Capítulo 1: Lágrimas del Ayer en los ojos del Hoy

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Aldana se había levantado tarde ese día. Raro en ella, tan cumplidora con la puntualidad. Su madre, Cornelia, la esperaba como tantos otros días sentada en la mesa de la cocina con la mirada perdida en el plato de cereales que no le entusiasmaban demasiado. Aldana bajó las escaleras hasta la cocina.

- Hola, mamá. - Apenas la miró.

- Hola, hija - le dijo en tono resignado, como llevaba por costumbre desde hacía años.

- ¿Dónde está papá?

- Comprobando el estado de las viñas. Ha granizado esta noche y no creo que estén muy bien...

- ¡Ya verás como están bien, tranquila!

- No, si eso no me preocupa - contestó mirando el cielo encapotado sin apenas verlo.

Cierto era que no lo veía. No porque no quisiera, sino porque sus recuerdos se lo impedían. Hace no mucho tiempo, eran una agradable y feliz familia en la que convivían padre, madre, hija e hijo. Sin embargo, un frío día de otoño, la decisión del hijo lo cambió todo. Decidió irse sin decir nada, sin hablar con nadie, sin pensar en el daño que podía causar. Nadie supo nunca nada más de él. Todo eran historias inventadas sobre su fuga. Sus padres nunca lo entendieron y ella, Aldana, ahora preocupada quizá por el estado de las viñas, tampoco lo entendió. Nunca se lo perdonaría ni a ella por dejarle ir, ni a su hermano. Por culpa de su triste huída, ahora en su familia no quedaba ni rastro de alegría. Sólo veía en las caras de sus padres un resto de felicidad que antaño vivía la familia y que ahora sólo era un sentimiento olvidado en la penumbra del recuerdo.

El padre de Aldana, Alexander, volvió del campo.

- Cariño, no están mal, pero se ha perdido parte de la cosecha.

- Me lo imagino. Ya se arreglará.

- Aldana, mañana recogeremos lo que quede. El resto, lo usaremos de abono para el año que viene.

- Muy bien papá... Mamá, luego podemos pintar un cuadro.

- No sé hija, no tengo ganas. - Y levantándose se fue a su habitación con la desolación fija en la mirada de su hija y esposo.

- Papá, yo voy a dibujar a mi habitación.

- Muy bien hija. Estaré aquí leyendo.

Otra mañana que empezaba parecido, pero que acababa en la misma monotonía de siempre. Cornelia, la madre, en la cama, Alexander leyendo y Aldana dibujando. Otra mañana que acababa igual que todas aquellas después de la trágica fuga de Dierso, aquel chico que no se sabe por qué, un día decidió abandonarles.

Estrellas entre Las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora