El Concejo de los Antiguos.

37 3 0
                                    

Lucian comenzó a caminar frente a mí adentrándose en la fronda. Yo me había quedado paralizada en el lugar en donde estaba. No me arrepentía de mi decisión, pero a pesar de eso, no podía dejar de temer. Era como si la oscuridad se cerniera más y más sobre mí, irremediable... y a pesar de que mi cerebro le ordenaba a mi cuerpo que huyera, yo debía encontrar la fuerza para dejarla consumirme. Mientras ella me devorara a mí, él estaría a salvo. Mientras las sombras no se tragaran a los ojos azul zafiro, mi vida habría tenido sentido.

Cuando notó que no lo seguía regresó sobre sus pasos.

- Vamos, pequeña... -me urgió tendiendo su mano, esbozando una sonrisa tan dulce que desencajaba con la imagen que todavía digería de él: la de sus colmillos desplegados y sus ojos sedientos de mi sangre.- Tengo que presentarte ante los Antiguos o ellos no abalarán mi promesa. Aún quieres que el león sobreviva... ¿verdad?

¡Claro que sí! Eso era todo lo que quería, que Raine pudiera irse a casa.

Tomé su mano con renuencia al principio, pero luego, cuando empezó a describir círculos con su pulgar sobre el dorso de mi mano, mirándome con esa expresión suave y dulce que lo asemejaba tanto a un ángel, toda la intranquilidad se disipó. Intuía que Lucían, con sólo posar sus ojos en mí, podía hacer que le obedeciera de propia voluntad. ¿Sería eso alguna clase de poder vampírico?

Sonrió con toda la boca ante mi pensamiento y se acercó para tocar con sus labios mi mejilla. Su aliento frío helado me puso la piel de gallina.

Caminamos por el sendero que ahora podía ver claramente. La vegetación se bifurcaba más adelante y tomamos el camino de la izquierda. Lucian volteaba cada pocos segundos para sonreírme. Nunca soltó mi mano y al tiempo, ya no me pareció fría: la piel se me había entumecido.

- Sé que temes a lo que encontrarás en el campamento base -murmuró con la vista al frente-. Pero no tienes por qué hacerlo. Yo me haré responsable por ti y nadie se atreverá a cuestionarme-aseguró.

- ¿Por qué debes presentarme ante ellos, entonces? -le desafié.

- Ya te lo dije: nuestra sociedad es muy organizada. Nadie osa desobedecer a los Antiguos. Son las bases sobre las que se cimentan milenios de cultura y civilización. Las reglas se respetan y las transgresiones se pagan con la vida, o la "no- vida"... o lo que sea que nosotros atravesamos...-comentó como si le restara importancia.

- ¿Pero, por qué tienes que presentarme? - increpé aún confundida.

- Porque pretendo quedarme contigo... -murmuró en tono pícaro, guiñando un ojo- Ya es suficientemente malo que seas un híbrido como para que encima le pida a Ambrose que te convierta sin que el Concejo sepa de ti. Te matarían sin un segundo de meditación...

¿Y eso sería tan malo? A mi ya no me importaba que hicieran conmigo.

Después de todo, yo dejaría de ser yo. No recordaría a nadie, ni a nada... Esperaba que ni a mí misma.

Raine ya no amaría a esa cosa en que me convertiría. Él era muy listo. Si se cruzara conmigo en la calle, en un futuro, huiría de mí. Sabría con sólo mirarme que ya no era yo, que me había convertido en un monstruo... y se pondría a salvo, él y a todos cuantos amo.

Sí, podía contar con que Raine los mantendría vivos por mí.

Oh Dios, Raine... qué poco he disfrutado de ti. Cuánto hubiera deseado darme cuenta de que te amaba antes...

- ¡Basta! -bramó Lucian mientras se volteaba hacia mí, encrespándome los nervios con el sobresalto- ¡Ya no lo soporto! ¡Raine! ¡Raine! ¡RAINE!... Es como el goteo de una canilla o el tic tac del reloj cuando tienes prisa... ¡es un fastidio! ¿Es que nada tiene sentido para ti sin él? ¿Cómo es posible que ignoraras lo que sientes hasta unas cuantas horas atrás y ahora él sea el mero centro de tu existencia?

La caza del león azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora