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SE AVECINAN TIEMPOS DIFÍCILES

El asesino en serie, rió derramando unas cuantas lágrimas, pero todo eso se desvaneció cuando Alissa, se percató de su presencia, él la miró con detenimiento, y ella sólo se fue, no le gustaba tener una mirada sobre ella, le resultaba incómodo y molesto.

Pasó cerca a un callejón y escuchó pasos detrás de ella, aquel chico la seguía sin discreción. Y su vestimenta era muy obvia, nadie pasa desapercibido por usar pantalones holgados de color negro, y también polera del mismo color.

Intentó alargar su camino, hasta que el chico dejara su insistencia para seguirla. Camino por distintos lugares, cada uno más impenetrable que otro, pero él aún la seguía. Lo peor de todo era que sobresalía entre la multitud con su vestimenta estrambótica.

Como la insistencia de su admirador-asesino la impacientó, no podía demorarse más de tres horas en llegar a casa. Esas eran las reglas. Vio su reloj de muñeca con molestia, ya eran marcadas las tres en punto, si hacía esperar a su madre por mucho tiempo, no se lo podía perdonar.

Volteo para ver a su acosador, quién al parecer como siempre traía un cubrebocas negro y lentes de sol. Así no podía ver sus facciones, este procuraba ocultar su identidad, pero de forma sobresaliente.

Alissa tuvo una idea rara, pero de la que no se iba a arrepentir por haberla expresado, era la única opción que tenía para alejarlo.

—¡Deja de seguirme, todos nos están mirando raro!— gritó mirándolo tal depredador a su presa.— ¿Sabes qué? Ten— le dio en sus manos un sobre con polvo blanco.— Llévatelo y vete.

El chico miró detenidamente ese pequeño sobre, no vio nada interesante en ello, así que negó con la cabeza y se lo devolvió. Esa actitud aburrida que tenía, no era buena para aliviar a Alissa, quién tenía algo en común con su padre, el mal carácter.

—¡Di por lo menos una palabra!¿No?— empuñó su mano.

Un asesino no es cobarde ni tiene miedo a nada, eso es lo que dicen, pero él tenía una debilidad, llamada "Alissa". Tenía miedo de ella, a pesar de quererla mucho, bueno, todos los rumores de ella no son muy agradables, su seudónimo no es por cariño después de todo.

Quiso argumentar palabra alguna, pero la mirada asesina de Alissa, le quitaba la confianza que emanaba su interior.

—Pe... perdón yo... yo, no... no pu... puedo— tartamudeó cerrando los ojos.

Alissa quedó estupefacta, su voz emanaba inocencia, mas no fuerza descomunal. Su padre le había enseñado dos cosas, los chicos que son cobardes no merecen su atención, y los chicos que estén a su altura de fuerza, sí.

—Lárgate... sólo eres un chico cobarde, ni puedes hablar bien, no mereces ni mi rechazo— dijo con una voz fría y un aura sombría.

Él se fue, acatando lo que le dijo Alissa, pero eso no significaba que la iba a dejar sola los demás días. Debía protegerla, la sucesora de Bleiz era su deber más importante, hizo una promesa, desde que era sólo un simple niño de siete años. La edad en que Bleiz vio su talento, él fue el único que no lo llamó cobarde.

Su hija era diferente, tal vez porque aún no lo entendía, que su vida corría peligro y que los asesinatos seguirían si ella no les daba importancia.

—La muerte nos seguirá aún en la vida, ese el ciclo que todos poseemos, aunque no queramos admitirlo— balbuceó, adentrándose a un pequeño callejón sombrío.

Alissa por su parte, corrió hacia su casa, ya se hacía muy tarde, y aún no había almorzado, contando que si su madre se enteraba que se comunicaba con un asesino en serie, no la iba a perdonar.

Tal y como se esperaba, su madre le reprochó por su tardanza, ella sólo asentía cabizbaja, y se fue a su cuarto, su castigo sería no poder leer por una semana, en ella no se aplicaba lo de no salir, porque prefería estar en la seguridad de su casa.

Miró por la ventana a una chica de cabello negro, parecía estar esperando a alguien, su novio tal vez. Al poco tiempo, llegó un chico con la respiración agitada, ambos se sentaron en el pequeño parque cerca de la casa de Alissa. Ella pensó que iban a besarse o algo parecido, pero no sucedió nada así, al parecer el chico sacó un pañuelo y cubrió la boca de la pelinegra forzosamente. Intentó resistirse, pero al final cayó dormida; un carro negro llegó y él y una persona más la estaban subiendo.

Alissa iba a ignorar ese suceso que vio antes sus ojos, hasta que en el carro, había una marca extraña, como una firma, que sólo ella y su madre podían reconocer, y que según ellas ya había desaparecido por la muerte de esa persona.

Debía tomar una decisión rápida, escapar para seguir a ese carro y explicarle lo imposible a su madre, o quedarse en su casa en ignorar todo.

La decisión que tomó era obvia, no podía ir en vano, tal vez había sido una equivocación y no conseguiría ningún tipo de información. Además de que su madre era la prioridad que tenía desde que la vio sola y triste. Era la única persona con la que tenía lazos de sangre y podía confiar en ella.

No importaba si la marca que vio era la de su difunto padre, Bleiz, según las investigaciones que hizo todos los seguidores de su padre hicieron la promesa de no utilizar de ninguna manera esa marca, en honor a su muerte. A menos de que algo terrible estuviera pasando en la ciudad, en ese momento buscarían un nuevo líder, competente para ocupar el puesto de su padre.

—¿Qué estará pasando?— se preguntó a sí misma con un tono de preocupación, y mirando a la ventana.

Para intentar olvidarlo se dirigió a su cama, nada que una noche de sueño no solucionara. Apagó las luces para poder dormir tranquilo, pero de pronto escuchó un sonido estruendoso en todo el cuarto. Parecía un objeto grande que cayó.

A sus pies, había un chico arrodillado. Era difícil deshacerse de un acosador.

—Un futuro sombrío se aproxima— susurró con una sonrisa.

No mentía con lo que dijo, y ella lo sabía, sólo que no quería creer lo peor. Dejó de tartamudear, eso ya era razón para creerle.

Haré de ti, lo mejor que pude soñar © [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora