Capítulo 9

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Para ninguno de los dos fue fácil concentrarse en sus respectivas ocupaciones. No dejaban de pensar en aquellos besos en el auto días atrás, pero tampoco se atrevían a comunicarse.

Noe estaba sentada en el sofá, con las piernas recogidas y el celular entre las manos, veía una película romántica con Mireya.

«Llámame, Sebastián. Llámame. Quiero escuchar tu voz, tu encantadora voz... Cada día estoy más y más confundida. Sé lo que tengo que hacer, pero no estoy segura de dar ese paso. Lo único que sí quiero es que me digas que me extrañas, que me necesitas, que me... que me amas...», pensaba con angustia, mientras veía a los protagonistas declarándose su amor.

De pronto el teléfono sonó. Ambas dieron un brinco del susto.

Noe se levantó y salió a las escaleras de la entrada muy rápido, buscando privacidad.

― Sebastián.

― Hola, Noe. Sé que es tarde, pero...

― Aún no me iba a dormir —dijo con suavidad, sonriendo.

― Me preguntaba si... quieres salir un rato a tomar algo... o pasear en el auto —se arrepintió al segundo después de proponerle la salida. «Dirá que no, lo sé».

― Me encantaría —dijo momentos después.

― ¿En serio?

― Sí...

― No tardaremos, tenemos que madrugar por nuestros trabajos...

― Está bien. Pero ven rápido para no perder más tiempo. Chao —colgó.

Se puso un par de jeans ajustados blancos, una blusa verde que le resaltaban los ojos, abrigo negro, y dejó sus cabellos castaños sueltos. Poco maquillaje, zapatos de bailarina y una cartera de mano. Veinte minutos después sonó el celular de Noelia: Sebastián estaba afuera, esperándola.

Él vestía camiseta de algodón mostaza, pantalones azules, zapatos y abrigo en negro. Sus cabellos negros y lacios acomodados libremente y los ojos avellana fijos en la joven.

Fueron a un bar tranquilo. Sebastián tan solo quería estar con ella, el lugar era lo de menos.

― Lamento haberte invitado a salir tan tarde.

― No tenía sueño de todas formas —ella sonrió tras beber un sorbo de su copa de vino blanco, desde la barra.

― Te ves hermosa esta noche.

― Gracias —se sonrojó.

― En realidad siempre te ves hermosa.

«Mmm tontas mariposas...», Noelia rió a sus adentros tras la sensación en su estómago.

― ¿Y cómo estuvo tu día? —preguntó para distraerse del estremecimiento.

― Algo aburrido: Los clientes, un par de ingenieros civiles detrás de mí, Víctor... —ella rió por cómo Sebastián mencionó al amigo como un problema más. Él quedó embelesado mirándola.

― Pues suena más entretenido que el mío. Tenía algo de trabajo pendiente y tuve que atenderlo.

― ¿Siempre tienes mucho trabajo?

― No siempre —alzó los hombros. Bebió de nuevo.

― ¿Y trabajas los sábados?

― A veces.

― ¿Y este sábado?

― No.

― ¿Te puedo sacar a bailar el viernes? —él bebió de su copa. Ella sonrió.

Otra vez tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora