Capítulo siete

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Los mensajeros

Alyssa comenzaba a despertar, después de una larga noche de insomnio

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Alyssa comenzaba a despertar, después de una larga noche de insomnio. Recordaba aquellas sucias manos posando sobre todo su cuerpo, tratando de tocarla, sin culpa alguna. Se sintió aliviada al no verlo cerca de ella, ni en la misma habitación. Permanecía atada, en la cama matrimonial frente a la ventana. Su estómago rugió rogando por comida, ya que tenía horas sin introducir ningún alimento a su cuerpo. Volteó de reojo a la pequeña mesita de noche, mirando el reloj, el cuál marcaba la hora.

Ocho cuarenta de la mañana. Suspiró frustrada, tratando de recordar cómo es que había llegado ahí. Lo que al principio parecía asombroso, se había convertido en la peor pesadilla. Un hombre cariñoso, que estaba al pendiente de ella, atractivo, en pocas palabras, perfecto, había resultado ser un despiadado animal, con las peores intenciones. ¿Cómo pudo caer en sus garras? ¿Dónde estuvo cuándo logró raptarla? ¿Acaso el accidente resultó ser falso? Todas esas preguntas vagaban por su cabeza, maldiciendo la maldita amnesia que se apoderaba de ella.

Nueve con treinta y ocho minutos de la mañana. Aún no se aparecía, y la casa permanecía sin ruido alguno, a excepción de los maullidos de los gatos. Eso la tranquilizaba, pero al mismo tiempo la llenaba de intriga pensando si estaría planeando su próxima tortura. Su estómago se revolcó de tan solo pensar semejante cosa.

¿Sería capaz de matarla? Si, de eso no había duda. Él le prometió su libertad, a cambio de un bebé. Y en ese momento, la recordó. Recordó aquella niña, en el asiento trasero de aquél carro viejo, gritando por su padre. Era rubia, al igual que Justin. No podía descifrar si aquello solo había sido un sueño o había sido la realidad. ¿Dónde estaba esa pequeña?

—Buenos días —saludó, entrando por la puerta —, he traído el desayuno.

Ahí estaba él, dando su primera aparición en el día. Alyssa lo miró con odio, mientras él aportaba su sonrisa encantadora junto con una charola en sus manos. —Vete, lárgate. —susurró.

El ojimiel hizo un puchero con sus labios mientras se acercaba hacía ella. —¿Por qué tanta agresión, cariño? —dejó la charola con comida en la mesita de noche —Sé que tienes hambre, no has comido en horas.

En ese instante, el estómago de la morena volvió a rugir, apenándola. —Si tengo.

Justin rio, divertido. —Ya lo he notado. Preparé huevo revuelto, ¿te apetece?

Alyssa no quería contestar, ni siquiera quería tener comunicación con él. No quería nada relacionado con él, pero no podía mentir, moría de hambre y tenía que recuperar fuerzas para actuar contra el castaño. —Sí, me apetece.

—Bien —Justin tomó el tenedor, agarrando un bocado y lo llevo hacía la boca de su mujer —, abre la boca. — la chica cerró los puños, con mucho coraje. Abrió la boca, saboreando el desayuno y tragó. No estaba mal. Justin siguió alimentándola, hasta que el plato quedó completamente vacío. Prosiguió con un vaso de agua, ayudándola a beber desde un popote. Al terminar, Alyssa lo miró seriamente y el ojimiel frunció el ceño —¿Qué tanto me miras, cariño?

Amnesia. jbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora