Con un dolor insostenible en la garganta y los ojos a punto de desaparecer tras dos cortinas enrojecidas y gruesas, salió a la calle por primera vez en mucho tiempo, observando un mundo distinto, o quizás despertó en otra dimensión. En la que la luz del sol penetraba en su piel sin que ella sintiera calor, en donde era invisible, inexistente. Caminó por las calles como si fuera brisa, y con pesar advirtió que el mundo había seguido sin ella, que probablemente ella estaba atrapada sin remedio en su sufrimiento.Recordó cada uno de sus fracasos, le dolían, porque no podía evitar identificarse con ellos. En realidad, siempre se veía a sí misma en aquellos éxitos que te susurran al oído desde pequeño. Buen rendimiento académico, laboral y social, y cuando fallaba en uno, se deprimía. Solo imagina cómo se sentía, luego de haber fracasado en todo lo que el paradigma social le exigía. Sentía que merecía lo peor, porque era pésima en "todo". Ese maldito "todo" que me enloquece, que hace que las personas abandonen sus sueños y gasten su vida en un "todo" que promete una vida cómoda, estable y carente de necesidades. Una vida vacía.
- Hay cosas peores por las que llorar -me dijo mirando hacia un lado. En su cabeza ya estaba ese ridículo pensamiento, que te inyectan en el corazón, ese que te obliga a ver con indiferencia tu propio dolor, porque hay cosas peores, es una estupidez. De esa forma nunca podremos llorar, hay tantas cosas tan tristes, y cuando te pase una de ellas seguirás pensando que hay algo peor.
- No, si sufres, si la angustia habita en tu alma, puedes llorar, debes llorar, es tu deber como humano. No somos cajas, para contener los sentimientos, hasta los objetos se dañan cuando los sobrecargas. Esta angustia se irá cuando tenga que irse, cuando aprendas lo que te enseñe. -Ella no me miraba, pero me escuchaba, en su perfil podía ver como una perfecta lagrima recorría la curva de su mejilla, contraída por uno de esos espasmos congelados, que se quedan más de un segundo en tu rostro, para soltar la tristeza de a poco, sin estirar demasiado el alma.
- ¿Y qué se supone que debo aprender? -me dijo con una voz temblorosa, mirándome con sus ojos de sapo, a punto de desaparecer.
- No puedo saberlo, lo siento. – Era cierto, es algo muy personal y específico para cada uno.
Ese día llegó a su casa, y volvió a la cama, miró por la ventana las nubes coloridas, recostadas en un cielo lleno de paz. Pensó en lo que le había dicho. Pensó en que nadie tiene una idea absoluta sobre vivir, pensó en que le habían mentido, para venderle un sueño apocado a cambio de sus alas.
Fue al baño, se asomó al espejo, y me miró a los ojos.
- Está bien, por esta vez confiaré en ti. -me dijo un poco asustada.
- No te prometo un final feliz, será difícil, irás contra todo, tu seguridad flaqueará a cada momento.
- Pero valdrá la pena, prefiero sufrir por lo que amo, a hacerlo por convertirme en lo que no soy, un ser nefasto y vacuo, con prestigio social.
Hicimos las maletas, y conducimos a algún lugar, con los bolsillos vacíos y el corazón lleno de sueños, sus alas quebraron las cadenas que las aprisionaban, y en su mente se alojaba una brújula con múltiples direcciones, que se habían ido acumulando con el paso del tiempo, y que ahora despertaban. Una a la vez, ella las fue considerando, con temor y valentía, dando un paso tras otro, con o sin dudas se defendía de quien quisiera otra vez intentar encerrarla en aquella seguridad, que te priva de vivir sin dejarte morir.
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Pensamientos poco sublimes
SpiritüelMaterializar emociones y sentimientos, por medio de palabras un poco revueltas, sin un significado en concreto.