Capitulo XII

1.9K 205 33
                                    

Cuando Terry despertó no sabía ni qué hora era, pero estaba seguro de que hacía horas que el sol brillaba en lo alto del cielo. —Para ser honesto, tampoco sabía dónde estaba.

Reconoció su alrededor, aún medio adormilado, e intentó moverse. —No pudo. —Una cabecita reposaba en su hombro izquierdo, respirando muy profundamente. —Intentó abrir bien los ojos y volvió a mirar. —Allí estaba Anthony, su hijo, durmiendo junto a él por primera vez en los cuatro años de vida del niño. —A Terry se le inundaron los ojos.
Al otro lado del lecho, un cuerpo se movió y estiró las piernas, encontrándose en su camino un obstáculo que no solía estar allí: —los pies de un hombre.

De un salto, Candy se sentó en la cama.

¡Dios, qué hermosura! Recién despierta, con los cabellos dorados despeinados enmarcándole esa cara preciosa...pensó Terry mientras la observaba detenidamente..Candy lo miraba con los ojos bien abiertos, asustados, y Terry quiso calmar esas esmeraldas brillantes que lo observaban turbadas.

—Tranquila, soy yo. —Buenos días —susurró Terry—. Voy a llevar a Anthony al cuarto de los niños.

A Candy se le atragantó el "buenos días"—seguía sin comprender nada. —Ahí estaba el hombre que decía ser su esposo pero que nunca le hablaba. —Ahí estaba, metido en su cama y susurrándole el "buenos días" —más tierno que ella había escuchado.

Candy iba a hablar cuando un leve movimiento llamó la atención de ambos. —Candy dio un respingo y sonrió, llevándose ambas manos al abdomen.

—Buenos días, hijo.

—¿Qué ha sido eso?—preguntó Terry, asombrado.

Candy volvió a sonreír...—Es el bebé. —Al parecer, también ha decidido despertarse.

—¿Ya notas cómo se mueve? ¿No es demasiado pronto?..preguntó él con asombro.

—Tía Rosemary me dijo que suelen hacerse notar por primera vez a los cinco meses, y yo ya pasé esa fecha hace una semana. —Primero fueron como unas mariposas jugando en mi estómago; —desde hace un par de días son movimientos más contundentes explicó Candy emocionada—. ¡Ay, mira, otra vez vuelve a moverse!

Terry la contemplaba fascinado, como si ella estuviera haciendo magia.

—¿Quieres...? —Candy no se atrevió a preguntarle si quería tocar la pansita para notar el movimiento, pero él interpretó el resto de la frase perfectamente y se plantó delante de ella.

—Sí, sí quiero, si tú me lo permites.

Como respuesta, Candy se tumbó de nuevo en el lecho y estiró la camisa de noche para que él pudiera percibir mejor dónde debía tocar. —tomó la mano de Terry y se la llevó al abdomen.

El momento fue mágico para los dos y el bebé lo percibió, pues volvió a moverse como si fuera un pequeño pececillo dando la bienvenida a la vida.

Los dos se contemplaron durante unos segundos hasta que Terry, en un maravilloso gesto, agarró su mano y tiró de ella, haciendo que se incorporara para quedar sentada a tan solo dos centímetros de él.

A ambos les costaba respirar, pero indagaron en las pupilas del otro y vieron algo que les hizo estremecer. —Fue entonces cuando Terry tomó a Candy, su esposa, de la nuca y la arrastró hasta su boca. —El beso comenzó suave pero fue voraz. —Cariñoso pero devastador. —Corto pero eterno. —Una verdadera tortura.

—Un momento —pidió Terry, mirando a Anthony—. Dame un instante y vuelvo. —Y tomo al niño en brazos para llevarlo a su cuarto, dejándolo bien tapado.

El secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora