La mañana se me hizo eterna e insoportable. A primera hora el señor Evans me dio mi horario de clases y me dijo que mañana en la hora de tutoría hablaríamos. A segunda descubrí que era una cateta en matemáticas. Antes se me daban bastante bien, pero la poca práctica durante ese año me había hecho olvidarme hasta de cómo dividir. Tal vez fue por eso mismo por lo que me molestó de más no poder atender por todo lo que hablaban en clase. No sé si es que no recordaba cómo era una clase normal, que la mía estaba compuesta por gente habladora o que les daban a todos lengua para desayunar.
—Eh, tú, la nueva.
Había olvidado comentar que tenía a dos idiotas sentados justo detrás de mí en casi todas las clases. Llevaban un buen rato llamándome y yo haciéndome la sorda, pero finalmente decidí darme la vuelta para ver qué querían.
—¿Ves como era fea? Menudo callito nos ha entrado en clase.
Su compañero empezó a reírse a carcajadas. Unas carcajadas muy escandalosas. Me giré rápidamente y me tapé la cara con el pelo, tragando saliva. De repente empezó a hacer mucho calor. Muchísimo.
—Mira que sois imbéciles. Intentad atender un poco más que no se puede decir que os sobren muchas neuronas.
Esa era Wendy, que se sentaba a mi lado. Agradecí que dijera aquello, pero no sirvió de mucho.
—Tú calla, zanahoria, que no estamos hablando contigo.
Wendy me miró y giró el dedo alrededor de su cabeza, rodando los ojos. «Ni caso» me dijo. Sonreí ligeramente y miré al cuaderno, suspirando.
Pronto llegó el recreo y nos reunimos con Sarah y Dela. Estuvimos en el mismo sitio de ayer, en las escaleras, hablando y riendo. Fue un alivio, la verdad. Con ellas me sentía cómoda hablando y se me olvidaba todo lo demás.
Las demás clases no estuvieron del todo mal. Atendí todo lo que pude para no pensar demasiado y me funcionó. Poco después tocó la campana de final de clases. No encontré a las chicas por ninguna parte así que decidí salir yo sola. Ya volvía a invadirme ese miedo atroz y ni siquiera sabía el motivo. ¿Era porque estaba sola? Tal vez. Había pensado que era bastante independiente pero al parecer no era así del todo.
Salí lo más rápido que pude de allí, intentando pasar desapercibida. Ya cantaba victoria cuando recibí un empujón fuera de lo normal al atravesar la puerta de salida. Me di la vuelta para ver quién era y allí descubrí a uno de los que me habían estado molestando en clase. «Son cosas de críos, Alice, un empujón no debería molestarte. Ríete, venga, hazle saber que no te importan sus tonterías». Pero la risa no salió. Lo único que logré hacer fue rodar los ojos y continuar mi camino como si nada hubiera pasado. «Genial, ahora el que se ríe es él. Mira que eres tonta». Ya volvía a ponerme nerviosa. El corazón me latía rápido. Oí cómo decía algo, pero intenté no escucharlo. Aceleré el paso y logré dejarlo atrás al pasar la esquina. Ahora estaría riéndose con sus amigotes estúpidos. Inmaduros.
—Vaya, qué rápido has llegado.
A la primera que me encontré nada más abrir fue a Mandy. Sonreí ligeramente y dejé la mochila en el suelo. Miré hacia el sofá en el que ayer estaban sentados Izan y Liv. Ahora solo se encontraba Liv, viendo los dibujos. Tardé poco en averiguar que por allí solo estaban ellas dos.
—¿Dónde están los demás?
Mandy alzó ambas cejas y empezó a mirar a todos lados, como buscando algo que decir.
—Han ido a... ¡comprar el pan! No querrás comer sin pan, ¿no?
Se acercó a mí con una sonrisa, me agarró suavemente del brazo y me llevó al sillón, donde se sentó conmigo. Todo aquello era extrañamente gracioso.

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Tripping Hearts
JugendliteraturLa vida de Alice Howliac no podría haber ido peor estos últimos años. Tras la muerte de sus padres y el abandono de su hermano mayor, tiene que encargarse ella sola de su hermano pequeño Izan y de ella. Pero todo cambia cuando habla con el señor Jer...