Capítulo ocho

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Estoy aquí, ayuda

Iban a ochenta kilómetros por hora, mientras un señalamiento amarillo que advertía sobre una curva, se acercaba más y más

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Iban a ochenta kilómetros por hora, mientras un señalamiento amarillo que advertía sobre una curva, se acercaba más y más. Echó un vistazo hacía el asiento trasero, la pequeña permanecía con sus ojos cerrados, algo adormilada. La curva se aproximaba, pero un fuerte ruido ocasionó que se despertará de inmediato.

Abrió los ojos, acostada sobre la cama y aún atada de sus extremos. De nuevo el ruido se hizo presente. —¿Qué estás... haciendo? —susurró apenas audible.

—¿Quieres saber más acerca de mí? —contestó. Alyssa permaneció callada y él volvió a hablar. —Mírame cuándo te hablo, joder. —produjo de nuevo aquél fastidioso sonido, que le causaba dolor de cabeza a la morena. —¿Quieres saber más acerca de mi pasado? —Alyssa por fin volteó a verlo, éste estaba frente a la ventana de la habitación, martillando unos trozos de madera, evitando que la luz diera contacto sobre la pieza, ni que ningún individuo pudiera ver tras ella. —¿O te gustaría saber acerca de tu pasado? —continuó.

Él permanecía serio, con el mentón endurecido sin expresión alguna. Alyssa frunció el ceño. —¿Qué?

—Sobre lo que pasó la noche del accidente —dijo sin hacer contacto visual, posando su mirada al suelo.

La chica comenzaba a exaltarse un poco tras sus palabras. —¿Qué quieres decirme?

Justin volteó quedando frente a ella y la miró fijamente. —¿De verdad no lo sabes? —preguntó con voz ronca.

—No —respondió de inmediato, tratando de ocultar los nervios que esa voz le habían provocado. —¿Cómo podría? —sus labios titiritaron al pronunciar la última frase.

El ojimiel sostuvo la mirada en ella por cinco segundos para después caminar alrededor de la cama y sentarse a su lado. Posó el martillo que llevaba consigo en el abdomen de Alyssa y lo fue recorriendo lentamente. Ella temblaba de sus piernas, mientras miraba el acto con miedo. Justin al notarlo, paró de inmediato y la miró. Sonrió y habló. —Cariño... me gano la vida poniendo seres a dormir, y no se despiertan. ¿Sabías eso?

Alyssa apretó sus dientes con coraje. —No me importa un carajo. —escupió.

El castaño se mordió el labio y tomó de su mano, a fuerzas. —Los sueños están hechos de esto. —se acercó a un lado, dónde yacía un suero inyectado en la vena de la morena y lo abrió más. La chica cerró los ojos, evitando ver a la bestia que tenía frente a sus ojos. Justin acarició con ternura su cabello oscuro. —Algún día desearás que te haya importado más.

—¿Quién... quién es ella? —preguntó firmemente, levantando un poco su cabeza para poder enfrentarlo. —La sigo viendo... —una lágrima escapó sobre su mejilla —En mis sueños... —lo miró con una furia que sobresalía de sus ojos —¿Es ella mi hija? ¿Es ella nuestra hija, maldita sea? Por favor, sólo dime si ella está bien.

El cuerpo de Alyssa se debilitaba cada vez más, pero se mantenía firme y con postura para por fin saber la verdad. Justin la inspeccionaba, y seguía con ese duro porte. Veía cómo su esposa estaba sufriendo frente a él y éste no hacía absolutamente nada. Solo pudo mencionar algunas palabras. —Tengo trabajo que hacer.

Se paró de golpe y se fue alejando de la habitación. —No... no, regresa. —intentó gritar Alyssa, pero la medicina comenzaba a hacer efecto, provocándole agotamiento y unas ganas inmensas de cerrar los ojos. —Regresa, hijo de puta...

...

