Capitulo VI

2.2K 199 45
                                    

Gracias a un mozo de las caballerizas que vio llegar al caballo solo, encontraron a Terry inconsciente a las dos horas

El hombre supo que le había sucedido algo a su patrón y despertó a media mansión para salir en su busca. La noche y la ausencia de luna empeoraron las tareas de rescate. Justo cuando amanecía, uno de los sabuesos dio con él. —Estaba tendido junto al camino, al lado del puentecillo que llevaba al molino. —Afortunadamente solo tenía una fuerte contusión. —Respiraba con normalidad y nada hacía presagiar que le hubiera ocurrido algo más grave, así que le acomodaron en un carro de labranza y, con delicadeza, le llevaron hasta su habitación.

Paulina fue testigo de toda la operación. —Entre lágrimas y oraciones, pidió por ese hombre al que quería como un hijo, pero que no lograba encontrar la alegría.

Candy no pudo descansar en toda la noche. —Cada vez que cerraba los ojos, se veía envuelta en mil imágenes de Terry que se mezclaban dentro de un intenso caos.
Se levantó temprano y haciendo caso omiso al dolor que palpitaba en sus sienes, cabalgó hasta bien entrada la mañana por las tierras de la familia. —Cuando llegó a su casa, había tomado dos decisiones:
—La primera iba a cambiar para siempre su vida: iba a olvidarse de Terruce Grantchester.
—La segunda iba a dificultar la consecución de su primera decisión, pero no pensaba dejar de querer a Anthony, el pupilo del hombre al que había decidido desterrar de su corazón.

Con el alma renovada, dispuesta a borrar de su memoria al innombrable que la había besado por primera vez y que la había hecho sentir durante dos larguísimos minutos una mujer completa y vibrante, entró en las dependencias de su tía para darle una explicación sobre lo sucedido la noche anterior. —La pobre mujer debió de llevarse un disgusto monumental al verla llorar de esa forma.

La encontró con los pies enroscados en un ovillo de lana de color celeste. —Siempre solía verse envuelta en ese tipo de situaciones ya que era un verdadero desastre con todo aquello que requiriera un mínimo de habilidad manual. —No sabía qué se había propuesto hacer con la lana, pero estaba más que segura que tenía que ver con algún animalito, la otra pasión de su tía además de sus viñas.

Se plantó delante de la puerta y apoyada en el marco de esta, comenzó a reír. Rosemary Ardley, la excéntrica condesa viuda de Westminster, alzó la vista y rio también, levantando una mano para hacer la señal de juramento.

—Prometo que no lo hago adrede, querida. —Me encantaría saber por qué siempre que decido elaborar algo por mí misma, organizo un desastre como este. —Tú me dirás cómo deshago el enredo.

Candy se acercó y depositó un rotundo beso en la cabeza de la dama más entrañable de su mundo. —Después se arrodilló junto a ella.

—Pareces necesitar ayuda. —La condesa asintió..—A ver, vamos a intentarlo entre las dos. ¿Qué hacías con la lana, tía?

—Quería hacerte una mantita para ver si te animabas. —Al parecer, el animalito necesitado era ella misma. A Candy se le encharcaron los ojos. —La hermana de su padre siempre tenía esos detalles maravillosos—. Te vi muy decaída anoche, preciosa.
Rosemary tomó a su sobrina por la barbilla y le levantó la cara hasta poder escudriñar bien en el brillo de sus ojos—. Mi cielo, ¿vas a contarle a tu tía qué fue lo que te ocasionó semejante disgusto?.

Candy se acomodó apoyando la cabeza en las piernas de Rosemary, la mujer que más cerca estaba de su corazón, y poco a poco le fue relatando lo sucedido la noche anterior sin obviar ningún detalle. —Si había alguien con la que podía desahogarse, sin duda era ella.

Rosemary la escuchó sin interrumpirla, con un respeto máximo hacia el gesto de su sobrina, que le estaba abriendo su corazón. —Cuando terminó, le acarició los cabellos rubios y respiró profundamente antes de comentar algo.

El secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora