El autobús frenó al fin. Llevábamos un día un tanto alterado con tanto viaje, y lo peor de todo es que la mayoría había sido a pie. Había pedido prestado (por no decir robado) un par de billetes de un puesto de helados en cuanto el encargado se distrajo un poco. Odiaba hacer aquello, pero no podía conseguir dinero de ninguna otra forma. Antes, en cambio, podía haberme permitido perfectamente pedir un taxi. No éramos una familia rica, pero teníamos un nivel económico medio, lo que no estaba nada mal. Pero entonces, de un día a otro, todo cambió.
Sabía que el viaje de papá era peligroso, ya que iba a la guerra; pero nunca me imaginé que no fuese a volver. Y después llegó la enfermedad de mamá, la cuál le arrebató la vida. Desde aquello hace ya un año y tres meses. Mi hermano mayor, Brandon, se fue un día de casa con la escusa de ir a buscar trabajo. Tampoco volvió.
A veces me preguntaba por qué la vida me había tratado tan injustamente sin hacer nada. Aunque bueno, después de tocar fondo, solo se puede ir hacia arriba, y desde luego que más desgracias no podían pasarme ya. Aquella era mi oportunidad.
—Ali, ¿nos falta mucho? Me duelen los pies...
Se trataba de mi hermano Izan. Agaché la mirada hacia nuestras manos entrelazadas y después miré al pequeñajo. Iba arrastrando los pies y tenía la cabeza agachada. Comprendía que estuviese así; llevábamos toda la mañana caminando y apenas habíamos descansado.
—No, ya debemos de estar a punto de llegar.
Con la mano que tenía libre sostenía un pequeño mapa de la ciudad, al cuál le echaba el ojo de vez en cuando para ver que íbamos en la dirección correcta. Me paré allí en medio, soltando la mano de mi hermano, y extendí un poco el mapa, buscando la calle Mornington. Tan solo estábamos a una calle de allí. Sonreí, volviendo a doblar el mapa, y agarré la mano del pequeño nuevamente. Le miré, manteniendo la sonrisa, y le revolví el pelo.
—Llegamos en menos de cinco minutos. ¿Estás nervioso?
Alzó la cabeza rápidamente, a la par que abría los ojos como platos.
—¡Ya llegamos, ya llegamos!
Se soltó de mi mano y aceleró el paso, aunque realmente no sabía a dónde iba. Pasados unos segundos se dio la vuelta, y comenzó a caminar hacia atrás, mirándome serio.
—¿Y si son malos y nos secuestran y luego nos matan?
—Era amigo de papá, ¿recuerdas? Seguro que es un señor encantador. Además, es el único sitio al que podemos ir, Izan, no te puedes quejar.
—Ya, pero... tengo miedo. ¿Me prometes que no nos pasará nada?
Se acercó a mí y se agarró fuerte a mi brazo, como si quisiera que le protegiera de algo.
—Claro que no. Te lo prometo.
Alzó su dedo meñique para que lo juntara con el suyo, y así lo hice. Aunque aquellos gestos pudieran parecer una tontería, para un niño de cinco años significaba mucho más. «Las promesas de meñique se tienen que cumplir». Al fin y al cabo, se lo enseñé yo.
Tardamos poco en llegar. Iba buscando por todas partes el número 12, que era dónde teníamos que ir. 6, 8, 10... ¡ahí estaba! Izan y yo nos acercamos rápidamente, y una vez en la puerta respiramos hondo e intentamos aparentar tranquilidad, aunque en realidad sentíamos todo lo contrario.
«Diiiiing doooong» sonó el timbre. Se oyeron varias voces por dentro, hasta que, pasados unos segundos, abrió un hombre joven. No tendría mucho más de veinte años. Tras verle fruncí el ceño y retrocedí un par de pasos, comprobando el número de la casa. No, no nos habíamos equivocado, aquella era la dirección correcta. Volví a mirar al chico, el cuál sonrió, como si esperara nuestra llegada. Cualquier otra persona hubiera dicho "no os vamos a dar dinero, adiós", como muchas otras veces nos habían dicho. Y es que nuestras pintas avisaban del poco dinero que traíamos encima. No recordaba cuánto hacía desde que me puse una camiseta que no estuviese manchada. Daba asco.
—Vaya, vosotros debéis de ser los Howliac, ¿no?
—Ehm... sí... sí, así es.
Nos invitó a entrar echándose hacia detrás y abriendo aún más la puerta. Izan en ese momento apretó mi mano, la cuál llevaba agarrando un buen rato. Siempre había tenido mucho miedo a todo, y era algo normal a su edad. Decidí mirarle y sonreír, intentando calmarle.
A medida que nos adentrábamos fui observando la casa. Lo primero que pude ver fue una zona amplia que dejaba ver unas escaleras hacia el piso de arriba, un par de sofás a la derecha y una gran cocina a la izquierda, la cuál podía verse a través de un gran ventanal.
Comencé a recordar las palabras de mi padre, hacía ya unos cuantos años. «Conocí a Jeremie en el trabajo, cuando era muy joven. No tendría más de dieciséis años». Mi padre provenía de una familia sin muchos recursos. Siempre agradeció tener un trabajo. «Su familia era muy rica por aquel entonces, pero me contó que sus padres le echaron de casa. Su padre siempre había tenido dudas sobre si él era realmente su hijo o era un bastardo, por lo que, que sus padres tuvieran dinero, no le sirvió de mucho en esta vida. Ha llegado dónde está por sus esfuerzos». El señor Hydich (Jeremie) había llegado a ser jefe de una gran empresa de automóviles. Mi padre siempre le había tenido un gran aprecio a ese hombre, y se solían ver de vez en cuando. Sin embargo, yo nunca le había visto en persona, y no sabía siquiera que tuviera hijos.
—Por cierto, yo soy Ashton Hydich; hijo de Jeremie. Vosotros sois Alice e Izan, ¿verdad?
Ambos asentimos con la cabeza. Aunque quería parecer educada y una chica normal, no pude evitar parar de mirar todo el alrededor como si aquello se tratara de una mansión. La verdad es que era enorme, y no me esperaba nada parecido.
—Yo soy Jake.
Giré la cabeza rápidamente hacia dónde oía la voz. Justo en frente mía se encontraba un chico un poco más alto que yo, con unos preciosos ojos color miel.
—Jake Hydich; hijo de Jeremie.
Durante todo ese tiempo no pude evitar mirar sus labios. Brillaban tanto que parecían irreales. Jake se agachó y besó mi mano de una forma caballerosa mientras mantenía una sonrisa pícara. Ashton, que se encontraba justo a su lado, le dio una colleja y le apartó de allí. Él le respondió con una risa mientras se dirigía a lo que parecía ser el salón. Su risa se transformó en una sonrisa brillante, sin parar de mirarme en ningún momento. Sonreí agachando la mirada. Estaba bastante roja, así que intenté disimularlo.
—Bueno... mejor os enseño un poco esto.
Ashton sonrió, comenzando a andar. Giré la cabeza hacia la derecha para buscar a Izan y entonces descubrí que estaba con una niña pequeña. La niña le estaba enseñando un papel, al parecer bastante interesante para ambos. Decidí dejarle allí con ella. Sería mejor que fuera conociéndolos.
Ashton me enseñó toda la parte de abajo de la casa y me habló un poco de los que vivían allí, que eran él, su novia (la cuál decía que estaba trabajando en ese momento), su hermano Jake, y su otra hermana Liv. Su padre se pasaba todo el día en el trabajo y por lo visto no solía pasarse mucho por la casa, pero eso sí, les había informado de que iríamos allí. Había sido con él con el que había hablado por teléfono, y no con los demás, pero se lo agradecí a Ashton de todas las formas. No me apetecía ir nunca más a una casa de acogida. La verdad es que éramos unos cuantos en la casa, y ya no parecía tan grande que antes, pero estaba segura de que viviría bien allí.
—Y eso ha sido todo. La parte de arriba te dejo que la investigues tú misma.
—Eso haré, entonc-
No me dio tiempo a contestar. Alguien me interrumpió antes de terminar la frase.
—¡Ali, Ali! ¡ven!
Izan había venido corriendo hacia mí y ahora se encontraba a mi lado, tirando de mí hacia la mesa en la que estaban antes él y la otra niña llamada... ¡Liv! eso.
—¿Qué quieres, Izan?
—¡Mira! esta es Liv.
Me acerqué a la pequeña, que aún seguía sentada, ahora dibujando. Sonrió de una forma infantil y se acercó a mí, alzando la mano. La examiné y uní mi mano a la suya, dando así un estrechón de manos. La niña se rió y continuó pintando.
—¿Cuánto vais a quedaros aquí...?
Liv no nos miraba, pero nos hablaba a nosotros.
—Pues... hasta que nos dejéis.
Liv me volvió a mirar y se rió de nuevo. Su risa era muy aguda y contagiosa, al igual que adorable. «Casi tanto como la de su hermano» pensé. Le sonreí y me acerqué hacia Ashton, que parecía estar llamándome. Éste me dijo que si quería podía subir ya a ver la que sería mi habitación, y ya de paso probar la ducha. La verdad es que ya necesitaba utilizar una de verdad. Me ofreció ropa de su novia. "La que está encima del armario te valdrá. A ella ya le viene pequeña". Le hice caso y subí arriba con Izan, ya que él también necesitaba una ducha urgente. A él en cambio, le dijo que de momento podría ponerse alguna camiseta básica de Liv, que ya nos comprarían ropa más tarde.
