Epílogo

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El pitillo de alguna maquina hicieron que poco a poco fuera abriendo los ojos con dificultad

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El pitillo de alguna maquina hicieron que poco a poco fuera abriendo los ojos con dificultad.

Aún veía muy borroso. La primera imagen que su mente le mostró había sido la misma que siempre aparecía en su cabeza; el auto totalmente destrozado en medio de una carretera en el desierto. Ella estaba dentro del coche, con algunos golpes en su cuerpo y sangre cayendo de su frente. Ella gemía, intentando recuperar la respiración.

—¿Papá? ­—murmuraron en el asiento trasero coche. Alyssa trató de girar su cabeza hacía atrás, para ver de quién se trataba esa aguda voz. Pero en ese preciso momento, despertó.

Estaba recostada en una camilla algo dura, pero ésta vez, sí se trataba de un hospital.

Dirigió su mirada hacía el gran ventanal que daba la luz del sol, y notó como un señor de avanzada edad y bata blanca caminaba lentamente tocándose la barbilla. La morena se exaltó y alguien la tomó fuertemente de la mano. Ella se giró un poco, notando la presencia de una enfermera.

—Relájate. Estás a salvo. —dijo, mostrando una tierna sonrisa.

Alyssa apretó los labios, recordando lo que había pasado antes. —Mi hija, ¿qué pasa con ella? —susurró audible, —Ella... ¿está aquí?

—Tienes suerte de estar viva. —habló el señor con la bata blanca, que parecía ser el doctor. Se acercó un poco más a ella.

—¿Dónde...? —la morena trataba de incorporarse mejor, —¿Ella está bien? ¿Qué pasa con ella? —insistió al ver que no obtenía ninguna respuesta. —Soy su madre. ¿Dónde estoy? ¿Qué le paso a mi hija?

El doctor dio pasos lentos, hasta quedar frente a ella. —Vive con la pregunta.

Alyssa frunció el ceño. —¿Pregunta? —negó sin comprender lo que el anciano le decía y repitió, —¿Ella está bien? Mi hija. ¿Ella está bien? ¿Está aquí? —el doctor suspiró y asintió. —¿Está bien? —el anciano se acercó aún más y dijo algunas palabras en francés que Alyssa no pudo comprender. —¿Qué? No lo entiendo, solo dígame si mi hija está bien.

—Ahora. Descanse. —dijo y salió de la habitación, ignorándola completamente.

—Mi hija... necesito verla... —fueron sus últimas palabras antes de quedarse profundamente dormida.

La pequeña Audrey venía con los ojos cerrados en el asiento trasero del auto. Alyssa echó un pequeño vistazo, cuando el coche dio un brusco movimiento y la niña abrió los ojos de un golpe gritando. —¡Papá!

La morena despertó de nuevo, al escuchar como una silla se arrastraba en la pequeña habitación del hospital. Un señor con sobrepeso junto con su maletín tomaba asiento cruzando las piernas, mientras sacaba unos expedientes para hojearlos. Alyssa lo miró desconcertada y éste habló con autoridad. —Soy el detective asignado a su caso.

Amnesia. jbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora