Sueños

76 9 2
                                    

No sabia en que mNo sabia en que momento habíamos llegado a casa, pero el conductor nos dijo que estábamos en nuestro destino.

Mi mente estaba en blanco no podía pensar en nada, miré a Sota y me di cuenta de que él igual estaba en su propio mundo.

De pronto memorias volvieron a mi cabeza, las cosas que habían pasado en la mañana, las sonrisas antes de que pasara la tragedia, las bromas entre Sota y yo, a mamá sonriendo antes de irse a su colegio, era algo que hacia doler su corazón.

Cuando cruzamos la puerta de nuestra casa, todo estaba en silencio, Buyo nos salió a recibir con su típico maullido enredándose en nuestras piernas, Sota lo acaricio con tristeza, Buyo igual que nosotros dependía de mamá, cada que la familia se iba, Buyo era el único que se quedaba con mamá.

— Hermanita, no quiero dormir solo - me hablo Sota.

— Tranquilo... no te dejare solo— respondí con una sonrisa triste — Porque esta noche no descansemos en el cuarto de mamá — Propuse.

Sota asintió y subió las escaleras con Buyo por detrás.

— Mamá, ayúdame a ser fuerte para Sota - cerré los ojos y apreté los puños. - Ya basta, tengo que ser fuerte — me recrimine.

— ¡Hermanita, tú no te alistaras! - pregunto Sota desde arriba.

— ¡Si, ya voy! - Conteste. — y subí las escaleras.

Sota, ya se encontraba arropado cuando entre en la habitación de mi madre, yo solo me acomode a su lado para poder dejarlo descansar.

Me encontraba en un lugar extraño, había un chico a mi lado, junto a otras personas, me pareció reconocerlas, pero mi vista se desvió a un hombre al cual no podía ver su rostro, él tenía puesto un kimono azul, con franjas amarillas y moradas, de su espalda salían extensiones como patas de araña y se encontraba dentro de una esfera rosa y tenía atrapada a mi madre. Un chico con cabello platinado hablo y me dijo algo, y yo saque una flecha disparando a donde se encontraba aquel hombre, cuando la flecha intento atravesar aquella esfera rosa, me desperté.

— ¡Hermanita, despierta! — alguien grito a mi lado.

— Mmm, ¡que paso! — me levante sobresaltada.

— Alguien lleva tocando la puerta desde hace un buen rato — Hablo Sota.

— Espera aquí Sota — ordene.

Me metí a mi habitación, para poder observar quien era, saqué la cabeza por la ventana que daba al patio.

Inuyasha, y mis demás amigos se encontraban en la puerta de mi casa. Mi sonrisa apareció cuando los vi, en especial cuando logré divisar a un chico con cabello platinado.

Baje corriendo las escaleras y me prepare para recibirlos. Solté unas cuantas lagrimas antes de abrir la puerta, ayer me había dado cuenta de que debía ser fuerte y que de nada servía llorar, me limpié las lágrimas y abrí la puerta mostrando una de mis mejores sonrisas.

— Aome, nos enteramos de lo sucedido y vinimos a ver como estabas — hablo Sango.

— Entiendo — respondí — gracias por la visita, pasen — me hice a un lado para dejarlos pasar.

Todos entraron y el ultimo en pasar me miro de reojo, un tanto serio, pero no desvió su mirada hasta llegar a uno de los asientos que se encontraban en mi sala.

No sabía cómo había quedado en esta situación, pero Seshomaru y Inuyasha se encontraban a mi lado ayudando a servir té para los demás.

Inuyasha se encontraba preparando unos panes con mermelada que tenía, mientras que Seshomaru se encontraba acomodando las tasas en un platillo para poder llevarlos.

Mi vida junto a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora