Gerard buscó a Frank cuando las clases concluyeron, pero este no parecía aparecer por ninguna parte. Dio un suspiro frustrado y salió de aquel edificio. Subió a su auto y se marchó; en el camino vio a aquel adolescente caminando por la acera. Su labio estaba partido y uno de sus pómulos estaba morado e inflamado; Gerard de inmediato frenó y bajó la ventanilla.
— ¡Frank! —el menor volteó, la vergüenza se hizo presente en sus ojos.— Sube, por favor... —Gerard parecía estarle rogando que subiera al auto, Frank solo rodó los ojos e hizo lo que el mayor le pedía.
— ¿Me dirás que quieres? —Frank preguntó evitando el contacto visual.
Gerard solo se detuvo en una calle, apagando el vehículo por completo. Debía ordenar todos sus pensamientos para no hacer o decir algo de lo que podría arrepentirse.
— ¿Gerard? —Frank lo miró con una ceja levantada, pero Gerard solo tomó el rostro del menor con sus manos y lo acercó a él, besando sus labios una vez más.
Frank de inmediato le correspondió, ambos pedían aquel beso con desesperación. Ambos anhelaban algo que no debían. Frank rodeó el cuello de Gerard con sus manos, cada vez había más pasión; pero Gerard se detuvo.
— ¿Qué le pasó a tu rostro? —preguntó el mayor, separándose centímetros de Frank para observar las heridas.
— Unos idiotas, nada grave —respondió Frank, aunque mentía. Si Gerard hubiera visto el abdomen lleno de hematomas del menor hubiera ahogado un chillido.
— Debo llevarte a casa, pero en verdad quiero devorar tus labios —el pelinegro habló sin pensar, no podía dejar de ver los ojos del pequeño, estaba enamorándose de Frank, y no tenía motivos suficientes.
— Ray llegará tarde —dijo Frank, él también lo deseaba de una manera que no debía.
Ambos hacían sonidos obscenos con sus bocas, mientras Gerard estaba encima de Frank, los besos poco a poco iban bajando a su mandíbula y después a su cuello.
Gerard comenzó a pasar sus manos por debajo del suéter de Frank, pero el menor comenzó a darse cuenta de la realidad; y la realidad era que Gerard se avergonzaría de ver el cuerpo del menor en las condiciones en las que estaba.
— Detente —Frank le pidió y el mayor lo miró confundido; el menor ya tenía lágrimas en sus ojos.
— ¿Qué pasa, amor? —Gerard lo miraba con preocupación.
— No quiero que veas todos esos golpes o marcas feas... —Frank se veía tan frágil, pero Gerard besó su frente y negó.
— Eres perfecto, y quiero admirarte. Eres una obra de arte, bebé —Gerard fue quitando poco a poco el suéter negro, dejando ver sus brazos llenos de cortadas recientes y de cicatrices viejas, dejando ver su abdomen con hematomas.
— Dime que soy asqueroso —Frank tenía los ojos cerrados con fuerza.
— Eres tan precioso... —susurró el mayor, y besó a Frank, esa manera tan especial que ellos tenían para decir todo y nada a la vez.
Aquella tarde todo pasó. Desde el encuentro amoroso entre dos amantes perfectos, hasta la primera vez del pequeño Frank. Gerard había sido tan delicado con el menor, había dejado tantas caricias en el cuerpo de Frank. Ahora, ambos estaban en ropa interior jugando un poco de videojuegos.
— ¿Sabes? No me había sentido tan vivo en mucho tiempo —confesó Frank, se sentía tan en confianza con Gerard.
— Me encantas, Frank Iero —dijo el pelinegro, sonriendo con picardía.
— Te quiero, Gee —Gerard quedó sorprendido ante aquellas palabras, y, no era para menos, Frank no era de cursilerías de ese tipo.
— Yo también te quiero, enano —la emotividad terminó cuando escucharon que Ray aparcaba el auto, ambos se vistieron rápido, y la puerta principal se abrió.
— He llegado, y traje a una hermosa chica conmigo —dijo Ray, ambos dejaron los controles de la consola y bajaron; Ray estaba en el living junto a Lindsey.
— Oh, amor, tengo una noticia muy importante que darte —la chica se acercó a Gee y besó sus labios, había un brillo especial en sus ojos.
— ¿Te parece si me la cuentas más tarde, bebé?—ella asintió con una amplia sonrisa. Frank solo miró el suelo decepcionado al pensar que Gerard lo había llamado de esa manera antes, qué ingenuo fue.
— Muy bien, vamos a comer, debes contarme cómo estuvo tu primer día de clases y por qué tienes la cara hecha un asco —Ray miró a Frank confundido, pues los golpes no parecían ser accidentales.
— Pareces mi madre —bufó Frank, pues estaba ya harto y no sabía el por qué; pero a diferencia de otras veces, Ray estalló, abriendo la boca demás.
— Si fuera como tú madre, ya te habría dejado botado en la calle, ¿no es así, Frank? —Ray se dio cuenta de lo que dijo demasiado tarde, cubrió su boca con ambas de sus manos.
Frank dejó caer el vaso que tenía en sus manos, haciendo que los cristales cayeran al suelo en diferentes direcciones. Miró a Ray sin expresión alguna y solo se dirigió a su habitación de esa misma manera; Ray subió tras él, pero el menor ya se había refugiado bajo llave.
— Lo siento tanto, Frankie —dijo Ray apoyando su frente en la puerta, la culpa lo carcomía.
Frank, estaba en una esquina de su habitación cortando sus muñecas, pues Ray tenía razón, su madre lo dejó botado en la calle y Ray fue el único quien estuvo en su vida en los últimos meses; pero esas palabras habían dolido y más aún viniendo de aquel a quien llamaba mejor amigo.
Las razones para quedarse comenzaban a agotarse...
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reasons ; frerard
FanfictionFrank necesitaba razones para quedarse; Gerard quería dárselas.