Capitulo VII

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En este capítulo descubriremos dos secretos y la promesa de mantearlos así, por el momento...—por el bien de Anthony y Candy.

Conforme los días pasaban, Rosemary iba ganándose la confianza de Paulina y una tarde mientras toman el té juntas, la oportunidad que Rosemary esperaba llegó.

—No tengo manera como agradecer lo que la señorita Ardley y usted han hecho por mi nieto y por mi.

—Paulina, no hay nada que agradecer, lo hacemos con mucho gusto, les hemos tomado mucho cariño.

—Sabe señora Rosemary....—yo nunca tuve la dicha de tener hijos....

—¿Como? ¿Y la madre de Anthony?

Paulina suspiró profundamente.—Ella fue la luz que llegó a iluminar nuestras vidas.
Era una noche nevada en Londres, —tan fría como lo estaba mi corazón por dentro. Arthur y yo estábamos muy tristes, acabábamos recibir la peor noticia que una pareja puede recibir..Nunca podríamos tener hijos.—yo jamas podría concebir un hijo...aquella noticia me devastó, mi esposo me dijo que no importaba que podíamos adoptar a uno o dos niños, pero no era lo mismo, yo tenía la ilusión de ver crecer mi vientre con mi hijo dentro de mi, sentir sus movimientos...los ojos de Paulina se cristalizaron..—mientras yo lloraba por mi desdicha, Arthur trataba de consolarme y de pronto escuché el llanto de un bebé, al principio creí que me deseo por tener un bebé me estaban haciendo delirar, y una vez mas lo escuché, solo que esta vez Arthur también lo escuchó, salimos tan pronto pudimos y allí estaba, dentro de una pequeña canasta, cubierta solo con una pequeña manta y aferrada a una muñeca de trapo..—miramos hacia todos lados pero no había nadie alrededor..no podíamos creer que nosotros llorando nuestra desdicha de que nunca podríamos ser padres y otros que tenían la fortuna de serlo abandonaban a un angelito a su suerte en medio de la nada.
Rápidamente tomé a la bebé en mis brazos era una hermosa niña de aproximadamente cinco o seis meses. —rubia con los ojos azules como el mismo océano...los ojos de Rosemary se abrían como platos con cada descripción...—su naricita salpicada con unas pequeñas pecas...—Sonrió cuando Arthur y yo le hablamos ..—desde ese momento se despertó en mi un instinto maternal y decidí que si la madre la había abandonado a su suerte yo la protegería y le daría todo el amor del mundo; y la amé desde ese momento.

Mientras acariciaba el rostro de aquel angelito, vi algo que llamó mi atención..—era un pequeño medallón con un nombre grabado en el...

—¿Un medallón con un nombre grabado? Preguntó Rosemary con sorpresa, ya que cuando sus bellas sobrinas nacieron, ella les había obsequiado una muñeca y un medallón.

—Si! —lo lei y al momento de hacerlo la pequeña sonrió..—Arthur y yo, lo supimos entonces, aquel era el nombre de la pequeña, decidimos dejar el nombre, solo que después de tanto pensarlo la llamaríamos Blanca, por el color de su piel y la blanca nieve en donde la encontramos...—Candice que era el nombre que estaba grabado en su medallón..

Paulina estaba tan absorta en sus recuerdo que fue incapaz de ver la expresion de Rosemary.

Blanca Candice White, se convirtió a partir de ese momento, en la alegría de nuestras vidas, la razón de nuestro existir y ahora que ni Arthur ni ella están conmigo, Anthony es lo único que me queda, y lo protegeré con mi vida se lo prometí a mi hija.

Rosemary no pudo mas y rompió en fuertes sollozos.

—Señora Rosemary, ¿se encuentra bien?

El secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora