Capítulo 7

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― Y entonces dijeron que la próxima semana vendrán a ver los planos con los cambios que indicaron —se hartó. Alzó la mirada desde su mesa de dibujo—. Martínez, ¿me estás escuchando?

― El cliente de ayer, sí, sí, el señor Díaz —él miraba por los ventanales de la oficina de su amigo, con las manos en los bolsillos.

― ¿Qué te pasa, hombre? Te noto desconectado.

― Yo... yo... no dejo de pensar en Noelia. La invité a cenar anoche.

― Oh. No tengo un buen presentimiento de esto.

― Ni yo.

― ¿Aún sientes algo por ella?

― Lo quise averiguar, besándola, pero Mireya nos interrumpió. Estábamos en la puerta de su casa.

― Cuidado, Sebas, Noe nunca supo que te enamoraste de ella.

― Bueno, eso tampoco importa mucho ahora.

― Claro que sí, mírate, esos sentimientos tuyos, aparentemente olvidados, están volviendo.

― Tal vez sea algo bueno.

― Es cosa tuya, Sebas, al menos asegúrate que ella te corresponda y no metas la pata esta vez.

― Ya dejé los engaños, lo sabes.

― Bueno, bueno. Entonces deberíamos salir los cuatro, que sea este sábado.

― Le diré a Noelia luego.

― Bien —volvió la mirada hacia la tabla de dibujo con los planos—. Como iba diciendo...

Sebastián le envió un mensaje a la joven a la hora de almuerzo, pactando un encuentro para sábado. Noelia quedó en que lo consultaría con Mireya.

Estaba emocionada. A pesar de las dudas, sentía en su corazón que Sebastián era distinto, que algo sincero podría nacer entre ellos, después de todo.

Aquel día, por la tarde y poco antes de marcharse a casa, lo vio entrar en el edificio en el que trabajaba. Se le fue la sangre a los pies y pidió a una colega que lo atendiera.

«¿Por qué está aquí? No, no, no...».

De pronto se sintió muy nerviosa y se ocultó hasta que Sebastián se fue.

― ¿Qué te pasa? Estás pálida —dijo la colega.

― Solo necesito un café. No es nada. Ya son las cinco, nos vemos mañana —sonrió levemente y fue a cumplir su palabra.

«Eso estuvo realmente cerca...»

No podía dejar verse, no quería, no ahí. Era su ambiente, cosa suya.

Durante la noche, cenó con Mireya en casa, luego decidieron ver una película en la sala. Pronto, Noelia se vio distraída ante la vibración de su celular.

«¿Hablaste con Mireya?»

Sebastián le había enviado un mensaje.

«Me dijo que sí y por mi parte también. El sábado nos podemos encontrar en el restaurante que dijiste»

«No es necesario. Víctor y yo podemos ir a recogerlas a su casa»

― Qué gentiles —dijo Mireya. Noelia apenas se dio cuenta de que la amiga le espiaba, pero enseguida se volvió a recostar y siguió viendo la película.

Otra vez tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora