparecido dentro del bar y era imposible que la hubiera visto tras las cortinas del Curl Up and Dye. Y eso suponiendo que al tío se le hubiera ocurrido siquiera mirar en aquella dirección.

Mierda, mierda, mierda, mierda, ¡mierda! Aquello suscitó una nueva pregunta en la que no quería ni pensar. ¿Sabría Jimmy dónde buscarla? Por Dios, por Dios.

¿Dónde estaba Bobby?

La presencia del Cadenas en aquel pueblecito de Wyoming añadía una nueva urgencia a la situación.

Jimmy salió del bar poco después, y de nuevo Kaylee se apartó de la ventana por instinto. Lo vio cruzar el aparcamiento en dirección al motel. Allí se subió a un sedán plateado. El corazón le brincó en el pecho. Cielo santo, ¿habría dormido allí también la noche anterior?

𝒮ℴ𝓎 𝒯ℴ𝒹𝒶 𝒯𝓊𝓎𝒶 ( 𝒶𝒹𝒶𝓅𝓉𝒶𝒹𝒶 𝒯ℴ𝓂 ℋ𝒾𝒹𝒹𝓁ℯ𝓈𝓉ℴ𝓃)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora