Capitulo IV Chicago

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Nunca fui una buena persona, nunca he sido ni seré una buena persona y así es como es.

Cuando era pequeño siempre espere que madre y padre me abrazaran o besaran como hacían el resto de padres con los niños de mí edad, que asistieran a las graduaciones, a las reuniones escolares, incluso que me regañaran o gritaran por cualquier mínimo error.

Pero nunca pasó.

Mis hermanas nacieron y ellos parecían ser los más felices del mundo, jugaban con ellas, les daban regalos, iban al parque de atracciones, asistían puntuales a sus reuniones y graduaciones escolares. Yo siempre fui dejado de lado, no quería admitirlo pero estaba celoso. 

Las odiaba por arrebatarme lo que por derecho me pertenecía.

Pero aquel día, cuando las encontré casi muertas en su departamento mi corazón se oprimió y un infinito temor me dominó.

La cara de Kururi me sonrió y Mairu la siguió, las tomé entre mis brazos, prometí que estarían bien. Y por primera vez supe que las amaba con todo mí ser, eran mis pequeñas hermanas. Ambas me dijeron que me amaban también y luego... Su respiración cesó. Había sido un completo idiota por ponerlas en peligro, mis hermanas habían muerto en mis brazos a causa mía.

No podía soportarlo, así que huir de Japón fue mi única manera de conllevarlo y expiar mis pecados.

Cuando me establecí en Chicago las primeras visitas que recibí fueron mis padres, aunque estaba un poco feliz al principio de verlos ahí mostrándome un poco de atención, sabía que no me darían el afecto que me debían, pero quería creer, nunca me habían mirado como aquel día lo hicieron... Con sus ojos llenos de odio y dolor.

—Desde que te tuve en mi vientre supe que eras un monstruo, un ser despreciable—pronuncio mi madre—sabía que debí abortarte en cuanto tuve oportunidad.

Mi madre resulto embarazada a los 16 años de edad, arruine por completo su vida incluso antes de nacer.

—Eres una decepción para nuestra familia. No vuelvas a pisar nuestra casa o a llamarnos nunca más, tampoco digas que nos conoces—el rostro de mi padre era serio y duro, un muro impenetrable de frialdad—¿Cómo pude tener un hijo tan terrible? ¿Cómo pudiste quitarme lo que más amaba en la vida?—mi corazón no lo tolero, es que acaso ¿yo nunca fui amado por él?

Me levanté y caminé hasta ellos, me arrodille completamente hasta pegar la frente en el suelo y suplique su perdón, su misericordia, no quería estar solo. Incluso bese sus zapatos rogando su comprensión. ¡No era mi culpa! ¡No fue mi culpa!

Pero mi padre me levanto del cuello de la camisa, me miró con repudio y dijo: sería mejor si estuvieras muerto. Así, podríamos vivir en paz y mis amadas hijas podrían descansar en paz.

Aquel día Namie y Mikael habían ido a hacer las compras, así que no se encontraban en la casa, luego de que se fueran mis padres tome un cuchillo del cajón de la cocina, subí hasta el baño y dejé llenar la tina con agua, cerré la puerta con seguro y me sumergí en la bañera, recuerdo enterrar la punta de aquel filoso metal en mi piel y guiarlo hacia arriba de mi ante brazo sobre mi vena, la sangre emergió presurosa, el dolor poco a poco lo olvidé y me deje ir al fondo del agua con forme una sensación de sueño me invadió.

Todo se volvió oscuro completamente, fueron como un par de segundos y en cuanto abrí los ojos, estaba en el hospital, ahí estaban Namie y Mikael, tan felices de que estuviera vivo, pero eso solo hizo que me odiara más.

Los meses que siguieron trate desesperadamente de terminar con mi vida a como diera lugar, pero siempre fallaba por causa de la intervención de Mikael o de Namie. Comencé a escribir sobre lo que viví en el mundo, mas como una carta de despedida que un diario -por si alguno de mis intentos suicidas llegaba a funcionar- sobre las cosas y las personas que siempre estuvieron a mi alrededor, los sentimientos que tuve y ellos tuvieron hacia mi, las preocupaciones que había en sus ojos, los malos y buenos recuerdos acumulados. Las noches largas sin poder soñar y los días tan cortos sin vivir, ya no era quien fui, ya no era quien se suponía debía ser. Solo un molde vacío era.

Un día Mikael trajo un elegante piano de cola Yamaha a su casa, lo instalo en la sala, al principio no me acerque en absoluto a él, trataba de evitarlo por completo. Cuando era niño un anciano me enseñó a tocar el piano, estaba fascinado por su sonido y su imponente figura, le enseñe a mis hermanas cuando tuvieron edad pero no tuvieron paciencia suficiente para comprenderlo. Mikael lo sabía, por eso, adquirió uno para que pudiera lidiar de otra manera con mis emociones, pero solo lograba atormentar con los recuerdos de las clases de piano de mis hermanas.

Una madrugada desperté de otra pesadilla, Namie estaba a mi lado, pero su cansancio era evidente, por mi culpa no podía dormir bien la mayoría de las noches y no podía ir a trabajar por el miedo de dejarme solo en casa. Todo por mi culpa. Silenciosamente me retire de la habitación y baje a la sala. Me senté al piano y mis manos temblorosas oprimieron cada tecla, Sonata al chiaro di luna era lo que sonaba en toda la sala, recuerdos de mis hermanas cuando éramos niños me invadieron por completo, los días soleados comiendo helado en el jardín de la casa, los días lluviosos refugiados junto a la chimenea leyendo, los días de invierno creando muñecos de nieve, los días que pase con Shinra, Kadota y las persecuciones de Shizuo. Los días... en que era feliz.

Las lágrimas no dejaban de salir, trate de contener mi voz lo más que pude para no despertar a nadie. 

Las cosas mejoraron después de aquella noche.

Mikael me presento ante su jefe, en CEO de una empresa de entretenimiento y dueño de las mejores disqueras del país, le gusto mi apariencia y me incluyo en clases de modelaje, en secreto, había comenzado a escribir pequeñas partiduras para piano y guitarra, cuando el CEO las descubrió me pidió reproducirlas y si podía escribir la letra, aunque Mikael le mostro ese "diario" de donde muchas de mis canciones provinieron. 

Me volví alguien famoso y muy querido, pensé que eso era lo que necesitaba.

Y sin embargo, ahora que estoy de vuelta en Japón, no puedo dejar de sentir un extraño vacío en mi pecho.

El concierto de K ha comenzado hace un par de horas, hay miles de personas reunidas ante el escenario sosteniendo luces led, gritando y disfrutando de las bandas y nuevos talentos. Estoy aun lado del escenario detrás de las cortinas que lo adornan y cubren al staff, puedo ver parte del público desde aquí, en especial la zona VIP frente al escenario. Ahora tengo unos terribles nervios de salir.

Le di los boletos a Shizuo con la intención de que trajera a los niños de Raira y a Kadota junto a su grupo, ¿Cuál fue el resultado? En los asientos se encuentran Shizuo, Varona, Akane-chan, Anri, Mikado, Kadota, Celty y Shinra, ¡demonios! ¡¿Por qué invito a Shinra?! ¡¿Acaso no entendió la indirecta de hace dos días?! Aunque nunca le dije a quien no podía traer ¡pero no es excusa!

Un movimiento me descoloca, me fijo en aquella rusa sentada junto a Shizuo que lleva ropa casual y a la vez elegante, usa un escote en V, ya es tarde, debe tener algo de frío y no soy el único en notarlo, Shizuo que sorpresivamente no lleva su traje de barman, sino jeans con una camisa blanca, le cede su chaqueta a Vorona, pasándosela por los hombros y ayudándola a ponérsela.

Realmente es doloroso verlo siendo tan amable con ella, me hace sentir como si yo no existiera o no significara nada para él.

—¿Qué haces aquí? —cuestiona Mikael a mi lado sorprendiéndome—estas rojo, ¿te sientes mal? —me he avergonzado de mis propios pensamientos, aunque somos amigos ahora, a Shizuo no debe importarle mucho lo que piense yo respecto de él.

—Nada, estoy bien. Solo me emociono ver a la gente—me pasa el brazo por los hombros y me devuelve al camerino—¿Crees que lo haré bien? ¿Y si me caigo o canto mal?

—Lo harás fenomenal, nunca te equivocas a la hora de cantar y bailar. Por cierto,  ¿qué hiciste con el resto de los boletos?—saca de la maleta el traje que usaré—pense que los enviarías a tus padres, siempre lo haces.

—Se los pase a un amigo de Ikebukuro, creí que no vendría pero está entre el público muy animado—me ayuda a cambiarme de ropa.

—Ya veo. Aunque yo siempre estoy animado desde el amanecer hasta el anochecer solo de saber que puedo verte—arregla mi cabello hacia atrás—y ayudarte. Si fueras mío jamás estarías solo.

—Es cierto. Pero te compartiría con otros cinco tipos ¿No? Me gusta la exclusividad—sonrió sarcástico, pero hace una mueca de enfadado.

—Si fueras mío jamás te engañaría, sería fiel a ti por el resto de mi vida—su mirada es seria en absoluto, sé que no miente, pero no puedo aceptar sus sentimientos, alguien como yo no tiene ningún derecho para permitirse amar.

Llaman a la puerta. Es hora del show.

My Fault   (Mi Culpa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora