«There, my love,
keep on running».
Me había quedado completamente dormida. Eso fue lo primero que pensé cuando desperté y noté el pecho de Natalia bajo mi cuerpo ascender y descender rítmicamente y el sonido de su corazón en mi oído. La televisión aún seguía encendida, y los brazos de Natalia seguían perfectamente acomodados en torno a mi cintura, y no me quería mover. No quería moverme para nada.
Aquella habitación estaba llena de música, pero ninguno de los sonidos que hubiese emitido cualquiera de los instrumentos de aquel lugar podía ser más melodía que los latidos en el centro de su pecho resonando contra mi piel. Nunca había pensado que algo tan banal como la frecuencia cardíaca se convirtiera en una metáfora, pero ahí estaba, tumbada sobre la chica misteriosa que cantaba versos tristes. Casi parecía un sueño. Casi parecía que no me había despertado aún. Sonreí contra su pecho, pegándome un poquito más a ella. No era que no quisiera moverme de allí, es que no podía. Mi piel parecía tener el mismo magnetismo de una brújula apuntando al norte y mi norte, en aquella habitación y probablemente en cualquiera desde hacía algunas semanas, era Natalia Lacunza.
- ¿Qué pasa?
Levanté la cabeza. Natalia estaba completamente despierta, con los ojos entrecerrados y una media sonrisa en la boca. Me erguí para darle un beso. Había querido hacerlo tantas veces antes que no iba a desperdiciar ninguna de las oportunidades que tuviera.
- Te has quedado dormida – observó, en un susurro.
Acaricié su nariz con la mía y Natalia aprovechó para rozarme la mejilla con una de sus manos. No podíamos parar de tocarnos, y yo no podía parar de pensar en aquel primer día en el parque en el que ni siquiera sabía si podía rozarle el antebrazo por encima de la ropa. Cómo habían cambiado las cosas y en qué poco tiempo.
- ¿Tú no? – pregunté, escondiendo mi cara en su cuello.
Natalia inclinó la cabeza y de alguna forma consiguió girarnos a ambas para dejarme completamente encajonada entre su cuerpo y el sofá. Levanté la vista con los ojos aún abiertos en toda su dimensión por el efecto sorpresa, pero Natalia tenía una sonrisa tan grande en los labios que no pude evitar relajar el rostro de nuevo.
- No, yo no – respondió, inclinándose de nuevo para darme un beso.
Las manos de Natalia me acunaban la cara con un cuidado mayúsculo, casi con el mismo cariño con el que se paseaba por el mástil de su guitarra para hacer canciones. "Quédate", así se llamaba su canción. Mi canción. La nuestra. "Quédate en esta casa gris llena de grietas". Durante dos días había intentado encontrar esas grietas de las que hablaba Natalia en sus letras, pero por más que buscaba, por más que la tocaba, la besaba y parecía incapaz de poder dejar de mirarla, seguía sin encontrar defectos o imperfecciones. Me separé lo suficiente como para poder mirarla a los ojos y sentí cómo se me dibujaba una sonrisa en la boca. Era imposible contenerla.
- ¿Tanto te gustaba la película?
Natalia se mordió el labio. Si algo había aprendido en esos dos días, definitivamente había sido a diferenciar cuándo se mordía los labios por nervios e histeria y cuándo porque quería besarme. Y en ese momento, a escasos cinco centímetros de mi boca, se estaba muriendo de ganas.
- No mucho – admitió -. Pero me gustaba más mirarte a ti.
Un rubor acalorado cubrió mis mejillas. Estaba intentando activamente no abalanzarme sobre ella y no dejar de besarla hasta que volviera a ponerse el sol, y después hasta que saliera de nuevo. Natalia era peor que un estanque después de un día entero en el desierto.
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wanna feel a thousand hands (from you)
Фанфик"¿Quién sabrá si tu serás, si tú serás la flor más bonita de este diciembre, frío diciembre?".