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Se colgó del cuello del oso. Este comenzó a sacudirse para intentar quitársela de encima y Liane salió despedida unos metros dándose un golpe con una roca en la cabeza. Cuando se incorporo vio a  aquella criatura acercándose a ella, en el momento en el que vio que se le echaba encima, abrió las alas y ascendió todo lo rápido que pudo, pero no fue suficiente y el oso le agarro el pie con la boca, atrayéndola hacia él. Estuvieron enzarzados en una dura pelea, en la que se veía claramente que Liane perdía. De repente sintió que se ahogaba, el oso le había clavado lo colmillos en el cuello. Liane puso las manos en las fauces de la bestia e intento abrirle la boca. Se sorprendió al notar que funcionaba y que la presión en su cuello se desvanecía. Le propino una patada en el pecho y le araño la cara, dejándole una gran marca, y al ver que ganaba un poco de espacio volvió a intentar volar.

El suelo desapareció bajo sus pies y se alejo del oso que saltaba intentando atraparla. Ahora que estaba fuera de su alcance, Liane observo con más detenimiento a aquella criatura. Si que parecía un oso, aunque tres veces más grande que uno normal. Movía las dos colas como si fueran látigos, de un lado al otro. Pero lo que más le llamó la atención fueron los ojos, demasiado expresivos para pertenecer a un animal, cargados de rabia pero también de inteligencia. Liane se alejó de allí, hasta el otro lado de la Isla, lo más lejos que pudo del “oso”.

La Isla no era demasiado grande, por lo que no le costó llegar al otro lado. Divisó a lo lejos un pequeño lago. Fue hacia él, y al aterrizar noto un gran dolor en la pierna derecha que le hizo caer. Se la había roto en la pelea. Miró a su alrededor, había una gran cascada, totalmente vertical que echaba el agua en el lago. Este no era demasiado grande, pero si parecía profundo. Se arrastro hacia él y se metió dentro, en la parte menos profunda, sentándose en una roca y relajando todos los músculos. Miro su propio reflejo en el agua. Su aspecto no había cambiado demasiado, sus ojos verdes ahora brillaban más, como si tuviesen luz propia, y tenia cuatro cuernos en la cabeza, dos largos y al lado de estos otros dos más cortos. También tenía los colmillos el doble de largos. Y aparte de esto, las alas y las garras no había cambiado nada más físicamente.

Cuando se aburrió de contempla su reflejo hecho la cabeza hacia atrás y miró hacia arriba. Sobre ella habia un cielo oscuro, adornado con pequeñas estrallas como diamantes. reconocio a  la osa mayor, a la estrella polar. Tanto tiempo estuvo mirando que poco a poco sus ojos se fueron cerrando y cayó en un profundo sueño.

∞∞

Se despertó cuando el sol la deslumbró. Seguía dentro del agua y su piel estaba arrugada por el contacto con esta. Volvía a ser humana y un gran cansancio atenazaba sus músculos. El Sol ya estaba alto en el cielo, no sabía cuánto tiempo había dormido, aunque no debía de haber sido más de 5 horas. Salió del agua con la ropa empapada y se arrastro hasta un árbol cercano. Con ayuda de este se incorporo y de repente se dio cuenta que la pierna que antes tenia rota ya no lo estaba. Se miro los brazos, todas la heridas habían desaparecido. La única evidencia de la pelea de la noche anterior era lo débil que estaba físicamente en ese momento. Y con sorpresa comenzó a subir por un camino que le llevaría al castillo.

∞∞

Llego al castillo después de una hora de camino. Cuando lo diviso a lo lejos se dio cuenta de que en una de las ventanas más altas alguien esperaba su llegada. No pudo distinguir de quien se trataba, pero estaba casi segura de que era el Doctor. Entro por la gran puerta de entrada dispuesta a dirigirse a su habitación, pero unas risas que llegaban del gran salón le hicieron pararse y enfilarse hacia allí por simple curiosidad. En la sala estaban Mario, Max y un chico pelirrojo que no paraba de reír. Mario estaba recostado en uno de los sillones haciendo gestos de dolor. Y Max parecía estar vendándole violentamente las costillas.

– ¿Qué pasa aquí? –pregunto Liane.

Los tres chicos se giraron a la vez.

–¿Esta es la chica? –pregunto sonriendo el pelirrojo como si ella no estuviera ahí.

– Si – contesto Max también con una sonrisa.

El chico pelirrojo se encamino hacia ella y se puso serio al hablar:

– Soy tu mayor admirador, lo que hiciste nadie lo ha hecho jamás.

Liane se había quedad sin palabras. No entendía nada de lo que le estaba diciendo aquel chico. Por suerte ahí estaba Max para ayudarle.

–      Diego esta hablando de la paliza que le diste a Mario esta noche.

–      ¿Yo? –pregunto ella con sorpresa.

–      Si, tu. Esta noche. Cuando te convertiste.

Entonces todo comenzó a cuadrar. Mario era aquella bestia, aquel oso, o monstruo o lo que fuera.

– Pero si fue el quien me dio una paliza. –dijo ella confusa.

–¿Pero qué dices? – dijo diego como si ella estuviera bromeando – Si no tienes ni un rasguño.

Liane miro a Mario a los ojos, y vio en ellos el reflejo de su propia perplejidad.

Siento haber tardado tanto.

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Las fases de VenusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora