|Capitulo 14|

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Golpeé suavemente la puerta de la habitación de Calum, y esperé hasta que un suave 'adelante' me indicó que podía pasar. Como siempre, la habitación de Calum estaba perfectamente acomodada, salvo un costado en el que había un sofá lo suficientemente grande como para que las piernas gigantescas de Michael entraran. Allí debía de dormir él probablemente, y me compadecí de Calum al notar el desastre que habitaba en ese sector. Había ropa tirada por todos lados, y rastros de comida que parecían a punto de cobrar vida. Disgustada ante la visión de Michael pensando que eso podría guardarlo para más tarde y agradecida por tener una compañera de cuarto obsesiva por la limpieza como lo era Tris, observé a Calum que estaba tumbado sobre su cama. Miraba hacia el techo, y estaba completamente quieto, como si estuviera esperando a que algo pasara que fuera un verdadero motivo para levantarlo de la cama.

- Estoy buscando un sostén de Tris, ¿acaso lo has visto? - La cara de Calum no puso ninguna expresión en absoluto, un sentimiento de decepción me apuñaló el estómago, algo en mí quería con tantas fuerzas que Calum volviera a sonreírme. 

- Michael lo encontró entre la ropa de Tris cuando estaba revisando su cuarto y lo colgó del techo de la casa. Allí está si quieres ir a buscarlo. - A pesar de que me hubiese gustado reírme, simplemente lo observé unos segundos y comencé a caminar hasta él, que no se movió ni un poco. Sin permiso alguno, me tiré en la cama junto a él y miré al techo. 

- ¿Qué estamos observando? - Le pregunté, intentando hacerlo hablar un poco. Calum esperó unos cuantos segundos para contestar. 

- Mi pasado. - Su voz había sonado monótona. - Mi futuro, tal vez, no lo sé, los dos son muy parecidos. - Dejó escapar un leve suspiro de sus labios, y siguió mirando al techo de su habitación como si todo estuviera muy claro. - Yo iba a ser doctor. Iba a ayudar a las personas, iba a cambiar al mundo con mis descubrimientos. - Volvió a suspirar, ésta vez un poco más exasperado. - Todo estaba perfectamente planeado. Mis padres ya tenían una candidata para mí, iba a casarme unos días después de que recibiera mi título y volviera de Inglaterra. Tendría hijos y ellos estudiarían para cambiar al mundo al igual que su padre lo había hecho. Sería tan feliz. - Mi mano fue a parar involuntariamente sobre la suya mientras hablaba. - Pero luego... Luego esa estúpida idea. - Apretó sus dedos en contra de los míos, demostrándome lo frustrado que se sentía. - Y luego ese estúpido vampiro. Yo no quería ser esto. Yo debía ser doctor y casarme, y tener hijos, y debía ser feliz. Yo me merecía ser feliz. Nunca fui malo, jamás maltrate a nadie, por Dios, yo... Yo tenía que ser feliz. - El pecho de Calum subía y bajaba rápidamente junto a mí y no necesitaba verlo a la cara para saber que estaba llorando, ni tampoco quería hacerlo. Sabía que ver a Calum llorar sólo haría que algo se rompiera dentro de mí. - ¿Por qué no puedo ser feliz, _____? - Sentí que sus ojos se clavaban en el lado derecho de mi rostro, pero aún así, no tuve las agallas para observarlo. 

- Porque algunas personas simplemente están destinadas a ser miserables. - Solté, sabiendo que no le serviría de consuelo, a pesar de que era la verdad. - ¿Pero sabes qué es lo bueno de ser miserable? Que somos los únicos que no fingen no serlo, todo el mundo vive en la miseria, la diferencia entre ellos y nosotros es que nosotros somos capaces de mirarnos al espejo y odiar lo que ven, pero aceptarnos de igual manera, y aún así salimos todos los días de nuestra casa miserable, con nuestra ropa miserable, hacia nuestro trabajo miserable, y sabemos que somos miserables, pero luchamos por cambiarlo en vez de ignorarlo. Es por eso que ser miserable nunca es tan malo como ser hipócrita, Calum. - Cerré los ojos mientras escuchaba que intentaba tapar sus sollozos con su respiración irregular. 

- Al menos somos miserables juntos. - Dijo, después de un rato, y sonreí. Mis ojos volaron a los suyos, y unos intensas ganas de abrazarlo y no soltarlo nunca me invadieron. Sus ojos estaban rojos al igual que sus mejillas, y usaba la manga de su camiseta para limpiar las lágrimas que se escapaban de sus pestañas. 

Luke II; lrh |Adaptacion| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora