Epílogo

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"Cuando la sangre de tus venas vuelva al mar, y el polvo de tus huesos regrese al suelo, quizás recuerdes que esta tierra no te pertenece a ti, sino que tú perteneces a esta tierra".

- Proverbio Sioux

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El latido acelerado de su corazón le hizo abrir los ojos de par en par, notando el sudor frío empaparle el cuello, incomodándole aún más de lo que estaba. Se incorporó en la cama con pesadez, pasándose las manos por la cara para intentar despejarse y calmar su respiración. No había sido capaz de dormir bien desde entonces, las pesadillas le atormentaban dormido y despierto, haciéndole vivir un infierno en vida desde que llegó a Inglaterra.

Había contado cada día vivido -o sobrevivido- desde que partiese de la tierra de Agoney. Cuatro largos años en los que lo único que le había mantenido cuerdo eran sus indomables ganas de volver a su lado. Intentaba pensar en su rostro, en sus facciones, su sonrisa y el brillo de sus ojos antes de dormir y al despertarse, aunque cada vez debía hacer más esfuerzos en poder recordarle al detalle.

Había silencio arriba, por lo que sería ya noche cerrada. Se volvió a dejar caer hacia atrás para tumbarse, aunque no quería cerrar los ojos, tenía miedo de que en cuanto sus dos filas de pestañas se tocasen, volviese todo a su cabeza. La celda, los golpes, el salón del trono, las acusaciones, el falso testimonio de Guix sobre lo ocurrido que, como él temía, fue dado por cierto a pesar de que una gran mayoría de colonos se acabaron poniendo de su parte para sorpresa suya.

No tuvo los ojos cerrados mucho tiempo cuando oyó el crujido en la madera constante y lentos de unos pasos. Alertado, cogió el estilete que tenía guardado bajo el mugriento colchón y lo sujetó con fuerza, esperando el momento en que la puerta se abriera y fuese descubierto.

- ¿Raoul?- un susurro muy fino, casi imperceptible -Soy Ricky

El rubio dio un suspiro que le desinfló los pulmones, soltando el estilete a su lado e intentó adaptar sus ojos a la oscuridad, aunque después de todo ese tiempo ya no le era difícil.

- ¿Qué ocurre? ¿Hay problemas?

- No, no, tranquilo- le calmó -es la hora

El corazón le dio un vuelco.

- ¿Ya? ¿Ya estamos?

- Casi, no puedo acercarme más o me saldré demasiado de la ruta, pero Charles me ha ayudado a prepararte un bote, lo tienes en cubierta con lo necesario para que llegues bien ¿Puedes levantarte?

Raoul dudó pero le ofreció la mano para que le ayudase a levantarse. Cuando estuvo en pie, sus piernas flojearon, haciendo que Ricky tuviese que agarrarle.

- Con calma fiera- bromeó -No quieras llegar antes que el bote

- No aguanto más aquí, necesito aire

Ricky le acarició la espalda con cariño.

- No esperes más entonces, vamos, los demás duermen ¿Lo tienes todo?

Raoul frenó, llevándose la mano al pecho y apretando con fuerza la figura de madera que colgaba de su cuello.

- Llevo todo lo que necesito

Subieron las pequeñas escaleras de la trampilla oculta en el camarote y, antes de salir a cubierta, le colocó una capa por los hombros para proteger su cuerpo, magullado y delgado, de la intemperie y la humedad de la noche. Miró a ambos lados y, cuándo comprobó que no había nadie, salieron del camarote principal y se dirigieron a estribor, donde Charles les esperaba terminando de asegurar los amarres del bote.

Colores en el vientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora