Reflexiones de un imbécil

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Hoy mismo iba en el coche y pensaba en una única cosa: los ojos. Yo miro mucho a los ojos, todo el rato. La gente confía en mi porque el 80% del tiempo miro a los ojos de la gente, no esquivo su mirada. Y es que, me encanta sumergirme en océanos de sensaciones ajenas. Pedirle a los demás que me cuenten algo, y captar todo lo que transmiten cuando hablan a través de sus ojos. Un leve movimiento de la pupila puede revelar kilómetros de abrazos y buenos momentos en idílicos paisajes. Da rabia que a veces la gente solo se fije en los ojos cuando son ojos azules claros claros claros. Echo de menos poder bucear en una piscina negra rodeada del blanco de los faroles que la iluminan. O mejor aún, pasear por un prado verde que se encuentre en una nube del color de la nada, eso sería genial. Echo de menos buscar por todos lados, y que mis amigos me peguen una colleja porque saben lo que busco. Echo de menos que alguien me deje de verdad mirar profundamente sus secretos. Porque no sé si tñu me dejarás, lo dudo, precisamente, por tus ojos. Unos ojos que, por lo que sea, casi no puedo ver. Siempre miro a los ojos, pero solo reconozco el color de las personas a las que de verdad quiero. Muchas veces los míos se quedan con ganas de despedirles guiñándote una sonrisa. Sé que, previsiblemente, el día en el que nuestros ojos se reflejen el uno con el otro estará lejos, e incluso no estará, pero ardo en deseos de que estemos un día mojados por la lluvia, y la unión de tus ojos y mis ojos, sea fatal y perfecta.

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