La vida es frágil y absurda

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—Eres un imbécil, G-Dragon—le dijo Lisa a su hermano. 

Estaban sentados a la mesa de la cocina de su amplio piso. Era una casa hermosa de altos techos y cuatro dormitorios llenos de luz. Tenía grandes vestidores y enormes bañeras con patas, pero no la habían renovado desde los años cuarenta. En las paredes rajadas se veían manchas de humedad y los suelos de madera estaban opacos y llenos de rayas. Había pelusas en los rincones y a lo largo de los rodapiés, como si fuera musgo. De tanto en tanto, Lisa y su padre, contrataban un servicio de limpieza para que adecentara un poco el sitio y el enorme gato de la familia, Sasuke, mantenía a las cucarachas a raya, pero la mayoría del tiempo el piso parecía un ático acogedor y descuidado. Era el tipo de lugar donde uno esperaría encontrar tesoros perdidos, como fotografías antiguas, zapatos viejos o huesos de la cena de Navidad del año anterior. Lisa comía medio pomelo y bebía una taza de infusión de menta. Desde que le había comenzado la regla, en primavera, comía cada vez menos. Ji-yong se preocupaba por los hábitos de comida de su hermanita, pero Lisa seguía tan activa y llena de energía como siempre,así que, ¿qué sabía él? Por ejemplo, no sabía que todos los días Lisa se compraba un bollo con pepitas de chocolate de camino al colegio.Ji yong comía su segundo donut de chocolate y bebía café instantáneo con leche en polvo y cuatro cucharadas de azúcar. Mientras desayunaba, Ji yong estudiaba el guión del corto de Park Bom, el corto en que supuestamente iba a actuar. Leía una y otra vez el mismo renglón, como un mantra: "La vida es frágil y absurda".

—¿Ni siquiera la quieres ver? —le preguntó Lisa.

Ji yong pensó en lo que había oído decir a Min Yoongi sobre Dara. No había querido creer nada de ello, pero si Dara tenía el aspecto de experiencia del que hablaba Lisa, quizá lo que decía Yoongi fuera verdad. Quizá Dara fuera la chica más puta, colgada y enferma de Corea. Se encogió de hombros y señaló la pila de hollejos del plato de Lisa.

—Qué asco —le dijo—. ¿No puedes comer un Kimchi o algo por el estilo, como una persona normal?

—¿Qué tiene de malo el pomelo? —preguntó Lisa—. Es refrescante.

—Pues verte comerlo no lo es. Es un asco —dijo Ji yong. Se metió el resto del donut en la boca y se limpió el chocolate de los dedos con la lengua, teniendo cuidado de no manchar el guión.

—Nadie te obliga a mirar —dijo Lisa—. Pero no me has contestado.

—¿Qué? —preguntó Ji yong, levantando la vista.

—Lo de Dara —dijo Lisa, apoyando los codos sobre la mesa y echándose hacia delante—. Sé que quieres verla.

Ji yong volvió la mirada al guión y se encogió de hombros.

—Da igual —dijo.

—Sí, claro, da igual —dijo Lisa, con un gesto de exasperación de sus ojos—. Mira, G-Dragon hay una fiesta el viernes de la semana que viene. Es algo elegante, de caridad, para salvar a los halcones peregrinos. Bueno, el tema es que  ya sabes que Dara y ella son amigas íntimas, así que por supuesto que Dara estará allí.

 Ji yong siguió leyendo el guión sin hacerle ningún caso a su hermana. Y Lisa prosiguió, sin hacer caso al hecho de que Ji yong no le hiciera caso.

—O sea, que lo único que tenemos que hacer es colarnos en la fiesta esa —dijo Lisa. Cogió una servilleta de papel de la mesa, la hizo una bola y se la tiró a su hermano a la cabeza—. G-Dragon, porfa —rogó—. ¡Tenemos que ir!

Ji yong apartó el guión y miró a su hermana con expresión seria y triste.

—Lisa —dijo—, no quiero ir a esa fiesta. Probablemente ese día este con Bom y con otros amigos, por cierto, ¿puedes dejar de decirme así?

—Pero ¿por qué, G-Dragon? ¿Por qué no quieres ir a la fiesta? —preguntó Lisa, dando puntapiés a las patas de la silla, como una niña pequeña.

Ji yong meneó la cabeza con una sonrisa amarga en los labios.

—¡Porque no nos han invitado! ¡Porque no nos van a invitar! Déjalo, Lisa. Lo siento, pero así son las cosas. Somos diferentes a ellos, lo sabes perfectamente. No vivimos en el mismo mundo que Sandara Park, Jennie Kim y todas esas personas.

—¡Oh, qué llorón eres! ¡Me pones negra! —dijo Lisa con gesto de exasperación. Se levantó y puso los platos en el fregadero, frotándolos con furia con una esponja. Luego se dio la vuelta de golpe, con los brazos en jarras. Llevaba un camisón de franela color rosa y tenía el liso cabello todo alborotado porque se había acostado con la cabeza mojada. 

—¡Me da igual lo que digas, yo iré a esa fiesta! —insistió.

—¿Qué fiesta? —preguntó su padre, apareciendo en el vano de la puerta.Lisa y Ji yong se lo quedaron mirando un momento en silencio. Luego, Lisa suspiró y se volvió hacia el fregadero.

—Nada —dijo.

Ji yong hizo una mueca irónica y se apoyó en el respaldo de la silla. —Lisa quiere ir a uno de esos refinados bailes de caridad la semana que viene —dijo.

Su padre cogió uno de los cigarrillos de detrás de su oreja y se lo metió en la boca. Jugueteó con él.

—¿A beneficio de qué? —exigió.

Ji yong se meció en la silla con una sonrisa auto suficiente. Lisa cerró el grifo y le lanzó una mirada furiosa, desafiándole a que prosiguiera.

—No te lo pierdas —dijo Ji yong—. Es una fiesta para recaudar dinero para esos halcones peregrinos que viven en la ciudad. Seguramente les construyan unas mansiones para pájaros o algo por el estilo. Como si no hubiera miles de personas sin techo a quienes les iría muy bien el dinero.

—¡Cállate, sabelotodo! —dijo Lisa, furiosa—.Sólo es una fiesta. Nunca he dicho que fuera una buena causa.

—¿A eso llamas una causa? —gritó su padre—. Tendría que darte vergüenza. A esa gente sólo le gustan esos pájaros porque son bonitos. Porque les hacen sentir que están en el bonito campo, como si estuvieran en sus casas de Connecticut o Maine. Son decorativos. ¡Típico de los que se dedican al ocio, inventarse una obra de beneficencia que no ayuda a nadie en absoluto!

Lisa se apoyó contra la encimera, miró el techo y desconectó de la voz de su padre. No era la primera vez que oía aquel sermón. Pero aquello no cambiaba nada. Seguía queriendo ir a la fiesta.

—Quiero divertirme, nada más —dijo con cabezónería—. ¿Qué tiene de malo?

—Lo que tiene es que te acostumbrarás a las tonterías de esas señoritas y acabarás siendo igual de falsa que tu madre, que se rodea de gente rica porque teme usar la cabeza —gritó su padre, con el rostro sin afeitar enrojecido—. ¡Joder, Lisa! Cada vez me recuerdas más a tu madre.

Ji yong se sintió mal de repente.

Su madre se había marchado a Praga con un conde o un príncipe o algo así y básicamente era una mantenida, dejando que el conde o el príncipe o quien fuera la vistiera y la alojara en hoteles por toda Europa. Lo único que hacía todo el día era ir de compras, comer,  pintar cuadros de flores. Les escribía dos o tres veces al año y de vez en cuando les mandaba un regalo. Para Navidad le había mandado a Lisa desde Alemania un vestido de campesina que era como diez tallas pequeño. No era nada agradable que su padre le dijera a Lisa que le recordaba a su madre. No lo era en absoluto.

Lisa parecía a punto de llorar.

—Déjalo ya, papá —dijo Ji yong—. No nos han invitado de todos modos, así que ninguno de los dos podría ir aunque quisiera.

—¿Ven lo que les digo? —dijo el padre, triunfante—. ¿Para qué quieres juntarte con esos snobs, eh?

Lisa miraba el suelo fijamente con los ojos llenos de lágrimas.

—Date prisa y vístete, Lisa—dijo Ji yong suavemente, poniéndose de pie—. Te acompaño hasta la parada del autobús.


GOSSIPGIRL1:Cosas De ChicasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora