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Tony no parece estar cerca. Lo llamas, esperando escuchar su voz a través del sistema de sonido, pero no responde. Debe de estar dormido o trabajando fuera de la Torre.
Le dejas un mensaje al Whatsapp, indicándole que debes ir al hospital a cambiarte la escayola.

—La mano se está curando más rápido de lo que pensaba—te dice el médico, examinando la radiografía a través de sus gafas de media luna—. La fractura inicial no registraba gravedad, así que tampoco es algo que deba extrañarnos—Te mira, sonriendo con amabilidad—. Vamos a quitarte la escayola y ponerte una venda.

Cuando acaba, sales de la sala. Steve está fuera, esperándote.

 Steve está fuera, esperándote

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—¿Quieres bajar a desayunar?

Y te lleva al comedor del complejo, una estancia acogedora. No es tan grande como las salas de la Torre Stark, pero se respira más familiaridad sin duda.

Saludas a Natasha y Samuel. Se acercan a preguntarte cómo está tu muñeca, y al cabo de unos minutos te despides de ellos quedándote a solas con Steve, que ha preparado un par de tazas de café y unas tostadas con mermelada de acompañamiento.

—¿Qué era esa larga historia que tenías que contarme?—te pregunta, partiendo un trozo de tostada y mojándola en el café.

No se le ha olvidado. Tienes que contárselo. Steve se ha portado demasiado bien contigo como para seguir mintiéndole.
Y así lo haces. Le explicas que ahora trabajas para Tony como su asistente personal. Omites todos los detalles que consideras que no importan, como el hecho de que te lo follaste en Alemania y que estuviste dos meses enfurruñada porque no te envió ningún mensaje. Te limitas a contar lo meramente profesional. Steve es un amigo. No tienes por qué contarle nada más.

—Steve, ¿te... molesta que trabaje para Tony?
—En absoluto—responde, y ves en sus ojos que está siendo sincero—. Al contrario, me alegro por ti.
—Es que... como Tony y tú estáis enfadados...
—No estoy enfadado con él—niega—. Es Tony quien no me habla.

Bebes de tu café y le das un pequeño mordisco a la tostada.

—¿Puedo preguntarte qué fue lo que pasó la última vez que os visteis? Cuando volvimos de Alemania, Tony fue a buscar de nuevo a Barnes, pero no sé nada de lo que pasó.

Steve te cuenta todo desde el principio: la explosión en Viena no la provocó Bucky, sino Zemo, un sokoviano que asesinó al psiquiatra encargado de interrogarle cuando le capturaron, y que buscaba la destrucción de Los Vengadores por el fallecimiento de su familia en Sokovia.
Como Zemo era una persona normal, sin ningún poder especial, y sabía que no podía competir contra Los Vengadores, decidió enfrentarles para que se destruyeran entre ellos.
Y, para ello, hizo que Tony visionara un vídeo del accidente de coche de sus padres, grabado desde una cámara de seguridad, donde se veía al Soldado de Invierno, controlado por H.Y.D.R.A., asesinándolos a sangre fría. Aquello había desatado la furia de Tony, protagonizando una fuerte pelea contra Steve.

—...desactivé su traje, dejándolo en el suelo, y me dijo que el escudo lo había diseñado su padre, que no me lo merecía. Se lo dejé allí y hui con Bucky. Poco después, le mandé aquella carta que no respondió.
—¿Puedo preguntarte dónde está Barnes ahora?—Lo notas en su mirada: la desconfianza, y sientes cómo duele—. No voy a decirle nada a Stark, Steve. Te lo juro por lo más sagrado.
—Aunque se lo dijeras...—sonríe—. No podría entrar allí. No, no podría—Ante tu gesto de dudas, te saca de ellas—. Está en Wakanda. Decidió someterse de nuevo a la criogenización hasta que descubran cómo quitarle eso que tiene en la cabeza.
—¿El pelo? Conozco a un buen peluquero.

No se esperaba esa broma tuya, y suelta una carcajada. Te ríes con él, pero al mirar la hora en tu teléfono te das cuenta de que se te está haciendo tarde.

—Debo irme. Mis obligaciones como asistente personal de Stark me esperan.

Engulles el desayuno rápidamente y te levantas, acercándote al rubio para darle un sincero y sentido abrazo.

—Mil gracias por todo, Steve. Eres un amor. Tu secreto está a salvo conmigo.
—Suerte aguantando las excentricidades de Tony—bromea, devolviéndote el abrazo y acariciándote con cariño el cabello.
—Descuida. Sólo llevo una semana, pero creo que ya estoy acostumbrada.

Acostumbrada estás. Y no es que la personalidad complicada de Tony te suponga ningún problema.
El único problema en todo esto es que no tienes tiempo para nada más que no sea el trabajo. Las pocas horas libres de las que dispones las gastas en ver series o películas tirada en el sofá, o en otras actividades que no requieran ningún esfuerzo físico.
Durante el siguiente mes, no tienes tiempo ni energías para quedar con Rogers, pero no faltas a la cita nocturna de llamada telefónica antes de dormir:

—...y me hizo decirle al magnate aquel, de su parte, que le importaba "tres cojones" el dinero que pudiera ofrecerle, ¿te lo puedes creer?—le cuentas, tumbada en la cama, rememorando las últimas anécdotas vividas como asistenta de Stark.
Me lo creo. Es muy propio de él—se ríe.
—Y su último capricho ha sido adquirir el antiguo quinjet que utilizaba S.H.I.E.L.D. No lo quiere para nada, pero dice que se le ha antojado. Es un niño grande. Un mimado caprichoso.
Por lo demás, ¿todo bien?
—Sí, cansada. Lo de siempre, ya sabes—comentas sin mucho entusiasmo—. Y con un buen sueldo. Creo que aguantaré todo lo que pueda aquí, y cuando haya ahorrado lo suficiente como para retirarme a vivir la vida a las Maldivas, seré otra más en su lista de asistentes que dimiten.

Le oyes reírse otra vez, y sonríes. La risa de Steve se está convirtiendo en tu bálsamo de la felicidad, transmitiéndote tranquilidad y alegría a partes iguales. Además, es contagiosa.

—Oye, Steve—Bostezas—. Voy a dormir, ¿de acuerdo? Que tengas muy buena noche.
Tú también, Ash. Cuídate. Que sueñes cosas bonitas.

"¿Cómo tú?", quieres decirle, pero no tienes valor para hacerlo.

Cuelgas y suspiras, mirando al techo. Pareces una maldita adolescente hormonada.

A dos bandas (Tony Stark, Steve Rogers y TÚ) ¿A quién elegirás?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora