Octavo mes.
— ¡Todomeco, ven para acá! —exclama Katsuki batiendo algo que parece una masa gelatinosa. Shōto se asoma a través de la puerta, con su característico rostro multifacético y alegre. Obviamente es sarcasmo.
— ¿Qué pasa, Kat? ¿María no te deja en paz? —una patadita recibe Katsuki en el vientre. La condenada tercio de gastritis le jodía cada que le llamaban María.
— ¡Deja de decir ese nombre! —deja el contenedor a un lado y prosigue a rebanar verduras. Shōto ve cómo prepara tres platillos diferentes al mismo tiempo y le da miedo. Por algo su querido novio se encargaba de cocinar.
Pero, ¿qué está pasando aquí? Shōto y Katsuki tuvieron que hacer lo que nunca pensaron: llenar los papeles de maternidad. Pedir tiempo para poder después seguir con sus estudios de ser héroes sin reponer tiempo, ya que de todos modos no sería bastante. En un inicio, Katsuki se encargaría solo pero esa idea no le gustaba para nada a Shōto. Ambos eran responsables de esas criaturas y se pondría los pantalones como todo un hombre. Con ayuda de la tarjeta de crédito de su papá, la cual se usaba en ocasiones de suma importancia, alquiló un departamento en la ciudad bajo la excusa que quería hacer sus prácticas sin contratiempos.
Como parte del papeleo, el asunto del embarazo se trataría en secreto, no se publicaría por ningún medio o les harían algo en contra de su voluntad. Todo de acuerdo a como ellos querían. La idea de que fuera secreto para sus compañeros y profesores fue lo que escogieron así como personas que nada que ver con ellos. Solo personas cercanas. Parte buena de este embarazo es que el vientre casi no luce gracias al cuerpo bien trabajado de Katsuki y sus ropas holgadas.
Han vivido cerca de un mes juntos en donde han tenido que convivir más de lo que antes lo habían hecho. Katsuki, en un inicio, había hecho un programa a seguir donde dictaba las cosas que tenían que hacer en todo ese tiempo. Shōto aprendió lo organizado que podía llegar a ser su novio. Tanto que le dió un horario para ir al baño y así evitar tropiezos.
Justamente ese día estaba apunto de suceder una de las cosas más importantes en sus vidas: presentarse ante los papás. Habían hecho todo al revés; coquetearse, tener relaciones, ser novios, embarazarse y presentarse a los padres. Pero hey, el orden de los factores no altera el producto.
Y todo con el motivo de revelar los sucesos: su noviazgo y embarazo. Vaya forma de conocer al suegro, sin duda. Shōto se había encomendado a todos los dioses, santos, figurillas, imágenes y demás con tal de que sus suegros no le dijeran nada por haber embarazado a su único hijo. Incluso se hizo una limpia.
En cambio Katsuki estaba preocupado por lo que podría decir el padre de Shōto. Endeavor no lucía de esa clase de padres que se ponen contentos de saber que tu hijo de diecisiete sale con uno de dieciocho y que encima, le ha embarazado o porque vaya a ser abuelo más joven. De cualquier manera, si algo le decía, Katsuki se la devolvería, no se andaría con mamadas del qué dirán. Era un simple aviso de que los planes habían cambiado y que las cosas serían distintas. El camino sería duro, ya qué, pero al mal paso darle prisa y eso era justamente lo que haría Katsuki. Se haría cargo de los cuatro bebés, porque Shōto contaba como uno, sería un gran héroe y todo saldría bien. Y a quien no le gustara le partiría su madre.
No quería verse como un ejemplo a seguir pero estaba haciendo más de lo que alguna vez se imaginó.
Preparando una buena cena para impresionar al suegro, estar tranquilo para evitar peleas y mantener a raya a su madre. Por otro lado, Shōto hacía lo más pesado: no estorbar.
— ¿Para qué necesitas mi ayuda? Creí que te encargarías de todo solo. —deja el libro de maternidad en la barra para luego posicionarse atrás de Katsuki y darle un abrazo de esa manera.— ¿O me vas a ascender?