El teléfono sonó tres veces, haciéndolo suspirar y dejó la libreta a un lado en la cual escribía algunos datos. —Escucha, estoy abrumado —contestó —, voy a trabajar en la oficina. Envía un patrullero por la calle Honeway, en... —volteó hacía atrás, dónde estaba colgado un mapa de la pequeña ciudad —, entre Magpie y Mockingbird. Revísalo. —ordenó y levantó las cejas —¿Qué pienso? Creo que le dio un derrame cerebral y está muerto, bajo un arbusto con su bolsa de correo sin entregar. —lanzó una risa sarcástica —Bien, házmelo saber.

Colgó el teléfono, y siguió revisando algunos papeles que tenía pendientes.

...

Justin bajó por las escaleras hasta llegar al sótano. Estando ahí, se colocó su abrigo de piel y suspiró. Se quedó inmóvil por unos segundos, hasta que caminó frente a la mesa dónde se encontraban todas las herramientas que solía usar con frecuencia. Miró cada una, hasta que su atención se enfocó en una sierra eléctrica que utilizaba de vez en cuando para talar árboles que le estorbaban en su jardín. La tomó y se adentró más al sótano, en una esquina. La encendió y empezó a cortar por piezas al cartero sin vida que yacía tirado.

Mientras tanto, una joven caminaba hacía el porche de la casa del castaño. La visualizó y siguió caminando hasta llegar frente a la puerta principal. Tocó un par de veces y Alyssa comenzó a despertar, escuchando los golpes. Volvió a tocar al ver que nadie le abría la puerta.

Segundos después, miró por la ventana de la sala principal, y percibió un extraño ruido que estaba en marcha. La morena empezó a zangolotear su cuerpo contra el colchón fuertemente, deseando ser escuchada.

Frustrada al notar que su plan no estaba funcionando, gritó. —¡Ayuda! —pero la joven, que, portaba un traje de policía, regresó a frente a la entrada y volvió a golpear la puerta con más fuerza. Alyssa tomó aire con intensidad y continuó rugiendo. —¡Ayuda! ¡Ayúdame!

La policíaca empezó a preocuparse y empujó su brazo contra la puerta, intentando abrirla, hasta lograrlo. Alyssa continuó gritando por ayuda, atrayendo la atención de la joven. Mientras que Justin dejaba de cortar al escuchar sonidos arriba de la casa, quedándose pasmado. La rubia, comenzó a abrir puertas intentando encontrar dónde venían los gritos. —¡Estoy aquí! —dijeron fuertemente y corrió hacía la habitación dónde provenía esa voz.

La puerta por fin se abrió y Alyssa enseguida volteó. La joven policía abrió los ojos sorprendida al ver a la morena atada sobre una cama y herida. Sintió un gran alivio, pues por fin la rescatarían. —Tranquila —susurró —, saldrás ahora mismo de aquí.

Alyssa sonrió aliviada, y unas lágrimas de felicidad se apoderaron de ella. Cuando la rubia se iba a acercar para desatarla, una silueta se posó detrás de ella. La morena sintió como la sangre se le bajaba hasta los pies. —¡No, cuidado!

La policía miró de inmediato para atrás, pero había sido demasiado tarde, pues Justin la había agarrado con agresividad de su cabello y la arrastró llevándosela de ahí, cerrando la puerta detrás de él.

Alyssa se quedó inmóvil, escuchando como encendía la sierra que llevaba con él, y como la rubia soltaba unos gritos desgarradores. Comenzó a llorar como una niña pequeña, inundada por el miedo, por lo que ese psicópata podía hacer con ella y su vida.

Luego de unos segundos, la casa permaneció en silencio, sin gritos y sin el sonido de la sierra. La puerta se abrió nuevamente, y el ojimiel entró, con la sierra y su rostro cubierto de sangre. La miró fijamente, con esa expresión seria que solía tener cuando estaba enfadado. Alyssa temblaba exageradamente de su cuerpo y Justin negó con la cabeza. —Ella debió haber dejado nuestra familia en paz. —dirigió su mirada a la sierra —¿Sabías que la tapa de la botella, es más cara de producir que la propia botella?

Amnesia. jbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora