II:: Perfumes

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          Mike sabía que no estaba en Hawkins y sin embargo no podía evitar sorprenderse cuando algo no era como en su casa

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          Mike sabía que no estaba en Hawkins y sin embargo no podía evitar sorprenderse cuando algo no era como en su casa. Era contradictorio, si, pero era lo que era. Para comenzar, la escuela no era pequeña como le habían dicho. Era casi al aire libre. No era un edificio grande con salones y pasillos, baños y cafetería. Eran muchos cuartos en secuencia rodeados por una barda. Había árboles por todas partes. Los lockers se encontraban pegados fuera de los salones con un pequeño techo que los protegía de la naturaleza. Había una cancha de básquetbol, soccer y voleibol. Una piscina y pista para correr. Había un local donde se vendía comida y mesas que lo rodeaban. A Mike, sinceramente, le sorprendía el tamaño del lugar. Solo era secundaria y preparatoria. Holly iba a la primaria y Kínder 'Fera Mall: Escuela de cachorros.' El nombre resultaba un tanto gracioso y tierno.

          Se sentó con su walkman en una banca cerca de las canchas de basquetbol, donde un grupo de jóvenes se pasaba el balón, realmente sin prestarle mucha atención; cosa que el agradeció para sí mismo. Al cabo de unos minutos, donde Mike escuchaba una canción tarareando la melodía en voz baja, los jóvenes basquetbolistas se marcharon. Mike sorbió el contenido restante de una cajita de leche de fresa. La hizo bolita y lo dejó a un lado, lo tiraría en el cubo de basura al terminar el descanso. Mientras tarareaba la melodía de la canción que se reproducía atravesando de sus auriculares, su mente empezó a divagar.

          Se preguntó si sus amigos en Indiana ya estarían en descanso, y se preguntó qué es lo que harían ese día al terminar la escuela. Pensó en Nancy y Jonathan. Pensó en Holly y los nervios que tenía por tener que hacer nuevos amigos.

          Mike estaba depresivo.

          La primer chicharra sonó por todo el campus, aviso de que tenían veinte minutos restantes de receso; Mike tenía estudios sociales. Se quitó sus audífonos y con cuidado los guardó en su mochila. Se levantó para comenzar a caminar cuando de los árboles de enfrente pudo escuchar un fuerte golpe. Giró su cabeza hacia el lugar del que provino el sonido, y achinó sus ojos tratando de ver. Pudo distinguir la silueta de un muchacho saltar al suelo desde las ramas de los árboles. Estirando su cuello cual tortuga, lo identificó como Robin. Lo siguieron otras tres siluetas, los dos muchachos que acompañaban al bandido en la mañana y uno de cabello brunette.

          "¡Ya déjala!" Escuchó.

          ¿Quién lo manaba a meterse en asuntos ajenos? ¿Quién lo mandaba a hacer de buen samaritano? Sus brazos de espagueti eran débiles y definitivamente no eran material para defensa personal. No era particularmente rápido. Y sin embargo, se encontró a sí mismo caminando después de haber dejado caer la mochila, hasta los árboles.

          A medida que caminaba, algo se hacía presente cada vez más. Era muy dulce, era suave. Lo incitaba a llorar de alegría. Era un aroma. Era familiar, demasiado, y sin embargo no lo identificaba. Casi como olfatear el suéter de un amigo y reconocer su aroma en él. O como cuando olía caldo de pollo y se acordaba de la casa de su abuela. Gimoteó de placer ante la exquisita fragancia. Cerró sus ojos sintiéndose a flotar; le daba vueltas todo el mundo. Sus ojos se cerraron y echó su cabeza atrás finalmente reconociendo el aroma.

rhiannon  m•wDonde viven las historias. Descúbrelo ahora