Amaia tomó aire y Alfred la miró mientras ambos estaban en frente de aquella casa en la que Amaia había estado a penas unas dos veces. Alfred le acarició los dedos y luego el cabello.
-¿Estás bien?.-Amaia lo miró y al ver el amor que estos le transmitían sintió que las fuerzas regresaban. Asintió sonriendo a medias y miró la casa. No era una casa grande, mas bien era modesta, pero viéndola desde allí, se veía tan grande...suspiró soltándose de los de dedos de Alfred y comenzó a caminar hacia la puerta. Le había pedido a Alfred que la dejara hacerlo sola, y él lo aceptó, pero se quedaría por supuesto allí fuera.
Su puño dio dos golpecitos en la puerta que quizás no fueron lo suficientemente fuertes, pero la puerta se abrió unos segundos después y los ojos de aquella mujer la miraron interrogante.
-Hola.-Le dijo nerviosa con media sonrisa.
-Hola, cielo, ¿puedo ayudarte?.-La voz de aquella mujer era muy dulce, tal y como AMaia la recordaba.
-Eh...si, bueno no sé si se acuerda de mi...yo soy, Amaia...la...-La mujer al reconocerla se puso una mano en la boca.
-Le pasó algo a Leo...-Dijo temiéndose lo peor.
-No, no.-Se apresuró a decir Amaia.-Bueno, no aun.-Miró a la madre de Leo, Silvia, muy seria.-Pero si no me escucha puede que si.-La mujer la vio aterrada.-¿Puedo hablarle un segundo?...¿por favor?.
Silvia la miró dudosa, su marido no estaba en casa, pero no tardaría en llegar y si veía a la novia de su hijo allí...
-Vale.-Tenia miedo, tenia miedo de lo que pudiera estarle pasando a su hijo. Sabia que era un desastre de madre, pero le quería, eso nadie podía negarlo.
Amaia entró a la casa y Silvia le ofreció algo de tomar, Amaia negó con la cabeza y simplemente fue al grano.
-Leo está metido en drogas.-La mujer la vio con horror.-Y lo peor es que está en el fondo, señora, el...de verdad necesita ayuda, necesita de usted...necesita que alguien le de la mano.- Alzó la barbilla.-No soy nadie para juzgarla, pero me parece que antes que su marido, que ni siquiera es el padre de su hijo, está su hijo, el ser que trajo al mundo para cuidar y proteger y sin embargo está en la calle, metiéndose esa mierda que lo destruye.-Dijo en un ataque de rabia.-Y vale, puede que suene como una niñata insolente y metida pero me da igual, solo quiero que entienda cuanto la necesita.-Apretó la mandíbula.-Yo intenté ayudarlo pero ya no me escucha, le ofrecí ir a un centro de rehabilitación, con mis ahorros puedo costear una parte pero él se niega...
-Espera...-La mujer la escuchaba sin hablar, pero todo aquello que le había gritado Amaia en la cara le había caido como balde de agua fría, cuanta razón tenia esa niña...-Yo...¿está bien?.-Dijo en medio de un llanto silencioso.
-Ahora mismo no lo sé.-Le dijo mordiéndose el labio.-Siempre me levanto preguntándome si no ha cometido alguna locura...o si esa mierda que se mete...-Bajó la vista.
Silvia se sentó en el sofá sacudiéndose por los sollozos.
-Dios esto es mi culpa...-Dijo entre sollozos.
Amaia la miró con pena, aunque era verdad que era su culpa sabia que aquella mujer la estaba pasando muy mal, sobretodo por las amenazas de su marido, pero ya ese era otro tema en el que ella no podía meterse, el único tema que le importaba era el de su amigo.
-No vine aquí para juzgar a nadie...solo quiero que Leonardo se recupere.-Le dijo acercándose.
-¿Y que puedo hacer?.
-Llamarlo y decirle cuanto lo quiere podría ser un buen comienzo.
-Pero Julián me matará si sabe que Leo...