Último mes.
— ¿Le avisaste a tu padre que viniera por nosotros? —pregunta Katsuki algo abierto de piernas. Es el momento. La hora de la verdad. El día en que daría a luz y no estaba muy seguro de poder aguantar. Al menos sería por cesárea.
— ¡Ya lo hice dos veces! —vuelve a llamar, pero su padre le manda al buzón de voz.— ¡Van tres, que quede claro!
— Ugh... —se queja Katsuki arrugando el entrecejo.— Bastardo, me duele terrible, llama a una ambulancia, a la marina, al presidente, no sé pero haz algo.
— ¡Voy, cariño! —inmediatamente se pone el celular en la oreja tras haber marcado la serie de números para llamar a la ambulancia.
— El saldo de tu amigo se ha agotado, te sugerimos que hagas una nueva recarga en... —cuelga. La puta madre que se los cargaba.
— Amor, dame tu teléfono, no tengo saldo. —Katsuki le extiende el suyo casi tirándoselo al rostro. Vuelve a marcar hasta que un auto se estaciona delante de ellos. Enji sale del auto, apresurado.
— Mi teléfono murió, suban ya. —abre la puerta y Shōto ayuda a subir a Katsuki. Con cuidado lo introduce, procurando no hacerle daño. Acto seguido cierra la puerta y se mete en el asiento del copiloto. Enji lo hace en el asiento del conductor.
Y arranca, que las criaturas se les vienen encima con un hombre en cinta que grita la primera grosería que se le viene a la mente. Ahora que lo pensaba, Katsuki de mal humor y a punto de parir era una mala combinación.
— ¡Agh, la puta madre! —grita Katsuki respirando con fuerza.— ¡Ugh, me duele como la mierda! ¡Joder, a la vergaaaaaaa! ¡Me dueleeeee! ¡No volveremos a hacerlo, nunca más cogeremos, ya está, decidido! ¡Esto duele como la mierda!
— Kats, tranquilo. —trata de relajarlo Shōto volteando hacia atrás. Le extiende su mano y Katsuki la toma, apretándola.— ¡Ay, mi manitaaaaaa!
— ¡Te dije que nos fuéramos desde hace rato! —Katsuki aprieta la mandíbula.— ¡Me duele, estúpido idiota mal parido jodido segundón!
— Shōto, tu novio es algo mal hablado, tranquilízalo. —habla Enji tratando de conducir en paz pero le es imposible al escuchar cada una de las groserías que salen de la boca de Katsuki.
¿Quién diría que tuviera tanto talento en eso?
— ¡¿Y qué te interesa?! —grita Katsuki.— ¡Acelérale, conduces como mi abuela!
— ¡Shōto, calma a tu novio!
— ¡Mi manitaaaaa!
— ¡AAAAAH! ¡POR UN DEMONIO! ¡ME DUELE!
— ¡Kat, amor, ten compasión! ¡Es mi mano favorita! ¡Con esa escribo!
— ¡Shōooootooooo!
Después de una extraña y fatigante aventura en la calle con un hombre a punto de dar a luz, llegan al hospital. Enji es el que se lo lleva cargando y esto es porque Shōto tuvo que ir a que le entablillaran los dedos. Aparentemente Katsuki se los había roto por la fuerza aplicada.
Al poco rato sube al área de parto, donde Enji se hace cargo del papeleo.
— ¿Él está bien? —pregunta a lo que él asiente. Shōto suspira.— ¿Puedo entrar?
— No, es una cirugía, no está permitido.
— Pero son mis hijos.
— ¿Y? No puedes. Te quedarás aquí a esperar.
Ambos se sientan en las bancas de espera. Aquello se sentía eterno para Shōto. ¿Y sí algo no salía bien? ¿Y sí los perdía? ¿Y sí perdía a su Katsuki? ¿Y sí le hacían debatir entre sus hijos o su novio? ¿Y sí...?