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A la mañana siguiente, mientras la resaca te regala las primeras hostias, te das una ducha rápida y bajas a desayunar.
Buffet libre VIP. No está mal. La comida de allí parece de mejor calidad que la que compras en el supermercado de confianza de tu barrio neoyorquino.

Peter se pasea de un lado a otro, llenando hasta las trancas su plato con todo tipo de comida.
Te encuentras con Tony en la zona de zumos. Sus ojeras evidencian su falta de descanso y una resaca igual que la tuya.

—Buenos días, Stark.
—Hola, Ash—te saluda, dejando el vaso de cristal bajo el expendedor de zumo de naranja—. ¿Cómo has dormido?
—Poco y mal.
—Ya somos dos.

Te mira y arquea las cejas de manera cómplice. Te ríes, notando que te ruborizas, y le devuelves el gesto mientras te decantas por zumo de manzana.

—¿Y el brazo?—le preguntas, viendo que continúa sin moverlo.
—Jodido, pero en cuanto lleguemos a Nueva York le pondré remedio.

Otras miradas igual de cómplices. Stark recoge su vaso, ya lleno, y antes de alejarse se acerca a tu oído para susurrarte:

—Me muero por echarte otro polvo. Qué lástima que vayamos con el tiempo justo.

Se te eriza el vello de la nuca. Estupendo, Ashley Lewis. Si ya de por sí sueles levantarte por las mañanas algo animada a nivel sexual, Tony Stark acaba de ponerte a cien con sólo dos frases.

Os sentáis junto a Peter. Suerte que el muchacho vive en su propio mundo y no se percata de nada.

—¡Esta misión ha sido una pasada, señor Stark! ¡Mejor que la aventura de Bilbo Bolsón!
—Está bien, muchacho. Ahora...
—¿Cuándo será la siguiente?
—De momento, lo importante es acabar de desayunar y largarnos rápidamente al aeropuerto. Happy nos estará esperando allí. Ya hablaremos de eso en otro momento.

—

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—...y aquí tenemos al señor Stark roncando mientras volamos de vuelta a casa—comenta Peter, enfocándolo con la cámara de vídeo y haciendo zoom a su rostro.

Visto que sigue en su empeño por grabar todo cuanto acontece, y teniendo en cuenta lo poco que has dormido, tú también reclinas tu asiento y cierras los ojos para recuperar horas de sueño. Sabes que Peter tardará poco en filmarte de la misma guisa que Tony, pero te da igual. Sólo deseas dormir.


Pasas casi todo el trayecto durmiendo. Te despiertas cuando apenas faltan veinte minutos para el aterrizaje.
Al salir, montáis en el Lamborghini, Happy en el asiento del conductor y Peter, Tony y tú detrás, en ese orden, tocándote el lado de la ventanilla derecha del coche.
Viendo que el chico continúa grabando constantemente, el genio le propone grabar un vídeo para su tía:

—¡Ey, May! ¿Qué tal? ¿Qué llevas puesto? Algo escotado, espero.

Peter arruga la frente ante el comentario, y a ti te sale darle un golpe en el hombro sano. Tony agacha la cabeza y se ríe.
En el segundo intento se monta bien la coartada, argumentando que todo el mundo se sorprendió con el trabajo que hizo el chico.

Cuando Happy detiene el coche junto al edificio donde vive Peter, y Tony le manda sacar la maleta, Peter mira a su mentor con ojos cargados de ilusión.

—¿Me puedo quedar el traje?
—Los trajes son para vosotros—os dice, mirándoos a ambos a través de sus gafas de sol—. Claro que podéis quedároslos.
—Menos mal. Odiaba el traje cutre de PVC que me hice. Parecía una estrella del porno.
—Sin el traje también—murmura Stark.

Peter parece haber captado algo, pero prefiere hacer la vista gorda. Le pregunta al multimillonario cuándo tendrán la siguiente misión, a lo que él se limita a responderle que alguien le llamará.
Entonces, se acerca a él para darle un abrazo. Ves que Peter se lo devuelve y, entonces, Stark aclara:

—No es un abrazo. Te estoy abriendo la puerta. Aún no hemos llegado a ese nivel.
—Oh...

La cara de vergüenza de Peter es tan divertida que necesitas taparte la boca con la mano para retener la carcajada que te ha subido por la faringe

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La cara de vergüenza de Peter es tan divertida que necesitas taparte la boca con la mano para retener la carcajada que te ha subido por la faringe.

Os despedís de Parker, que os dice adiós con la mano mientras Happy arranca.

—Es muy entusiasta, ¿no te parece?—te pregunta.
—Todo lo entusiasta que puede ser un adolescente de quince años.
—Ya. No le pienso llamar.
—¿Qué?—Eso no te lo esperabas.
—Tenías razón, Ash. Me precipité reclutándole. Es muy joven aún. No es consciente de lo que pasa ni del peligro que corre. Es mejor que siga entrenándose con pequeñas misiones en Nueva York, que también tienen su riesgo, pero sus enemigos están muy por debajo de su nivel.
—Pero le has dicho que le llamaréis—le recuerdas.
—Para que mejore y se esfuerce necesita una motivación, ¿no? Además, no he especificado cuándo le llamaremos.

Te cruzas de brazos, mirándole con reprobación.

—Eres muy cruel, Anthony Edward Stark.
—No te haces una idea, Ashley Mary Lewis.

Os detenéis delante de tu edificio. Stark se acerca a ti.

—¿También me vas a abrir la puert...?

Te deja con la frase a medio acabar cuando su boca se encuentra con la tuya, dándote un lento y apasionado beso. Happy os mira desde el asiento del copiloto, preguntándose mentalmente por qué no ha pedido ya un aumento de sueldo con todo lo que tiene que hacer y aguantar.

Cuando os separáis, tienes que hacer grandes esfuerzos por no ser tú quien se lance contra su boca. A alguien como Tony Stark, lo menos que le puedes dar es comida para su ego.

—Supongo que a mí también me llamarás, ¿no?—dices con retintín—. Espero que sea de verdad.
—Claro—asiente—. Me esperan unos días difíciles, pero seguramente te necesitaré en mi equipo pronto. Hasta entonces, procura no meterte en líos.
—Eso dependerá de si Dana complica mucho la partida—bromeas, apelando al hecho de que tu vida no es precisamente peligrosa.
—Dile de mi parte que sigo interesado en esa partida de la que hablamos. No ahora, pero más adelante.
—Hecho—Abres la puerta y pones un pie fuera—. ¡Adiós, Happy!—lo despides, viendo cómo el chófer rueda los ojos—. Y Tony... Por favor, cuídate ese brazo.

A dos bandas (Tony Stark, Steve Rogers y TÚ) ¿A quién elegirás?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora