Día uno: Nostalgia.

34 0 0
                                    


Han pasado seis años desde la ultima vez que lo bese, olía como a hierbabuena y un saco viejo abandonado en el closet. Besé sus dos mejillas y le dije que lo vería más pronto de lo que pudiera imaginar.

Qué mentirosa soy.

Vago por las calles en busca de donde dormir esta vez; buscando una cama y unos brazos que no me pertenezcan pero que puedan darme una excusa para pasar la noche bajo calor. Nunca nadie podría entender por qué decidí tomar el impulso estúpido de partir de todo lo que me completaba, de aquello que amaba, de aquello que acostumbraba.

De una casa que llamaba "hogar" y de un esposo al que llamaba "amor". 

Aunque he tenido bastantes estúpidas ideas, en especial en los últimos seis años, dejar aquello que amo tanto fue la más tonta e impulsiva de todas. 

Pasaron los primeros seis meses y yo no tenía excusa alguna para cuando volviera a casa; porque para ese entonces debió enterarse de que perdí mi empleo, perdí nuestros ahorros y perdí lo que quedaba de mi integridad. Cuando iba a pasar el primer año yo estaba segura de que ya no había manera de que pudiera volver; había dejado esa arrebatada nota en su cómoda, con tantas palabras difusas y sin sentido que él sin duda no iba a buscarme. Utilicé otra tarjeta de crédito para que él no pudiera seguir mis pasos aunque lo intentara... en el fondo de mi corazón espero que no lo haya hecho.

Para el año tercero yo ya no tenía pertenencias; había dejado hasta lo más insípido y barato para tener asegurado un techo y una sopa caliente. Hasta que no quedó nada, hasta que me convertí en lo que soy ahora, una vagabunda.

Cuando era maestra en la preparatoria había una frase en mi salón que recitaba "La resiliencia te mantiene moviéndote, incluso contra la corriente"; y las grandes olas circunstanciales y amargas me habían arrastrado a la orilla y mar adentro una y otra vez. 

Y heme aquí. Caminando sin rumbo cada día.

Al principio tenía un mapa; lo he perdido. 

Al principio tenía una visión y ahora sólo busco sobrevivir, sin saber si quiera para qué.

¿Para qué si perdí lo que más quería?

Salí en busca de un cambio de aire y me adentré en la cámara de gas sin que nadie me forzara. 

Salí por una pelea estúpida que sucedió meses atrás y mi corazón no pudo olvidar.

Salí porque no tenía nada que perder y ahora extraño ese café en la barra de la cocina al que le falta un poco de azúcar y no tiene la crema que me gusta.

Así que aquí estoy. Sentada en la banqueta con lo último que queda de mis mejores medias y mis zapatos de charol; con mis bonitos rizos rubios aparentando rastas y mis mejillas sonrosadas cubiertas del polvo del abandono y la intemperie. 

Aquí estoy esperando a que el hombre que una vez amé con tanta fuerza y por el que sentí tanto rencor después de desmantelar sus mentiras, aparezca frente a mí.

Y su sombra me cubra el sol y todas mis inseguridades. Que pueda abrazarlo aún llena de tanta ciudad, de tantas noches durmiendo con la luna como lámpara y las estrellas como cobijo. Que me bese una vez más, y que bese mis mejillas y me diga "nos veremos más pronto de lo que puedas imaginar".

Minicuentos para minimomentos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora