Mi vida es una contrariedad.
Hacía meses que no me levantaba con aquel mal humor. Y ni siquiera sabía a qué se debía. Por la noche me había ido a dormir con una sonrisa en la cara, con un aire positivo que jamás había visto en mí. Pero por la mañana todo volvía a ser igual, como si nada hubiera cambiado. Pero algo tenía que haber cambiado para bien.
Me levanté de la cama y me incorporé, sentándome en el borde.
La voz de mi madre se coló en mi cabeza.
«Piensa en positivo, Alice, o te irá muy mal».
Cerré los ojos. Recuerdo estar en esa misma posición años atrás, con lágrimas cayendo a raudales por mis mejillas, y la mano protectora de mi madre sobre mi rodilla. Lo único que veía eran las figuras borrosas de los objetos de mi habitación. No era capaz de mirarla a los ojos. No después de aquello.
«Todo va a ir bien, cariño. Confía en ti. Quiérete. Todo está en ti».
Suspiré profundamente y logré abrir los ojos. Me sentía agradecida de que todo aquello hubiera pasado, pero aquellos recuerdos aún me hacían sentir el pecho oprimido. Al menos el recuerdo de mi madre seguía siendo como siempre. Al menos había algo bonito que pudiera recordar cuando despertara mal.
Saqué fuerzas de donde pude y me levanté para bajar a desayunar. El olor a tostadas se olía desde las escaleras. En la cocina sólo estaban Ashton e Izan, el primero metiendo pan en la tostadora y el segundo sentado en la mesa, disfrutando de su tostada mientras se llenaba la cara de mermelada de frambuesa. Sonreí y pasé mi mano por aquel pelo rubio y alborotado. La de problemas que da siempre la comida. Si no es por falta de ella, por abundancia. Si no es por el rugir de mi tripa queriendo o sin querer, es por las noches llorando con envoltorios y platos vacíos a mi alrededor. Tragué saliva.
—Alice, ¿quieres tostadas?
Alcé la vista hacia Ashton y me quedé callada. Hubo un tiempo en el que hubiera dicho que no entre mareos, dolores de cabeza y el estómago vacío. Hubo otro tiempo posterior pero demasiado cercano a entonces, en el que hubiera accedido con la boca echa agua, y después la hubiera partido entre dos (siempre reservando el trozo grande para Izan). Pero ahora todo había cambiado. Todo aquello ya había quedado atrás.
—Sí, por favor, ponme dos.
Liv llegó a la cocina cuando me senté, con mis dos tostadas y mi vaso de leche ya sobre la mesa. A pesar del aspecto de dormida que tenía, estaba bien despierta. Pronto se puso a hablar con Izan y a reírse. Casi nunca me enteraba de por qué reían, pero siempre lo hacían cuando estaban juntos. Qué bonito era verles así de felices, sin ninguna preocupación más allá del 'qué habrá para comer'.
Cuando terminé, recogí todo y limpié lo que había manchado. Me apetecía tomar un poco de aire, así que salí por la puerta de cristal que daba hacia el pequeño jardín de la casa. Hacía bastante frío, más aún llevando tan sólo un pijama y una sudadera grande encima, así que me crucé de brazos, creyendo que así se me iba a ir el frío. El jardín recorría toda la casa hasta la entrada, y lo único que separaba la casa de la de los vecinos era una valla no muy alta de madera. Estaba pasando la mano por ésta mientras me acercaba más y más a la entrada, cuando escuché una conversación. No quería que los de fuera me vieran en pijama, así que tan sólo me asomé un poco para ver quiénes eran. Justo cuando miré habían dejado de hablar. Rápidamente reconocí a Jake besándose con una chica rubia -muy rubia-, que era bastante alta. Me fijé en aquello porque no tuvo que ponerse de puntillas para besarle. Iba con pantalones cortos y medias a pesar del tiempo que hacía. Me escondí en cuanto se separaron. No quería que me vieran espiando, y menos aún con aquellas pintas de recién levantada. Pero, cómo no, tuve que hacer una de las mías. No sé cómo había aparecido allí una maceta, pero yo fui a tropezarme con ella y a tirarla. Aún así, no me detuve y continué corriendo hasta llegar a la puerta por la que había salido. No tuve tiempo para entrar porque al darme la vuelta para comprobar si alguien me había seguido, apareció Jake a un par de pasos de mí. Yo puse los ojos como platos por un segundo, me senté en el escalón que daba al jardín y sonreí. No se me daba bien disimular.

ESTÁS LEYENDO
Tripping Hearts
Fiksi RemajaLa vida de Alice Howliac no podría haber ido peor estos últimos años. Tras la muerte de sus padres y el abandono de su hermano mayor, tiene que encargarse ella sola de su hermano pequeño Izan y de ella. Pero todo cambia cuando habla con el señor Jer...