Capítulo 13

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Con Víctor en total desacuerdo, con el proyecto de Isadora a la mitad y pasado a manos de otro arquitecto de la empresa, a pocas horas para la realización de la boda de Noelia, y con la impotencia de Mireya por no poder evitarlo, Sebastián terminaba de armar una mochila y una gran maleta para su viaje a los Estados Unidos.

Entonces llamaron a la puerta. El reloj marcaba las diez de la mañana.

― Harry...

― Creo que llego un poco tarde.

― Pasa, pasa, tengo unos minutos —se abrazaron.

― Quise venir hace días, pero no me fue posible. Víctor estaba preocupado por ti —se acomodaron en la sala.

― Estoy mejor ahora.

― Y te vas.

― Víctor no me necesita tanto, hay buenos arquitectos en la empresa.

― De modo que tu partida es por cuestiones laborales, una mejor oferta, me imagino.

― Sí.

― ¿Y Noelia Villegas? —Sebastián se removió en su asiento, incómodo—. Te enamoraste, o más bien, afloraron viejos sentimientos.

― No cambiaré de opinión ahora, Harry.

― Lo sé, tampoco vine a convencerte. Quería ver cómo estabas. Después de todo, no pude saludarte en Granada.

― Sí, sí, es verdad —esbozó una leve sonrisa.

― Es una lástima que todo haya terminado así entre ustedes.

― A veces pienso que fue mi error. Nunca le pregunté si tenía novio —sonrieron.

― Eso es lo de menos, el novio andaba en Roma, se descuidó y mira lo que pasó. Ya sabemos todos que pensaba romper el compromiso por ti.

― Mireya te contó.

― Ustedes nos importan.

― Probablemente Víctor también sabe todo.

― Sí, supongo.

― De todas maneras, nada cambia el hecho de que se casará, Harry —miró la hora en su reloj de muñeca—. Tengo que ir al aeropuerto.

― Te acompaño —bajando las escaleras siguieron comentando—. Los muchachos lamentan no poder ir contigo a despedirte.

― Ya los vi anoche, salimos a cenar. Sé que tienen que estar con ella ahora —dejaron el edificio y subieron a un taxi—. ¿Tendrás tiempo de regresar y ponerte un traje?

― Lo tendré, no te preocupes. Consiguió el empleo en la agencia, ¿sabes? Estará a prueba, pero está contenta.

― Parece que estás al tanto de todo.

― Llegué anoche y hoy temprano visité a las chicas en su casa. Mi novia se quedó con ellas. Víctor llegó cuando decidí venir a verte.

― Bueno, aprecio que me acompañes hasta el aeropuerto.

― ¿No quieres saber cómo se siente ella?

― Me lo puedo imaginar.

― Amigo mío, sé que esta situación no es la más placentera, pero sé que estarás bien y lo superarás.

― Sí.

Se despidieron con un abrazo en el aeropuerto, y Harry le deseó un buen viaje.

Sebastián estaba destrozado, pero no pensaba mover un dedo por ir a la iglesia y detener a Noelia. Si ella lo amaba, si planeaba romper el compromiso, si no quería a Eduardo, nada importaba. Ella iba a casarse, y eso no le daba esperanzas.

En la villa, Mireya daban vueltas por la casa, ultimando detalles. Las enamoradas de Harry y Víctor esperaban tranquilas en la sala. Este último que hacía compañía a las señoritas, se aproximó a Mireya en la cocina. Noelia estaba en su habitación terminándose de arreglar.

― Estoy nerviosa —dijo la mujer.

― ¿Por qué? Tú no eres la que se casa.

― Harry fue a hablar con Sebastián, lo viste salir. A esta hora ha de estar metido en los trámites del aeropuerto. De verdad creí que Sebastián haría algo, que impediría esto.

― Está herido, ¿puedes culparlo? —guardó sus manos en los bolsillos del pantalón negro. Su terno estaba impecable, al igual que Mireya, reluciendo en su vestido melón.

― Debí empujarla a que terminara ese compromiso antes.

― No te sientas mal. ¿Qué hubiera evitado que lo viera con Isadora?

― El timbre. Ese es Harry —y salió disparada a abrir la puerta.

― Se va, Mireya —le dijo el recién llegado, confirmando lo que ya temían.

― Ay no... Ven, ven, tienes que cambiarte. Pronto tendremos que irnos a la iglesia —entraron y siguieron conversando—. ¿Qué te dijo?

― Es un palo. Pero sufre, eh.

― Te lo dije, Mireya —terció Víctor, acompañándolos a la habitación.

― No cree en nada. Le basta saber que ella se casará para no preguntar —dijo Harry, metiéndose al baño para tomar una ducha y ponerse el traje.

― Pobre Sebas... —dijo Mireya.

― No creo que venga a impedir esta boda. Quítate la idea de la cabeza, Mireya.

― Pero ellos se aman. Ambos cometen un error.

― Anoche tratamos de convencerlo —terció Víctor—, mientras cenábamos, pero fue inútil.

― Yo ni siquiera lo intenté y ya sabía que sería inútil —respondió desde el baño, casi terminando—. Por cierto, ¿qué dijo Noelia respecto al viaje?

― No sé, ¿qué te dijo, Víctor? —Mireya se dirigió al susodicho.

― ¿Cómo? ¿Y tú no le ibas a decir?

― Yo creí que tú lo harías.

― Un momento —Harry terció, vociferando—, ¿entonces Noelia no lo sabe? ¿Ha pasado una semana y no se enteró?

― ¿Enterarme de qué? —apareció Noelia espléndida en su vestido largo blanco, sin mangas, con detalles sencillos de pedrería; un tocado que dejaba sus cabellos castaños sueltos, con pequeñas ondas, y por supuesto su cerquillo bien peinado al frente.

― Vaya... —dijo Víctor, tomándole la mano y dándole una vuelta entera—. Te ves...

― Estás lindísima, amiga —le dijo Mireya—. Harry se está alistando.

― Muchas gracias. Bueno, ¿y no responderán?, ¿de qué me tengo que enterar?

La pareja cruzó una mirada.

― Eh... Pues, resulta que... Sebastián... —con el simple nombre a Noelia se le aceleraba el pulso—. Verás, parece que...

― Sebastián se va a Nueva York, Noe. Está en el aeropuerto, su vuelo sale en una hora. Va a retomar su trabajo allá —completó Harry, con el pantalón puesto y el torso desnudo, tras el titubeo de Mireya.

― ¿Qué? —y la novia se puso del color del vestido.

― Noelia... —Mireya le tomó ambas manos. Harry terminó de secarse el cabello con una toalla y de vestirse—. Ya lo hemos conversado tantas veces, y sabes que yo te adoro muchísimo y que siempre querré lo mejor para ti, pero... este matrimonio...

― La decisión está tomada, Mireya —tragó grueso, tratando de desviar su atención ante la noticia, pero no fue útil. «Sebastián se va... No... ¿Por qué nadie me dijo? Se va»

Lágrimasse le escaparon a la novia en el auto rumbo a la iglesia. No decía nada y laamiga solo le apretaba la mano con cariño.

Otra vez tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora