Capítulo 4

7.4K 657 5
                                    

Pasaron tres meses, en los que Noelia se desligó por completo de Sebastián. Ella estaba mejor, día a día era una batalla contra su enamoramiento y lo iba superando poco a poco. Cupido la había flechado fuertemente.

Sebastián, por su lado, fue al revés. Cada día estaba peor. Se dio cuenta que Noelia no había sido solo una aventura. Lo había afectado más de lo que él mismo creía.

Era finales de junio y Mireya había organizado una fiesta por su cumpleaños en casa.

La fiesta estaba algo alocada. En realidad, era de esperarse, por eso la anfitriona había guardado cualquier objeto de valor y puesto llave a lugares importantes antes de la reunión.

Pasada la medianoche, Noelia estaba totalmente ebria, y Sebastián ya tenía rato observándola: el alcohol la había hecho lo suficientemente valiente para cantar en karaoke y andar demasiado cariñosa con un par de muchachos; cuando se acercó a un tercero para un beso, Sebastián intervino.

― ¡Okay! —la cargó en brazos— ¡Suficiente!

― ¡Oye! —reclamó el chico.

― ¡Sebastián! —refutó Noelia—. ¡Suéltame!

― No —dijo tranquilamente a lo que caminaba hacia el jardín en busca de Mireya.

― ¡Bájame! ¡Quién te has creído! —balbuceaba.

― Si sigues así, terminarás haciendo un show. Y no será justo que arruines así el cumpleaños de Mireya.

― ¡No estoy haciendo ningún show! —pataleó.

― ¿Ah, en serio?

― ¡En serio, así que bájame!

― Como quieras —la lanzó a la piscina captando la atención de todos los presentes. Algunos boquiabiertos, otros riendo.

― ¡Eres un estúpido! —reclamó Noelia al surgir a la superficie golpeando con los puños al agua. Sebastián rió.

― ¿Pero qué rayos...? —Mireya se acercó—. ¿Noe, estás bien?

― ¡Me la vas a pagar! —vociferó desde el agua.

― Está ebria, Mireya —el joven explicó—. Yo me encargo, pero hazme el favor de abrir el cuarto de huéspedes.

― Por Dios, hombre, ¿y tú crees que esto es gracioso? —dio la vuelta con aquella misión.

A lo que Noelia salió completamente mojada, Sebastián la cargó en su hombro provocando los gritos desesperados de la joven.

Mireya le abrió la puerta que yacía bajo llave, y dejó una muda de ropa seca en el filo de la cama para que la joven se cambiara.

Quedó la pareja encerrada en la habitación y Noe se negaba a cambiarse. Pasó un rato y Sebastián decidió no discutir más y salir, dejándola encerrada.

A las cuatro de la mañana regresó, cuando la fiesta había acabado, y Noelia yacía dormida en la cama y con la ropa de Mireya puesta.

Él durmió a su lado.

― ¿Sebastián? —pequeños rayos de sol entraron por la ventana, y él resplandecía como ángel. «Quizás estoy soñando...», pensó.

― Buenos días —murmuró adormitado frente a la joven en la cama.

Ella le acarició la mejilla y con un dedo dibujó la nariz y los labios.

― Eres tan lindo... —susurró.

Y se acercó a besarla. Se adueñó de los labios femeninos, invadiendo la boca con su lengua, dejándole a duras penas aire para llenar sus pulmones.

Otra vez tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora