Asylum [Zodiaco]

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En la parte más lejana de Clifford Valley se encontraba el campamento de verano más famoso de la ciudad. Aquellos afortunados que disfrutaban de este lugar eran mayormente familias prestigiosas, cuyas fortunas eran suficientes para dejar a sus hijos por tres semanas en cabañas lujosas en medio del bosque.

Este era un día bastante especial, ya que todas esas familias llegarían con sus hijos para empezar el primer día del campamento. Habían niños y niñas entre los ocho y diez años entreteniéndose con todo tipo de juegos, mientras que los más grandes estaban más tranquilos y hablaban en grandes grupos sobre lo divertido que iba a ser el verano.

Algunos de los padres ayudaban a sus hijos a dejar las maletas en las cabañas y otros ya se despedían con abrazos y besos en las mejillas. Tristemente, también habían otros casos en los que los padres no habían llevado a sus hijos, en vez de eso, le habían dejado la responsabilidad a los choferes o a sus empleados.

Uno de esos casos era una niña solitaria que estaba sentada debajo de la sombra de un árbol. Tenía el pelo largo de color castaño, tan largo que incluso cubría la mitad de su cara. Tenía unos ojos color miel verdoso tan hermosos que hipnotizarían a cualquiera, escondidos detrás de de su pelo. Sin embargo, su expresión facial no reflejaba la misma tranquilidad que sus características físicas debido a los nervios que la habían llevado a alejarse en primer lugar.

Sus padres la habían obligado a ir al campamento para que socializara e hiciera amigos. Ellos querían que saliera más de la casa para no tener que estar cuidándola todo el tiempo y enfocarse más en la empresa familiar. Pero el problema era que a la niña le daba mucho miedo hablar con otras personas, en especial con niños de su edad. Le preocupaba enormemente lo que los demás pensaran de ella.

Un adulto encargado del campamento iba caminando tranquilo cuando vio a la niña que se había quedado apartada del resto, con una mirada triste. Le pareció extraño, ya que todos los demás estaban jugando y divirtiéndose, todos menos ella.

— Hola ¿Cómo te llamas? — Le preguntó a la niña mientras se acercaba a donde estaba.

— Luisa — Le respondió incómoda.

— Bueno Luisa, deberías ir a integrarte con los demás ¿No crees? —

— No quiero — Fue lo único que la niña le dijo, teniendo como consecuencia que el mayor hiciera un gesto de disgusto y se marchara.

Todos los veranos eran iguales y Luisa ya estaba cansada de tener que vivir lo mismo cada año. Sus padres la obligaban a ir a campamentos con la esperanza de que socializara con otras personas que no fueran Mariana, su única amiga.

A pesar de todas las oportunidades que tenía, ella nunca lograba socializar por miedo a que la lastimaran. Ya estaba harta de que sus padres no fueran capaces de entender lo que sentía, estaba sola y asustada. De no ser por Mariana, su miedo terminaría comiéndosela viva. Estos eran los pensamientos que pasaban por su cabeza cada día que estaba en el campamento.