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Bobby, boca arriba en la cama, contemplaba a Kaylee yendo de un lado a otro de la habitación. Cuando ya no pudo soportar más ese silencio opresivo, preguntó con voz plañidera:

-¿No piensas volver a dirigirme la palabra?

Ella le clavó una mirada feroz y él repitió por centésima vez:

-Cariño, siento no haber sabido quién eras, ¿vale? Pero tampoco me duró mucho, y tienes que darme un poco de cuartel. No fue culpa mía que perdiera la memoria, y desde luego no hice que me aplastaran la cabeza para estropearte a ti el día.

Ella seguía ignorándole. Se acercaba a la ventana, donde se detenía apenas el tiempo suficiente para tamborilear con los dedos en el repecho y hacer un mohín ante la lluviosa mañana, y luego iba hacia la mesa y las dos sillas de la esquina, al cuarto de baño, y vuelta a empezar. Bobby la miraba con creciente tensión. La cabeza le palpitaba con violencia, sentía una embarazosa debilidad y a pesar de todo, con cada paso que ella daba, la deseaba más. Y lo que era peor: deseaba su aprobación, y eso era lo que más le irritaba.

Pero dejando a un lado sus sentimientos, sabía que no iba a conseguir su aprobación en mucho tiempo. Lo notaba en esa ira contenida de Kaylee, tan fuerte que casi tenía todo el pelo de punta.

Pero el hecho de que no aceptara sus disculpas, estaba empezando a sacarle de quicio.

-Maldita sea, Kaylee -explotó, después de que ella hubiera completado otro circuito-. ¡Tenía una conmoción cerebral ! Joder, seguramente todavía la tengo. Y no solo me olvidé de ti.

Por fin consiguió llamar su atención. Kaylee se volvió bruscamente hacia él con ojos llameantes y gesto malhumorado.

-No -saltó.

Él se la quedó mirando perplejo.

-¿Que no qué?

-Que no tienes ninguna conmoción.

-¿Ah, no? -saltó Bobby desafiante, ante su tono inequívoco-. ¿Y tú qué coño sabes? Todavía tengo un dolor de cabeza espantoso.

-¿Te acuerdas del médico de la clínica? Me dijo los síntomas que debía observar. Y a eso de la medianoche ya no tenías ninguno.

Bobby apenas se acordaba del médico. Recordaba haber despertado con el cuerpo más frío que la muerte, excepto la espalda, que tocaba el asfalto caliente, y el antebrazo, que estaba enterrado hasta la muñeca entre las tetas más exquisitas que había visto en su vida. Recordaba que su mano sobresalía entre las susodichas tetas y que una despampanante morena se la aferraba y se inclinaba preocupada sobre él.

Y desde luego se acordaba de que la morena le había soltado la mano como si fuera un infecto saco de basura cuando él le preguntó si se conocían.

El trayecto en coche hasta la clínica era un borrón, así como el posterior examen médico. Tenía la impresión de que luego habían vuelto a viajar en coche, pero no recordaba ningún detalle. Sabía que la morena le iba despertando de vez en cuando, y que ya era muy tarde cuando por fin le dejó dormir en paz.

Por la mañana, al despertarse, se dio cuenta de que había recuperado casi toda la memoria y que se encontraba en brazos de Kaylee. Pero cuando le ofreció una sonrisa somnolienta y la saludó con su perezoso: «¿Qué hay, princesa?», ella saltó de la cama como un gato escaldado. Y desde entonces ni Kaylee había abierto la boca ni su furia remitía, a pesar de que había sido a él a quien habían partido la cabeza por razones que ni siquiera recordaba.

A saber.

-Toma. -Unos dedos de uñas escarlatas aparecieron de pronto debajo de sus narices-. Tómate eso.

𝒮ℴ𝓎 𝒯ℴ𝒹𝒶 𝒯𝓊𝓎𝒶 ( 𝒶𝒹𝒶𝓅𝓉𝒶𝒹𝒶 𝒯ℴ𝓂 ℋ𝒾𝒹𝒹𝓁ℯ𝓈𝓉ℴ𝓃)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora