—¡Eh! ¡Tata!
Parpadeé un par de veces antes de volver a la realidad. Se me había ido el santo al cielo mientras mi hermano se explayaba contándome todo lo que había hecho ese día. Me gustaba escucharle, pero había veces que podía ser algo pesado. No más que cualquier otro niño, pero bueno, qué se le iba a hacer. Estaba en la edad.
No podía parar de sonreír como una idiota. Aquello era algo raro en mí, pero es que estaba más que feliz. No podía creer lo que me estaba pasando. Mi vida había cambiado en cosa de dos días y aún seguía sin poder creérmelo. Dicen que después de la tormenta viene la calma, ¿no? Pues aquella era mi calma.
—¿Crees que le he caído bien o no?
Moví la cabeza de un lado a otro, indecisa. La verdad es que no tenía ni idea de lo que me estaba hablando, por lo que tocaba improvisar. Izan, que me conocía bastante bien, resopló y repitió lo que acababa de decir.
—La profe dice que 'parezo' un niño listo pero que tengo que dejar de hablar tanto con Liv en clase. ¡Pero tampoco he hablado tanto! Sólo que me pillaba siempre que le contaba algo.
Alcé una ceja y le revolví el pelo.
—¿Cómo no le vas a caer bien? Tú ponte la cremallera y...
Acerqué mi mano hacia su boca e hice como si pudiera cerrarla. Él apretó los labios y alzó las cejas, aguantando la respiración.
—... ya está.
Sonreí de una forma exagerada, a lo que él no tardó en comenzar a reír y abalanzarse sobre mí para abrazarme. Ay, mi enano. El amor que sentía hacia él era mucho más que un simple amor de hermana a hermano. Aquellos últimos meses habían logrado que nuestra relación de antes creciera muchísimo. A decir verdad, no sé qué habríamos hecho el uno sin el apoyo incondicional del otro. Izan podía ser todo lo pequeño e infantil que quisiese, pero conocía algunos aspectos de la vida diferentes al resto de los niños. Él sabía lo que era sobrevivir cuando no se tiene nada. Lo que es perder a tu familia de un día a otro y huir de tu propio destino. Gracias a Dios, ya nos habíamos encontrado. Ya no hacía falta huir de lo que nos esperaba porque era aquello lo que tocaba vivir. Aquella familia que nos había acogido con los brazos abiertos era lo que nos deparaba.
Poco después subí a mi habitación. A pesar de ser las siete de la tarde, el sol ya empezaba a esconderse, y tenía que terminar mis deberes si no quería empezar mal el instituto.
Subí a mi habitación y, tras cerrar la puerta, me senté en la silla del escritorio. Suspiré y me puse a hacer deberes mientras cantaba al son de la música de la radio. En aquel momento me consideraba la chica más feliz del mundo. Era una sensación parecida a la que siente un corredor de maratón tras ganarla. Puede haber sufrido muchísimo durante la carrera; haberse caído y levantado, haber sudado y llorado, pero al fin, ha conseguido llegar a la meta. Esa sensación de estar a punto de darte por vencido y ganar. ¡Era todo tan jodidamente maravilloso!
Di una vuelta a la silla tras guardar los últimos cuadernos con los deberes ya hechos en la mochila. Tarareé la canción que sonaba y preparé todo lo necesario para ir al día siguiente al instituto. Estaba deseando que llegara un nuevo día para volver a ver a Wendy y las demás. Aún teníamos que consolidar nuestra amistad, pero tenía pinta de ir en buen camino.
A las nueve y media, Liv pegó una voz. 'A CENAAAAAAAAR'.
Solté una carcajada y bajé las escaleras. Hacía rato que no veía a Jake. Para ser más precisos, desde la hora de la comida. Le había visto salir por la puerta y ya. Desapareció.
Tampoco se encontraba con nosotros en la mesa. La que sí estaba era Mandy, que había llegado hace rato de trabajar. Mientras cenábamos le pregunté en qué trabajaba. Me contestó que en una tienda de ropa, de dependienta. 'No es el mejor trabajo del mundo, pero al menos cobras' me dijo con una sonrisa.
Tras la cena, todos nos sentamos a ver un poco la televisión. Supuse que aquel era el momento relax de los mayores, por lo que no hablé mucho. Izan y Liv tampoco, ya que se quedaron dormidos nada más sentarse en el sillón. Decidí dejar a Mandy y Ashton relajarse mientras llevaba al pequeño a su cama. Cuando lo deposité en el colchón, él no quiso separarse de mí. Se había agarrado muy fuerte a mi cuello y tuve que hacer un esfuerzo en separarme de él. Le arropé y tras darle su beso de buenas noches, apagué la luz. Suspiré con una sonrisa y di una vuelta para dirigirme a mi habitación. Una sombra apareció, subiendo lentamente las escaleras. Estuve a punto de gritar, pero me percaté de que la sombra misteriosa era Jake. Resoplé y abrí la puerta de mi habitación. Justo antes de adentrarme en ella, eché un vistazo a Jake. Había ignorado mi existencia y se encontraba entonces entrando en su habitación, dejando un fuerte olor a tabaco por todo el pasillo. Me pareció raro que no me hubiese ni mirado, ni soltado ningún chiste sin gracia, pero en aquel momento pensé que simplemente no le apetecería.
Cogí mi móvil tras tumbarme en la cama y me coloqué los cascos, suspirando. Decidí dejar de pensar en Jake y en su comportamiento y dormir. No me apetecía empezar a parecer un zombie por el instituto. Tras estar un buen rato escuchando música, me quité los cascos y segundos después me dormí. Fue extraño. Aquellos dos días conseguía dormirme casi a la primera.
Esta vez no fueron los gritos los que me despertaron, sino el sol. Al parecer se me había olvidado bajar la persiana el día anterior y un gran rayo de sol me estaba dando en la cara. Tuve que moverme para no quedarme ciega. Me estiré y a los pocos minutos me levanté. Ya había movimiento en casa.
—¡HALA, JO! ¿Y POR QUÉ YO NO PUEDO IR...?
Y tanto.
Abrí la puerta y comencé a bajar por las escaleras. Eché una mirada al cuarto de baño, pero al ver que estaba cerrado, decidí no entrar. Para evitar sustos innecesarios, más que nada. Bajé lentamente mientras, poco a poco, iba viendo con más nitidez. Pronto pude ver a Liv pegando saltos en el sillón; saltos típicos de una rabieta.
—Tú tienes cita con el dentista.
—¡Pues voy otro día! ¡jopetas, Ash!
Alcé una ceja al encontrarme aquella escena y sonreí. A pesar de los gritos, me había levantado de buen humor. Algo bastante raro también, si tengo que ser sincera.
—La señorita gritos.
Nada más decir aquello, un silencio incómodo inundó el lugar y pronto los ojos de Liv, Ashton e Izan -que se asomaba por detrás de Ash- se fijaron en mí. Alcé las cejas, sorprendida, y estuve a punto de reír. Parecían lechuzas, con aquellos ojos tan abiertos y despiertos. Liv se sentó inmediatamente en el sofá, cruzándose de brazos, y Ashton se adentró en la cocina, no sin antes darme los buenos días. Fue una situación peculiar. Era como si hubieran querido dejar la discusión para más tarde por mí. Me sentía agradecida, pero lo cierto es que no era necesario.
—¿Qué pasa?
Me senté con Liv en el sillón y alcancé a ver la hora del reloj desde allí. Las ocho y cinco. Tenía bastante tiempo.
Me miró por el rabillo del ojo y después fijó su mirada en mi hermano, que seguía en el mismo sitio de antes, inmóvil. Suspiró y se levantó de allí con desgana.
—No me gustan los robadientes.
Esta vez fue Izan el que suspiró, aunque éste lo hizo con mucho más disimulo. Sonreí ligeramente y me quedé mirándola hasta que atravesó la habitación en dirección a la cocina. Después fruncí el ceño, confusa. Estaba algo escasa de mente a aquellas horas como para andar investigando y adivinando cosas. Miré a Izan y le encontré observándome mientras se mordía las uñas. Aquello le delató. Sabía que me ocultaba algo pero no sabía el qué. Decidí dejarlo para cuando tuviera todos los sentidos y fui a desayunar. Esta vez había tortitas. Hacía muchísimo que no probaba una, y la verdad es que me supieron deliciosas. Cuando terminé, mi hermano aún continuaba mojando las galletas en la leche. Era muy lento para aquellas cosas. Le revolví el pelo al salir de la cocina y comencé a subir las escaleras para ir a mi habitación. En la planta de arriba me crucé con Jake. Tenía el pelo revuelto sobre la cara, y llevaba una camiseta blanca de tiras. Él me miró y yo le miré. Tenía la mirada apagada y parecía enfadado por algo. Aquellos ojos claros ahora parecían negro azabache. No sé por qué, pero sentí miedo y tuve que apartar la mirada. Le dejé pasar, fijando la mirada en el suelo, y una vez comenzó a bajar las escaleras, le miré de refilón. Volví la vista al suelo y entré en la habitación. Cerré la puerta y me apoyé en ella. ¿Qué demonios le pasaba? Estaba ido, tal y como el día anterior. Moví la cabeza de un lado a otro, como si de aquella manera se fuera a esfumar aquel pensamiento. Lo curioso es que funcionó. O bueno, tal vez fue la prisa que me tuve que dar por prepararme la que me hizo olvidarme de eso y centrarme en lo importante. Puede ser.
