30. Happy Pills.

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POV Natalia.

La barriga ya se hacía notar mucho, ninguna de mis camisetas anchas ejercían de la misma forma. Me dolía la espalda y mis pechos querían estallar, nunca había oído hablar de estos problemas durante el embarazo y era lo que peor estaba llevando sin duda.

Al menos, todo iba bien.

Dejé de trabajar, con la baja que me permitía reincorporarme después de tener al bebé. Tenía suerte de que mi jefa era también una amiga.

Me levanté de la cama pesadamente, lenta y dolorida. El bebé no dejaba de dar patadas inesperadas que hacían que me sobresaltase cada poco tiempo.

Caminé hasta el salón, esperando encontrarla ahí. Pero fruncí el ceño al darme cuenta de que no, no estaba. Miré el reloj de mi muñeca confundida porque a estas horas la rubia ya debería estar en casa.

Fue entonces cuando al escuchar el motor del coche estacionando en el porche, que volví a respirar. Sonreí y relajé mi expresión acercándome a la puerta y saliendo para recibirla. Y ahí la ví, saliendo del coche con dos bolsas de la compra. Con sus características gafas de sol impidiendo que viese sus preciosos ojos, vestida con su chaqueta de cuero, sus pitillos y una simple camiseta básica blanca, acompañada de sus botas.

Se acercó a mí con una sonrisa, provocando que yo ampliase la mía. Ella dejó las bolsas en el suelo y caminó hasta llegar a mí, colocando sus manos en mi barriga. Agachó su cabeza dejando un beso ahí, dirigido para el bebé y posteriormente me miró.

Suspiré colocando mis manos en sus gafas de sol, apartándolas de su rostro y haciendo que nuestros ojos conectasen. Después, sin emitir sonido, ambas nos acercamos y nos besamos.

''Tengo que volver'' Su voz cortó aquel beso. Me separé de ella interrogante mientras fruncía el ceño.

''¿Qué?'' Dije yo.

''Tengo que volver, Nat'' Giré la cabeza sin entenderla pero justo entonces empecé a escuchar las sirenas policiales a lo lejos. La miré y ella agachó la cabeza.

''No'' Negué caminando hacia la carretera, por dónde se empezaban a ver las sirenas en el horizonte. ''¡No has hecho nada!'' Grité. Pero cuando volví a girarme hacia ella, ya no iba como la había saludado. Ahora estaba toda de negro, con las manos manchadas de sangre y con una pistola en una de ellas, no veía su pelo rubio ya que un pasamontañas me lo impedía pero sí podía distinguir sus ojos. Con una expresión decidida.

''Adiós'' Dijo ella para posteriormente colocarse la pistola sobre su cabeza y disparar.

''¡No!''

Abrí los ojos incorporándome en mi cama. Respiraba agitadamente y sentía el sudor correr por mi frente. Me llevé la mano al pecho y posteriormente a la barriga, comprobando que no tenía tal bombo todavía. Encendí la luz y miré a mi alrededor.

No estaba en una casa, estaba en mi apartamento. Todo había sido un sueño, sólo eso. O más bien, una pesadilla.

Me volví a tumbar, dando grandes bocanadas de aire y coloqué mi mano en la frente, tapando también con ella mis ojos. No sabía cómo interpretar aquel sueño pero las secuencias se repetían una y otra vez en mi cabeza.

Alba, el bebé y la cárcel me estaban empezando a pasar factura.

Suspiré profundamente y me giré a mirar el reloj. Eran las 4:30, por lo que no valía la pena volver a dormir. Me levanté, duché, me vestí, desayuné y por último me encaminé a la cárcel. Sin saber que aquel día iba a ser eterno.

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