Capítulo 19: Ambedo

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Mi amor es una obsesión que llena mi tiempo, es angustia cuando no estas y es más que un delirio del sentir. Mi amor es pasión incontrolada: arrasa, corroe y me consume en una ofrenda toxica que dejo a tus pies. Porque…  a veces, creo que me odio por amarte tanto.

Sasuke observó a su alrededor sintiendo que el tiempo transcurría de una forma más lenta y casi ajena a él. Parpadeó y con torpeza, se puso de pie y el eco de sus pisadas retumbó en sus oídos conforme se acercaba a la cocina, comenzando a prepararse un café con movimientos mecánicos, sintiéndose rendido y demasiado cansado a pesar de no haber hecho nada productivo en el día, consiente de los lloriqueos de su omega por correr al lado de Naruto, mientras él intentaba convencerse de que estar cerca del alfa era una muerte dulce, pero estar lejos era una maldita agonía.

No tenía muchas opciones, no después de haberlo reconocido como su maldito destinado, porque en algún punto se fue formando una especie de lazo entre ellos, un lazo incompleto y demasiado frágil que se debilitaba con su lejanía y constantes rechazos. Era un lazo instintivo al que no podía negarse y que les afectaba directamente a ambos, tanto de forma física como emocional, aunque lo más seguro es que aquel dobe fuera ignorante de la unión que existía entre ellos, una unión que jamás deseo y de la cual no podía deshacerse. 

Rio irónico mientras se dejaba caer en el sofá junto a la ventana, prendiendo la pequeña lamparilla que estaba en el mueble de a lado, mirando fijamente la taza entre sus manos como si no existiera nada más, mientras el vapor parecía danzar tranquilo frente a él, mostrándole dulces figuras que lo cautivaron por segundos que deseó y fueran eternos, al menos hasta que fijó su vista en la ventana, detallando las pequeñas gotas de agua adherirse al cristal y descender con decadencia, siendo empujadas por otras, creando un pequeño camino que se perdía de su vista.

Suspiró, el clima era tan loco como su vida y es que, para ser finales de noviembre, no debería estar lloviendo. Lo curioso es que cualquier otro hubiese asociado la ligera lluvia a su inesperada tristeza, con el absurdo pensamiento de que hasta el clima se compadecía de ellos, pero para Sasuke era diferente. Sonriendo, dejó la taza sobre la mesa y se puso de pie, saliendo al pequeño balcón del departamento, solo para sentir las frías gotas de lluvia caer sobre su rostro.

Relajado, su cuerpo fue rodeado por pequeñas luces de colores vibrante, tomando la forma de una hermosa pantera negra que se sentó en el suelo y levantó el rostro al cielo mientras cerraba los ojos. Ronroneó y disfrutó de la sensación de empaparse y estremecerse con el agua que parecía acariciar su cuerpo en un suave tacto que le dio ánimo. Era una sensación que le hizo olvidar, sonreír y disfrutar de algo que muchos odiarían, una sensación cruda y verdadera que le hizo tomar una decisión de la cual se iba a arrepentir siempre, pero que en ese momento era lo mejor y su única alternativa, teniendo que admitir que era un completo estúpido.

Porque visto desde otra perspectiva, lo cierto es que volvió a caer ante él con una facilidad que rayaba en lo absurdo, una facilidad impulsada por su instinto de supervivencia y su omega deseoso de la unión con su destinado, pero al mismo tiempo, ignoraba a su razón que gritaba desesperada para que le prestara atención, queriendo autoconvencerse de que podían salir adelante sin necesidad de él, pero era una mentira, no podía estar lejos… y tampoco quería. Básicamente iba a caminar a la boca del lobo con los ojos vendados, ofreciéndose en bandeja de plata mientras cavaba su propia tumba, hundiéndose en ella poco a poco, como si nada más importara.

Y tal vez así era…

Porque su primer error fue leer aquella maldita tarjeta que Naruto deslizó bajo su puerta, el segundo fue considerar verlo… y la lista de lo que no debía de hacer, solo iba en aumento. Pero lo peor fue no rechazar de una vez por todas cualquier contacto o información que tuviera algo que ver con Namikaze Naruto. Consciente de que aquel alfa era y seguiría siendo un maldito manipulador, uno que no cambiaría su actitud por él o por los que vinieran después de que se cansara y lo botara como si no valiera ni un quinto.

NamikazeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora