En el apartamento número treinta de un edifico en la parte sur de la cuidad, habían dos personas viendo televisión esperando a que una mujer llegara a casa. Esas dos personas eran un niño de seis años y su padrastro. Ambos estaban sentados en el sofá viendo un programa para niños pequeños.El niño estaba concentrado en Bob el Constructor, su programa favorito debido a que su madre alguna vez le había dicho que su padre biológico había sido un arquitecto inigualable. Siempre quiso conocerlo, pero un accidente en CMS, la empresa para la que su padre trabajaba, causó su muerte, dejando un gran vacío en la familia. La más afectada había sido la madre, quien desde la muerte de su esposo había empezado a buscar a cualquier hombre para llenar ese vacío. Felipe, el padrastro que se encontraba en el apartamento, era el ejemplo perfecto de las malas decisiones que la mujer estaba tomando.
El hombre ya se estaba acabando su onceava lata de cerveza. Sus movimientos eran cada vez más torpes y su vista ya había empezado a nublarse, al igual que sus pensamientos. Él era una persona enferma, hacía rato que quería ver al pequeño niño debajo de su cuerpo, pero no había podido porque su madre había estado siempre presente. Sin embargo, hoy se encontraban solos.
Al sentir la mano del mayor tocar su pierna de manera inapropiada, el niño se asustó y se paró rápidamente del sofá. Tenía miedo. El menor nunca confió en su padrastro porque sabía que él muchas veces había golpeado a su madre. Pero no tenía idea de lo que iba a pasar a continuación.
Felipe sin estar en sus cinco sentidos, agarró al niño del brazo y lo jaló de manera brusca hasta su cuarto, lo arrastró hasta lanzar al pequeño en la cama. Esto no estaba bien y el niño lo sabía. El padrastro se montó encima de la cama, luego encima del niño y agarró sus muñecas para que no se moviera. El pequeño gritaba para que alguien lo ayudara, pero nunca nadie llegó a rescatarlo.
Estaba aterrorizado y se sentía impotente, su padrastro era mucho más fuerte que él, así que nunca lograría zafarse de su agarre. Miró al mayor a los ojos, esperando encontrar alguna pizca de compasión, pero lo único que vio fueron dos pozos negros profundos llenos de lujuria.
— Quédate quieto Julián, lo disfrutaré — Fue lo ultimo que escuchó antes de que su padrastro se desabrochara los pantalones, le enterrara la cabeza en la almohada y se desmayara del dolor.
Diana, una mujer joven que estaba caminando por el lado sur de la ciudad, acababa de salir de la cafetería en la que trabajaba y ahora estaba caminando hacia su hogar. Por error, no había llevado un saco, así que estaba temblando por el frío de la noche.
Su pelo oscuro le llegaba a los hombros y el maquillaje que se había aplicado en la mañana ya no estaba tan perfecto, pero seguía resaltando sus ojos cafés. Llevaba puesto un vestido verde y encima de este un delantal blanco, el cual era su uniforme de trabajo.
La mujer finalmente llegó al edificio en el que vivía y subió las escaleras yendo directo a su apartamento, el treinta. Cuando estaba a dos metros de la puerta, escuchó gritos agudos muy familiares que parecían ser los de su hijo, Julián. Alarmada, sacó las llaves de su bolso y las intentó meter en la cerradura, pero por la ansiedad se le cayeron al piso. Las recogió y abrió la puerta lo más rápido que pudo para después seguir el sonido de los gritos.
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Asylum [Zodiaco]
RandomEl Instituto Mental Cliff, hogar para aquellas personas en Clifford Valley que sobrepasan los límites de la cordura. El único lugar de la ciudad del cual nadie quiere enterarse. La mente adolescente, enfrentándose al estrés y a las tentaciones de l...