Me puse los pantalones vaqueros dando saltos por la habitación y después me puse una camiseta al azar y una sudadera encima. Ésta última era gris y de unas dos tallas más grandes que la mía. Me vino la voz de mi madre a la cabeza, regañándome por no vestirme como 'la niña guapa que soy'. Sonreí y terminé de atarme las zapatillas. Después salí disparada al baño. La puerta estaba entornada, así que decidí llamar. Al no obtener respuesta fui abriéndola poco a poco, y, al comprobar que no había nadie, entré rápidamente y cerré la puerta. Miré la hora. Las nueve menos veinticinco. Me peiné rápidamente, sin fijarme mucho en las pintas que llevaba, y me lavé los dientes. Oí un: 'vamos, que llegamos tarde' y bajé las escaleras a trompicones, con la mochila a la espalda. Una vez abajo suspiré y me tranquilicé un poco. Menos cuarto. Llegué justa para salir con Liv e Izan, que me esperaban en la puerta. Lo normal hubiera sido ir con Jake, pero éste iba un poco a su rollo. Por lo visto había salido hace rato.
Durante el tramo hacia el instituto nadie habló. Yo me entretuve pensando en si llevaba todo lo necesario. Lo típico de: '¿me he puesto el calcetín derecho?' y demás...
—Y bien, ¿qué ha pasado esta mañana?
Izan alzó rápidamente la cabeza e inmediatamente la volvió a bajar, como si a él aquello no le incumbiera. Liv en cambio mantuvo la mirada.
—¿Qué ha pasado esta mañana?
Volvió a decir ella, imitando mi voz. Después comenzó a reír y yo la seguí. Podría ser pequeña, pero aquello de desviar la conversación se le daba muy bien. Al parecer no quería hablar de ello, y dado que había sido una regañina tonta, decidí dejarlo estar. Mientras nosotras reíamos, Izan dijo algo en voz baja. No me quedó otra que preguntarle qué es lo que había dicho, ya que no le había oído.
—El bocadillo. Se te ha vuelto a olvidar.
Alcé ambas cejas. Tenía razón. A veces me asustaba lo bien que me conocía. Hasta pensaba por mí si era necesario. Era sorprendente.
—Tu hermana tiene memoria pez.
Le revolví el pelo y sonreí, pero él continuaba sin mirarme. Finalmente alzó la cabeza y sonrió. Era como si hubiese dejado de pensar en lo que tanto le preocupaba. Me convencí de que eran cosas de niños y poco después me despedí de ellos y me aventuré a entrar al instituto.
Sola de nuevo. Suspiré para mis adentros y comencé a andar hacia la puerta, observando disimuladamente el entorno. Todo estaba igual que el día anterior. Pude comprobar que la sección de fumadores seguía estando en frente del instituto. Aquello debía de ser así el resto del año, por lo que tendría que acostumbrarme a aquel olor ya de buena mañana. Me fijé un poco más en los chicos que había allí. Alguno de ellos me sonaba de haberlo visto por el instituto, pero la cara de otros me era totalmente desconocida. Me paré al encontrarme con la cara de Jake. Llevaba unas gafas de sol negras y el pelo colocado hacia abajo, despeinado, aunque no tanto como hace unas horas. Me fue difícil identificarle al principio, pero con lo que dijo a continuación resolvió todas mis dudas.
—Morena, date prisa, no te vayas a perder algún ejercicio.
Sonrió ligeramente, con aquel aire irónico que siempre daba. Su grupo de amigos explotó en carcajadas -probablemente provocadas por lo que estaban fumando, más que por horrible chiste que había soltado- y yo aceleré el paso hasta el instituto.
—Maldito imbécil.
Entré por la puerta ante la mirada de alguna que otra chica. Seguramente estaba roja, como de normal. Estaba empezando a odiar a aquel crío inmaduro. Unas veces tan simpático y otras tan insoportable. Hace un rato tan serio y ahora tan contento. Pero eso sí, siempre manteniendo su inteligencia al mínimo.
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Tripping Hearts
Teen FictionLa vida de Alice Howliac no podría haber ido peor estos últimos años. Tras la muerte de sus padres y el abandono de su hermano mayor, tiene que encargarse ella sola de su hermano pequeño Izan y de ella. Pero todo cambia cuando habla con el señor Jer...