Subí a la parte de arriba, observando todo atentamente. Había puertas por todas partes. Según lo que me había dicho, mi habitación sería la que estaba la segunda a la derecha. Abrí despacio la puerta mientras cogía la ropa de encima del armario del pasillo. Vaya, era una habitación grande. Incluso más que mi anterior habitación. Tras probar la cama y cotillear un poco la parte de arriba, comencé a bañar al pequeño. Cuando terminé le puse una camiseta blanca de manga corta que nos dio Ashton y unos pantalones cortos vaqueros. Se notaba que eran de niña, pero la verdad es que no le quedaba otra que ponerse eso. Después de preparar a Izan, entré yo a la ducha. Cuando noté el agua caliente cayéndome en la cabeza, me sentí relajada por primera vez desde hacía ya mucho tiempo. Me di cuenta de que al fin había encontrado un buen lugar en el que estar. A pesar de la aparición de hijos para mí inexistentes hasta entonces en la casa, la cosa iba bastante bien. La convivencia con gente de mi "misma" edad tal vez no estaba tan mal.
Cuando terminé de ducharme me cubrí con la toalla que me habían dado y me miré en el espejo. Tuve que pasar la mano por él para poder ver algo. De repente vi a mi anterior yo. A la chica alegre de antes, con una familia y un lugar estable en el que vivir. Hacía tiempo que no me reconocía al mirar mi reflejo. Pero al fin era yo de nuevo. Sonreí inconscientemente nada más pensarlo. Me vestí con la ropa que tenía, que era una camiseta sin mangas rosa y unos jeans ajustados. Los pantalones me venían algo largos, pero aquella era más o menos mi talla. Me peiné y sequé el pelo y salí de allí. Nada más salir me topé con Liv, que al parecer había estado esperando a que saliera de allí.
—¡Hala!
Dijo con aquella voz tan adorable que tenía. Me miró con los ojos agrandados, dando una vuelta a mi alrededor. Después se paró de nuevo en frente mía y sonrió.
—¡Qué 'buapa'!
Reí intentando disimular mi vergüenza, y me agaché un poco para estar a su altura.
—Gracias, peque. Pero no más que tú, ¿eh?
Liv sonrió tímida, agachando la mirada. Me recordaba tanto a mí... Sabía que me iba a llevar bien con ella. Siempre había deseado tener una hermana pequeña, y en ese momento ella era lo más parecido a una.
—¡Eh, morena!
A pesar de no haber hablado mucho con él, reconocí su voz nada más oírle. Dudé en girarme, pero finalmente lo hice. Allí se encontraba Jake, el cuál comenzó a mirarme de arriba a abajo sin cortarse un pelo. Finalmente se paró en mi cara y sonrió.
—Tengo nombre, ¿sabes?
—Nah, morena está mejor.
—Además... es castaño oscuro.
Soltó tal carcajada que su risa inundó todo aquello. Liv se había metido en su habitación nada más aparecer él, por lo que estábamos solos.
—O moreno claro.
La manera en la que me sonreía me terminaría enloqueciendo.
—Dejémoslo en Alice.
Me dí la vuelta, dispuesta a entrar en la habitación que me habían asignado, pero justo antes de entrar, Jake me agarró del hombro y me giró suavemente. Estaba a tan sólo unos centímetros de mí. ¿Qué estaba haciendo? Agrandé los ojos y después intenté concentrarme en mirarle a los ojos. No mires a otras partes, Ali, no lo hagas.
—Esa ropa te queda un poco...
Volvió a mirarme de arriba a abajo, pero esta vez lo hizo más lento. Por un momento pensé que iba a decirme un piropo, pero no fue así.
—Grande.
Seguía mirándome de arriba a abajo cuando dijo aquello. Después me miró de nuevo, ahogando una carcajada. Fruncí el ceño y volví a darme la vuelta.
—A ti esa ropa sí que te viene grande y no te digo nada.
Entré antes de que le diera tiempo a protestar y cerré la puerta tras ello. Me apoyé en la puerta y cerré los ojos, suspirando. No sé si es que ya había perdido práctica en aquello de los chicos (aunque ni siquiera había llegado a tenerla en toda mi vida) o era otra cosa, pero cada vez que me acercaba a él me ponía tremendamente nerviosa.

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Tripping Hearts
Teen FictionLa vida de Alice Howliac no podría haber ido peor estos últimos años. Tras la muerte de sus padres y el abandono de su hermano mayor, tiene que encargarse ella sola de su hermano pequeño Izan y de ella. Pero todo cambia cuando habla con el señor Jer...