Amaia rió al abrir la puerta y ver a su novio allí parado. Era estupendo por fin poder tenerlo en casa, lo necesitaba, necesitaba de sus besos, de sus caricias, de sus miradas que la hacían sentir tan querida. A veces sentía que lo utilizaba pero no, ella lo quería, y ese día, en el que se sentía tan humillada luego de que Alfred la tratara de aquella forma, lo necesitaba mas que a nadie. Quizás debería sentirse como una mierda, y si, de hecho así se sentía por engañar a Leonardo, pero sin él no podía estar.
Lo tomó de la mano y los dos se adentraron, Leonardo miró a su alrededor, era la primera vez que estaba en la casa de su novia, y la verdad es que no se la imaginaba así. La casa de Amaia era el doble de grande que la suya. Pero bueno, ya sabia que ella era medio pija...pensó divertido, y así la adoraba. Ella se abrazó a él sin decir nada, solo buscando la protección y el olor de él. Leonardo la abrazó y aspiró su olor.
-Muy pija tu casa.-Dijo él rompiendo el silencio y haciéndola reír.
-Tonto.-Dijo sin abrir los ojos y sintiéndose tan bien en sus brazos.-Sabes que si mi hermano y...su amigo no se hubiesen ido de fiesta no estarías aquí.-Levantó la vista sonriendo, una sonrisa que le costó luego recordar "al amigo de su hermano".
-Pues se lo agradeceremos luego.-Él tomó el rostro de Amaia besándola como siempre, con todo ese deseo contenido, pero Amaia no estaba para eso esa noche. Apartó el rostro delicadamente y lo miró con cariño.
-¿Puedes solo abrazarme, amor?.-Él sonrió a medias.
-¿Qué te pasa, Amaia?.
-Necesito que alguien me diga que me quiere.-Dijo con voz de niña haciéndolo reír.
-Sabes que no te lo digo siempre pero te quiero.-Amaia que estaba abrazada de nuevo a él y mantenía la cabeza junto a su corazón escuchó como al decir eso, su corazón comenzaba a latir a mil por horas, eso la emocionó.
Lo tomó de la mano y se tumbaron juntos en el sofá. Amaia le dio tiernos besos a su novio mientras él le acariciaba el pelo.
-¿Qué tal el día?.-Le preguntó mientras sus dedos acariciaban lo que Amaia pensaba eran unas facciones perfectas.
-La verdad es que lo único bueno del día has sido tú.
-Ais...¿paso algo?.
-Siempre pasa algo, Amaia...-Dijo medio desesperado.
-¿Pasó algo con tu madre?.-Él la miró tratando de no derrumbarse, pero cuando ella lo miraba con esos ojitos preciosos y lo acariciaba de aquella forma, era como si su alma se abriera sin querer.
-Me han echado de casa.-Amaia abrió los ojos como platos.
-¡¿Qué?!...¿pero como que...? ¿Qué ha pasado?.
-El marido que tiene ahora me odia.-Dijo apretando mucho la mandíbula, aguantando todo lo que podía para no derrumbarse frente a ella.
-Pero pero...
-Y lo peor es que ahora ella estará sola con él ¿sabes?, ya no podré defenderla...y...-Apretó los labios y Amaia se dio cuenta que estaba rojo.
Ella se acercó más a él y le acarició con mucho cariño el cabello.
-Mi niño...-Dijo con pena.-¿Pero donde te estás quedando?.-Dijo preocupada.-Si quieres puedo decirle a mi hermano...
-No, no.-Él la miró y sonrió a medias.-Estoy quedándome con un amigo...
-¿Seguro?, de verdad, Leo, no quiero que mi novio esté durmiendo debajo de un puente, prefiero que duerma debajo de mi cama.-Le guiñó un bromeando y él sonrió. Por eso la adoraba, siempre lo hacia reír.
