Pasé un rato más en mi habitación. Se me hacía raro llamarla así, pero tendría que ir acostumbrándome.
La habitación estaba pintada de un color lila precioso. Era mi color favorito. El lila en otras habitaciones podría quedar un poco infantil, pero en esa... quedaba perfecto. Me senté en la silla colocada en el escritorio, desde el cuál podías observar toda la calle a través de la ventana. No alcanzaba a recordar la última vez que me senté tranquila en una casa, observando a la gente pasar, a los pájaros volar.
Un grito me sacó de mis pensamientos. «¡A comeeeeeer!». ¿Tan pronto? Observé el reloj colocado en la mesilla. Las dos y media. No tenía ni idea de cómo podía haberse pasado el tiempo tan rápido. Me levanté rápidamente de la silla y me dirigí hacia la parte de abajo. Justo cuando estaba bajando las escaleras, Liv pasó delante mía, saltando las escaleras de dos en dos hasta llegar abajo. Yo hubiera hecho exactamente lo mismo si me conociera un poco mejor las escaleras. De momento no me apetecía caerme por ellas. Cuando bajé, casi todos estaban ya colocados alrededor de la mesa, en la cuál estaban puestos todos los cubiertos y la comida.
Tan sólo quedábamos por sentarnos Ashton, Jake y yo. Me habría gustado poder ayudar en algo, pero lo único que pude hacer fue sentarme. Jake lo hizo después y unos instantes después llegó Ashton con otro plato de comida, el cuál depositó en la mesa. A pesar de estar todos sentados, seguía quedando una silla libre. Cuando estaba pensando en preguntar qué hacía una silla de más allí, se sentó en ella una chica. Era rubia, de pelo rizado y bastante guapa. Poco tardé en darme cuenta de que era la novia de Ashton. La saludé y me quedé callada y quieta en mi silla. Todos comenzaron a servirse de los platos, incluido mi hermano. Cogió el plato de espaguetis y se echó una cantidad considerable en su plato. Se le veía ansioso. No había pasado ni un minuto y ya tenía la cara llena de tomate. Liv soltó una carcajada al verle así, y se tapó la boca mientras reía.
—Izan, tranquilo, que te vas a atragantar...
Asintió sin mirarme, pero continuó devorando. Yo en cambio intenté comer de una forma tranquila. No quería aparentar que estaba muerta de hambre ni aunque fuera verdad.
—Morena, deberías sentirte especial. Casi nunca comemos todos juntos.
Le miré, pillándole justo cuando acababa de 'absorber' un espagueti. ¿Cómo lograba hacer todo de esa manera tan... sexy? Era desesperante. Llego a hacer yo eso y me salpico tomate por toda la cara.
Ashton dirigió una mirada asesina hacia su hermano. La primera impresión que había tenido de todos ellos es que estaban muy unidos, pero al parecer no todo el rato.
—¿Ah sí?
No quise decir nada más por si molestaba a Ashton, ya que a Jake se le veía bastante tranquilo con lo que había dicho. O más bien, satisfecho.
—Lo que pasa es que no solemos... coincidir. Cada uno llega a una hora de trabajar o del colegio.
Aquello lo había dicho la chica rubia de la que todavía no sabía el nombre. Hubo un silencio incómodo en el que solo se oyó el choque de los cubiertos con el plato. Finalmente Izan, el cuál no había estado atento a otra cosa que no fuera la comida, comenzó a gritar.
—¡HE TERMINADO!
Alzó las manos a modo de victoria, y Ashton chocó la mano con él mientras le felicitaba por haber terminado tan rápido. Yo solté una carcajada y le limpié los morros con la servilleta.
—Así me gusta, campeón. Pero la próxima vez intenta no mancharte la camiseta, que parece que hayas matado a alguien.
Izan me miró mientras se reía. «¡Así mejor! Se le echa un poco más y es roja» respondió él. Los demás fueron terminando, al igual que yo. Cada uno cogió su plato (incluso los más pequeños) y lo llevó al fregadero. Yo comencé a recoger el mantel y demás, con la ayuda de la chica y Ashton. Los niños se habían sentado a ver la tele y Jake había desaparecido. Buena técnica para no recoger nada. Ashton se fue un momento a la cocina y nos quedamos las dos solas.
—Por cierto...
La chica me miró con una sonrisa.
—Dime.
—¿Cómo decías que te llamabas...?
Achiné un poco los ojos mientras decía aquello.
—Ah, es verdad, que se me había olvidaba decírtelo. Yo soy Amanda, pero prefiero que me llamen Mandy. Tú eras... Alice, ¿no?
—Sí, así es. Encantada.
Hablábamos a distancia. Ella se levantó y fue a dejar unas cosas a la cocina. Mientras yo doblaba el mantel, volvió.
—Alice es un nombre bonito. Como la del libro y la de la película. Alice in Wonderland; Alicia en el país de las maravillas. ¿Por qué te llamaron así?
—Fue por eso mismo... A mi madre le encantaba ese libro. Me lo leía todas las noches antes de dormir.
Dije aquello con la cabeza agachada y una sonrisa formada en mis labios. Cuando la miré, ella también sonreía. Tras recoger, subí de nuevo a 'mi habitación'. Cerré la puerta y me tumbé en la cama, mirando al techo. Me llevé un gran susto cuando alguien abrió de repente la puerta y se adentró en el cuarto. Pero tampoco me quedé mucho más tranquila al saber quién era.
—Me persigues, eh.
—Ahora vives en la misma casa que yo y esto no es tan grande.
Suspiré y me senté, apoyándome en la pared mientras le miraba. Él se sentó en el borde de la cama.
—Los pequeños se han quedado dormidos. Tu hermano el primero. ¿Cuánto lleváis sin dormir en condiciones?
Por una vez hablaba en un tono serio. Desde que le había conocido, a todo lo que decía le añadía un toque suyo, añadiéndole esa gracia suya tan peculiar. En ese momento no lo hacía.
—¿En una cama de verdad, te refieres?
—Sí.
—Unos dos meses.
Suspiró y se tumbó en la cama. Si se acercaba un poco más a mí podría darle con los pies en el estómago. Se colocó las manos debajo de la cabeza, pensativo. No sé por qué, pero parecía triste, como si estuviese recordando una época mala.
—Sé que es duro. Aunque no lo creas, yo pasé unos cuantos años así. Bueno, mis hermanos y yo. Llega un momento en el que ya no sabes qué hacer, si aceptar a ir a una casa de acogida o a un orfanato, o seguir en la calle y huir.
Fruncí el ceño mientras le miraba, él en cambio continuaba mirando al techo. Tenía razón en todo lo que decía, pero... él tenía un padre, una casa. ¿Por qué decía aquello?
—Pero... ¿y tu padre?
Esta vez sí que me miró, alzando ligeramente las cejas. Se levantó y se sentó a mi lado. Pareció sorprendido. Se acababa de dar cuenta de que le estaba contando su vida a una completa desconocida. Aún así, me contestó. Aunque esta vez utilizó un tono de voz más bajo.
—Tan sólo hace unos años que apareció en nuestras vidas. No se le puede llamar un padre ejemplar que se diga. Nos dejó solos cuando mi madre murió. A mí siempre me habían dicho que no tenía padre, pero entonces apareció de la nada.
Creo que me había quedado blanca. Agaché la mirada. No podía comprender cómo un padre podía hacer eso a sus hijos; sangre de su sangre. Mi padre siempre me había dicho que Jeremie era un buen hombre, pero supongo que determinadas circunstancias pueden cambiar a una persona.
—Bueno, al menos volvió para buscaros... ¿no?
Suspiró y tardó unos segundos en contestar. Analicé mi frase y sentí vergüenza. Intentaba animarle, pero tal vez estaba indagando en una herida que él no quería abrir. Durante el tiempo que tardó en responder, me pregunté a mí misma qué era en lo que estaba pensando. Finalmente volvió a suspirar y asintió, esbozando una sonrisa no muy convincente.
—Tarde, pero sí.
Había rencor en sus ojos.
Se levantó y fue hacia la puerta. Justo cuando estaba a punto de salir por ella, se paró y miró de nuevo hacia mí.
—Deberías descansar. Mi hermano dice que esta tarde vais a no sé qué de la ropa, y mañana es miércoles y hay instituto.
Asentí lentamente y sonreí. Después se marchó. Suspiré profundamente y finalmente me tumbé. Jake era otra persona cuando hablaba de su pasado, de su familia... Al parecer no era la única que lo había pasado mal. Había cambiado la forma en la que veía al señor Jeremie. Y no sé porqué me daba que no le vería hasta pasado bastante tiempo.
Finalmente, tras pensar mil cosas, terminé durmiéndome. Creo que fue la mejor siesta que me daba desde hacía meses. En una cama de verdad. No me dolía ni la espalda al levantarme. Me estiré y sonreí, levantándome de allí. Ya se oía el correteo de los niños de un lado a otro, y a Ashton poniendo orden. Podría acostumbrarme a aquellos ruidos. Salí de la habitación y bajé al salón. Tal y cómo me había dicho Jake antes, dentro de un rato iríamos a la ciudad a comprar ropa y demás cosas para nosotros. Por lo visto no cabíamos todos en el coche, por lo que tan sólo fuimos Mandy, Ashton, Izan y yo en él. Jake se quedó cuidando de Liv en casa. Izan ahora vestía una camiseta que le venía más bien de vestido, al parecer de Jake, ya que la otra camiseta se la había manchado. Casi mejor era que llevara una camiseta así de grande a la otra llena de tomate.
El pequeño, por una vez en la vida, no estaba nervioso ni asustado, más bien emocionado. Nunca le había gustado ir de compras, pero ahora sí. Decía que quería comprarse ropa chula, que la sucia y la de chica no le gustaba. En eso sí que estaba de acuerdo con él. Por el camino fui mirando por la ventana. Stratford era un pueblo bastante grande y tenía su encanto. Se lo comenté a Mandy, pero tan sólo me miró alzando las cejas. «Las apariencias engañan, Ali» me contestó. ¿A qué se refería con eso?
Finalmente llegamos. Había tiendas por todas partes. Tras salir del coche, Mandy me agarró del brazo y me miró sonriendo.
—¡Nos vamos de compras!
Miré hacia atrás, dónde se encontraba Ashton con Izan. El pequeño hizo lo mismo que yo. Se le notaba algo asustado, ya que hacía mucho tiempo que no se separaba de mí, pero sabía que estaría bien con él. Ashton era un buen tipo. Alcé el pulgar en señal de aprobación, o tal vez para darle algo más de confianza. Él sonrió levemente y miró hacia Ashton. Le tenía cogido de la mano.
—Aquí dentro de... ¿dos horas?
Ashton se había acercado hacia nosotras para decir aquello.
—Está bien. Hasta luego, chicos.
Eso lo dije yo. Volví a mirar a Izan con una sonrisa y esta vez sonrió enseñando los dientes. Ya se le notaba más contento.
No había pasado ni una hora y ya teníamos tres bolsas cada una. Yo me cogía dos camisetas para probármelas y Mandy me traía cinco más, por lo que terminaba llevándome media tienda. Le decía que no hacía falta que me comprara tanto, ya que todo aquello corría de su cuenta, pero no me dejaba protestar. Iba a cobrar a la caja antes de que pudiera seguir quejándome. A la hora acordada volvimos al coche. Habíamos comprado bastantes pantalones, camisetas, pañuelos, ropa interior, zapatos, y hasta vestidos. Mandy definitivamente estaba loca. Y por lo que veía, Ashton también se había pasado un poco con la ropa.
—No teníais que haber comprado tanto... nosotros nos conformamos con cuatro cosas.
Ashton fue poniendo todas las bolsas en el maletero mientras hablaba.
—Esa ropa va a ser todo vuestro armario, y no teníais nada más que un pantalón y una camiseta vieja y rota. Además, para nosotros no es molestia.
Me sonrió, revolvió el pelo a Izan y entramos en el coche. El pequeñajo tenía una cara de felicidad que no podía con ella, al igual que yo. Me sentía tan bien sabiendo que al fin las cosas se habían arreglado, que ya teníamos una 'familia'...
—Ah, por cierto.
Estaba ya sentado en el asiento del conductor. Se giró y me dio una caja. Fruncí el ceño mientras le miraba. Él tan sólo señaló hacia la caja con una gran sonrisa. Miré hacia ella. No me lo podía creer. Era un móvil. Y nuevo; recién sacado de la tienda, diría yo. Izan se empezó a reír al ver mi cara de pasmada, y poco tardaron en seguirle Mandy y Ashton.
—Dios, yo... no puedo aceptar esto.
Me quedé mirando la caja. En ella venía una foto del móvil, y era increíble. En un color blanco, táctil y de los de nueva generación. Recuerdo que el último que tuve servía para llamar y poco más. Lo más interesante que tenía era el jueguecito de la serpiente.
—Claro que puedes.
Miré esta vez hacia Mandy. Eran un amor los dos.
—Sois geniales... nunca podré llegar a agradeceros todo lo que estáis haciendo por nosotros. Gracias. Muchísimas gracias.
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Tripping Hearts
Fiksi RemajaLa vida de Alice Howliac no podría haber ido peor estos últimos años. Tras la muerte de sus padres y el abandono de su hermano mayor, tiene que encargarse ella sola de su hermano pequeño Izan y de ella. Pero todo cambia cuando habla con el señor Jer...