Capítulo Uno

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1.

Hace dieciocho años la lucha por el dominio del territorio surcoreano se había convertido en una guerra no solo económica, sino también política.

La sangre de los cabecillas de las principales organizaciones estaba siendo derramada, y pronto, lo más probable es que los conflictos comenzarían a afectar no solo a dichas pandillas, sino a la población misma.

Los Jung fueron los primeros en proponer una tregua en la que se planteaba total autonomía de territorios, dividiendo así al país en tres partes importantes:
Los Kim acordaron separarse para así cubrir más terreno, y de los tres hermanos cada uno tomó una ciudad para constituir así su área de dominio. Y los Park, que en un principio se habían negado a tal alianza, finalmente tomaron la Ciudad de Busan. Todos llegando al acuerdo de mantener el mismo dominio sobre Seúl.

Sí, fueron dieciocho años en los que los pandilleros y  comerciantes de objetos ilegales pudieron lucrar sin problemas en todo el país; pero no, esos tiempos se habían acabado, porque el nuevo líder de los Park había decidido que quería a Seúl para él solo.

La ambición y el poder lograron corromper hasta al hombre más puro. Y con esto, se había desatado el Armagedón.

Jungkook tenía diez años cuando terminó solo en su Busan natal, llorando, sin un centavo y completamente desorientado, hasta que fue acogido por el dueño de un casino clandestino quien era un viejo amigo de su padre.

Aprendió del negocio rápido y pronto se independizó, para sus diecisiete años comercializaba con todo tipo de productos. Desde medicamentos experimentales, hasta material multimedia para adultos; pero sobre todo, armas. Porque sí, ese era el verdadero negocio.

Se hizo famoso por su inteligencia, además de su rostro bonito y rápidamente se ganó el respeto de los jefes y pandillas por mérito propio. Por eso no entendía qué jodidos hacía en una camioneta negra, dirigiéndose a la casa del jefe Kim para cumplir con la entrega.

Trataba de mentalizarse, y de pensar fríamente en cómo realizaría este trabajo; pero joder, su cerebro se estaba secando.

¿Qué debía hacer? No podía solo meter la niño dentro de una caja de madera y esconderlo en un barco de carga. O subirlo a una avioneta y déjalo caer en la playa. No, no, no. ¡Era una persona! Le estaban pidiendo que llevara a una jodida persona fuera del país. No, no del país. ¡Del continente! Y JK, a quien apodaban "Houdini", por su habilidad de escape estaba apunto de tener un ataque de nervios.

Llegaron a la casa, la seis camionetas negras se estacionaron frente a la gran propiedad rodeada por decenas de guardias, de perfil estético y evidentemente extenso valor monetario.

Bajó del auto, y haciendo caso a todas las indicaciones que le daban entró a aquella prominente casa. Caminó siguiendo al jefe Kim por varios pasillos hasta que llegó a una gran puerta que dividía a la propiedad exactamente a la mitad.

—Escucha. Jungkook, realmente espero que tu lealtad sea igual de fuerte que tu fama. Necesito confiar en ti.

—Claro, puede tener certeza de que cumpliré con mi trabajo.

—Sí, lo harás. Porque en el momento en el que algo salga mal, no solo dejaré de protegerte...

—No me guío por amenazas —contraatacó.

—Si algo le pasa a Taehyung, seré yo quien ponga una bala dentro de tu cráneo —declaró con total verdad.

Jungkook vio fijamente al hombre frente a él. —Gracias por tan... cálidas palabras, Señor.

—No quiero no tener que matarte —dijo antes de respirar con fuerza y quitar llave.

Jungkook esperaba ver cualquier cosa detrás de esa puerta, no le hubiese sorprendido haber encontrado un cadáver allí; pero no. Del otro lado de ella había una gran televisión, ropa por todas partes, un saxofón y un chico jugando videojuegos sin ser muy consciente de su alrededor.

TRAFICANTE. 《KookV》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora