II

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Silencio. Puede llegar a ser totalmente abrumador, lastima más que cualquier palabra, pero cura mejor que todas las medicinas y es tan incómodo como perfecto.

Cuando la persona con la que hablas se va repentinamente, como tu amigo del colegio si no asiste, te das cuenta de la soledad que te rodea, que te consume de a poco por cada segundo que transcurre sin que puedas detenerlo. Igual a una radio descompuesta en medio del camino al trabajo. El silencio te permite escuchar los pensamientos que tanto evades, y las ideas más peligrosas regresan a tu cabeza.

Cuando mi mesurado mejor amigo se marchó en busca de algo que pudiese ayudar a esta rutinaria ocasión, aquello que tanto miedo me genera regresó a pocos instantes.

Aún me encontraba recargado en el muro de la parte trasera de nuestro instituto, con la chaqueta debajo de mi cabeza a modo de almohada y permitiéndome observar un bonito árbol a quizá unos 10 metros de mí.

Si me ponía a reflexionar, nunca lo había visto de forma tan detallada y tranquila. En realidad, en contadas ocasiones me relajaba en ese lugar. Después de todo, esta sería la tercera vez que me atrapan aquí, si no contamos el resto de las golpizas en la mira de los profesores, en las aulas, en la biblioteca y en casa. Pero se veía lindo. Era un bonito árbol de cerezo.

Entonces algo interrumpió mis pensamientos. No. Alguien.

Pasos acelerados se escucharon acompañados de unos sollozos aproximándose sin intención de detenerse.

Al desviar mi mirada del bonito cerezo y dirigirla en dirección a los ruidos repentinos, pude distinguir a una chica, tapaba sus ojos con su antebrazo, pero aún notaba sus lagrimas escurrir por sus mejillas  y sus sonoros y entrecortados suspiros.

Debido a que no observaba nada a su alrededor entre lágrimas y la velocidad que estaba ganando, terminó tropezando con mis piernas que- aunque no estaban del todo acomodadas- seguían interponiéndose en el camino. Todo su delgado cuerpo acabó encima del mío, causando el dolor más intenso del día y unos escandalosos y dramáticos gritos en el ambiente.

Debí asustarla seguro, porque se levantó con velocidad y completamente apenada. Seguía destrozada, pero sus lágrimas parecían más de vergüenza por lo que acababa de suceder. Se puso de pie y comenzó a disculparse de forma desesperada y totalmente exagerada.

-¡Lo lamento tanto! ¡Lo siento, lo siento! ¡Discúlpame de verdad! ¡Estúpida! ¡Realmente lo lamento!- Se inclinaba y volvía a incorporarse una y otra vez. Sus ojos estaban totalmente cerrados y formando unas tiernas líneas en su rostro.

Sonreí. No pude controlarlo. Simplemente no pude resistirme a su bonito y absolutamente tierno aspecto. Se notaba tan arrepentida de su pequeño accidente y mi dramática respuesta que no me parecía más que graciosamente adorable.

Intenté levantar mi mano en señal de que no se inclinara una vez más, ya que no lo consideraba en absoluto necesario, y sobre todo, me avergonzaba causarle tal sentimiento, siendo que probablemente buscaba un lugar en el que pasar su pena sola pero Jeon Jungkook es el mejor estorbo del instituto y ya estaba ocupando ese sitio.

El dolor volvió al hombro, mucho más leve, pero no me arriesgue a elevarlo más por si acaso. Ella detuvo sus movimientos y una mueca de confusión se dibujo en sus labios. Inclinó un poco su cabeza, igual a un tierno cachorro cuando no entiende algo. ¿Por qué te viste tan tierna haciendo eso?

Diablos ¿Tan evidente soy?

Se acercó de nuevo y colocó una de sus manos en mi aún desacomodada pierna, específicamente en mi rodilla.

-Espero, no, por favor no toques mis piernas, no...

-¡Perdóname! ¡Perdón, lo siento, lo siento lo lamento!- Empezó a alarmarse de nuevo y seguro volvería a pedir disculpas si no la hubiese detenido antes de que se levantara.

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⏰ Última actualización: Jun 30, 2019 ⏰

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